Obsidiana

Capítulo 16 → Draco ignis.

┏━━━━━• Jensen's Post •━━━━━┓

Había dejado de prestar atención a las indicaciones del profesor. De hecho, lo estaba observando, yo veía como sus labios se movían sin cesar, pero nada de lo que decía llegaba a mí.

Prácticamente he ignorado por completo todo lo que no sea el tic tac del reloj que altivo se encontraba sobre la pared, justo sobre la gran pizarra de acrílico. El salón de clases era una habitación, sin duda alguna, demasiado amplia. Pupitres variados e individuales, ordenados en cuatro hileras perfectamente rectas, dejando los pasillos libres para el paso estudiantil.

Esta mañana casi fui forzado por la enfermera a irme de la sala en donde se encontraba Ellery. Casi no pude cerrar el ojo durante toda la noche. Mi hermana continuaba inconsciente y con esto ya son casi tres días en los que ella continúa inconsciente. La enfermera dice que es más que normal, que la energía en ella fluctúa y eso es señal de que su organismo la está asimilando como debe. Sin embargo, no puedo evitar pensar que quizás algo malo le esté sucediendo. Es decir, ¿por qué Axel y yo nos encontramos bien? Eran detalles de esta nueva vida que aún no asimilaba del todo.

– ¿Sheperd?

Elevé la vista y mis ojos conectaron con los del maestro, él me miraba con una ceja enarcada.

–¿Sí, señor?

–¿Hay algo que te incomode?

Fruncí el ceño de forma curiosa. Luego me percaté de que no había dejado de golpetear la parte posterior de mi bolígrafo contra la madera de mi escritorio. Causando un molesto repiqueo que llegó a sus oídos.

–No señor. Disculpe. Puede continuar.

–¿Con qué? Ya son libres, pueden retirarse.

En cuanto el maestro dio por finalizada la clase todos mis compañeros organizaron sus bolsas o sus mochilas a la velocidad de la luz. Me atrevía a asegurar que lo habían hecho incluso con más rapidez de la que usaron para llegar a clases por la mañana.

–¡Hey Jens!

Volteé hacia la voz que animosa me llamó.

–Vamos por algo de comer a la cafetería. ¿Quieres venir con nosotros?

–Uhm, será para otro momento. Debo pasar a ver Elle a la enfermería.

–Oh. ¿Aún se encuentra inconsciente?

Asentí como respuesta.

–Entiendo. Espero se recupere. ¡Ya será para la próxima entonces! Nos vemos.

Aún no me acostumbro a este cambio tan drástico. ¿En realidad toda la exclusión y las malas miradas eran por tener mi naturaleza dormida? Continuaba pareciéndome irreal toda esta situación. Iniciando por el hecho de que yo estaba en un aula de clases cuando pensé que nunca podría volver. Continuando con las extrañezas que acontecían en mi vida, estaba el detalle de que yo no era más Jensen el chico de Londres. Ni siquiera yo mismo sabía lo que era, según el director Erikson era un draco, descendiente de una familia de dragones que estudió en este campus y eso nos facilitó a mis hermanos y a mí una admisión para finiquitar los estudios en esta institución.

Se me hace ciertamente imposible el imaginarme a mi madre como un dragón. Esa dulce mujer de sonrisa tierna y cabellos de fuego que me sonreía con dulzura. Esa mujer a la que vi casi desvanecida la última vez que pudimos irla a visitar.

Colgué la mochila en diagonal, dejando que la correa de cuero acariciara mi hombro a medida que atravesaba el pasillo y descendía casi a trote uno a uno los peldaños de la escalera. Con destreza esquivaba uno a uno los apresurados cuerpos que delante de mí se imponían. Muchos de los universitarios de este piso tenían una vida igual de ocupada que la mía.

Esa era la ventaja de la educación superior en Blue Hill, que muchos de nosotros contábamos con un apoyo laboral que nos ayudara a desarrollar experiencia para el mundo exterior. De esta forma, en cada una de nuestras actas constaría nuestra labor profesional como parte de un avance necesario para la exigencia profesional que hoy en día se ve más quisquillosa. Para estudiantes que no han llegado a tener nunca un trabajo era una opción más que ideal para dar una introducción exitosa en sus cartas de presentación. ¿Para mí? Una ayuda económica más que ideal para cualquier incidente ocurrido con mi familia. Mi pequeña familia de tres.

Ajusté la correa de mi bolsa y aceleré el paso, me adentré en el pasillo que conducía hacia la habitación de la enfermería en donde se hallaba mi enana, abrí  la puerta y crucé el umbral con más prisa de la que pretendía. Me detuve en el acto cuando vi a un chiquillo sentado despreocupadamente en una de las sillas, junto a Elle.

En cuanto me vio, él se levantó sigiloso con su mirada clavada en mí.

–Eh… Hola. ¿Eres amigo de Elle?

–Sí. Algo así. Vine a ver cómo estaba. Como no vi a nadie cerca, pensé que sería bueno quedarme con ella.

Fruncí el ceño sin siquiera percatarme de ello, por un momento desconfié, después de todo estos últimos días han sucedido cosas que me pueden dejar más confundido que aclarado, pero luego vi como él se inclinó un poco sobre Elle, acomodando su cabeza sobre la almohada de forma cuidadosa. Me relajé, bajando la guardia que estaba imponiendo con mi severa expresión.

–De seguro se siente feliz de saber que has venido a verla. –no negaré que me ponía feliz. En realidad me hacía sentir mucho más calmado saber que Elle había logrado entablar buenas relaciones personales en el corto tiempo que nos instalamos.

Ella no ha presenciado el cambio de los demás al descubrir nuestra verdadera naturaleza. El que haya hecho amistades cuando el tiempo era malo, me dejaba muy satisfecho y menos alarmado.

–Ya lo creo. ¿No ha tenido más fiebre?

Negué como respuesta. – La enfermera dice que es cuestión de tiempo para que despierte. –me deshice de la bolsa y la deposité sobre el sofá. De forma automática caminé hacia la mesa de la habitación y empecé a servir una taza de agua caliente. – ¿Té?

–Vale. Gracias.

–¿No deberías estar en clase, muchacho?




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