Momentos en los que no sabes cómo reaccionar son pocos en la vida. Se dice que son únicos, la clase de instantes en la que sientes que solo debes hacerte invisible y evadir la situación, muy probablemente salir corriendo a todo lo que el cuerpo resista y no mirar atrás.
Pero para mi terrible y desdichada mala suerte, yo no podía darme el lujo de hacerlo en este momento.
Respira, inhala hondo y no mueras.
Evadí la penetrante mirada de mi cazador personal y sentí sobre mí el fuego de su mirada.
Era… Intenso. Tanto que podía sentir toda la fiera atención que me está dedicando. Arrolladora y asfixiante, me quemaba, me encendía hasta el punto en el que mi estúpido corazón comenzó a reaccionar de una forma inevitable. Palpitando cual galopes constantes, tamborileos que me ponían nerviosa. Mi distracción pudo haber ido más allá, sentía la imperiosa necesidad de dirigir mi mirada hacia él nuevamente, era una fuerza mística la que me atraía a perderme en sus ojos al menos unos segundos y caer entre las redes de esa silenciosa seducción a distancia, pero un par de manos me revolvieron los cabellos de forma violenta.
Me sentía algo débil por alguna razón. ¿Y mis cabellos? Pues una mierda, mechones a cada lado de mi rostro y convirtiendo mi atuendo tan genial en un completo esperpento.
¿Mi única reacción? Quise ejecutar un perfecto golpe de codo hacia mi agresor porque conozco perfectamente quien puede ser lo suficientemente bruto conmigo como para tener esos arranques de salvajismo.
¿El resultado? Apenas un manoteo carente de provocarle daño a una mísera mosca. Dentro de mi campo visual apareció mi precioso hermano; sí, el idiota que se situó delante de mí, con una sonrisa algo curiosa.
–¿Te encuentras bien? Es la primera vez que no hay ese salvajismo tan propio de ti.
–¿Qué demonios te ocurre a ti? ¿Tienes idea que el cabello de una chica es sagrado?
–Sagrado mi trasero.
Hice una mueca con los labios porque, en realidad, tanto crédito no podía darle. Mi hermano desvió su atención hacia mi compañera de habitación y se mostró claramente sorprendido e interesado. Aun así, eso no borró su sonrisa.
–Pensé que no querías salir el día de hoy.
–No esperaba encontrarte aquí a decir verdad.
¡Stop! ¿Qué demonios está sucediendo?
–Te dije que iría a una fiesta, no estamos en una mega ciudad.
–Y te dije que no quería salir hoy. Tu hermana es… Bastante convincente.
Axel ladeó una pequeña sonrisa, me pareció a mí o él… ¿Estaba enfadado? A veces Axel tendía a disfrazar su molestia con una sonrisa particular. Tenía esa estúpida sonrisa de ligón que ya le conozco a la perfección. Contuve una mueca que quiso apoderarse de mi cual alma diabólica y solo me quedé allí, en el medio de una disputa que no comprendía.
¿Hola? ¿Mi hermano y Luci se conocían?
¿Sería acaso esa misma energía la que desprendía cuando estaba con Einar?
Sentía que debía dejarlos solos, por alguna razón YO creía que estaba siendo la que estaba demás.
Como si el mismísimo cielo lo hubiera decidido, un alma sagrada descendió del Edén y me tomó de la mano, sorprendiéndome dentro de mi debate mental. Ian, tiró un poco de mí y, colocando su índice contra sus labios de forma cómplice capté el mensaje. Con un sutil movimiento de cabeza me pidió que lo siguiera a hurtadillas. Dejando a esos dos solos, o al menos para que pudiesen platicar.
–Bien, debes contarme esta novedad. ¿Qué ocurre allí?
Le pregunté cuando estuvimos lo suficientemente lejos de mi hermano y Luci.
–Uhm, ¿cómo explicarlo? en realidad no tengo la menor idea. Pero lo que sí sé es que esos dos se la pasan mucho tiempo juntos, quizás sería bueno dejarlos un momento a solas para que platiquen. ¿No crees?
No me sentía satisfecha con esa información, y tampoco me convencía esa decisión. Después de todo había venido con ella y no quería que sintiera que la había traído conmigo para luego dejarla tirada en la primera oportunidad que se me presentaba.
–Lo haré solo por unos minutos, no quiero dejarla sola y que piense mal de mí cuando le pedí que viniese conmigo.
–¿No quisieras quedarte con el cumpleañero? –él subió y bajo sus cejas de forma juguetona.
– ¿¡Es tu cumpleaños?! ¡No inventes! ¡Felicidades Ian! ¿Por qué no me lo habías dicho? Joder.
Mis palabras fueron sinceras, y mi reacción también. Lo primero que pasó por mi mente fue abrazarlo. Es decir, ¿qué mejor forma de felicitar a alguien? Rodeándolo entre mis brazos lo estreché con fuerza y sonreí cuando fui correspondida.
– No tenía idea. Como me dijeron que sería una reunión/fiesta/discreta no pensé que sería algo…Tan personal.
Mi corazón palpitó dolorido, justo como si me hubieran estrujado el corazón. Mi consciencia me dio una deliciosa e inesperada patada, recordándome que en este lugar también estaba Einar. De forma discreta volví mi mirada hacia donde lo había encontrado hace unos minutos.
No estaba.
Era obvio que no iba a estar cerca. Pero que estupidez, ¿por qué sentía que estaba haciendo algo malo? No comprendía la razón.
Me di una bofetada mental a mí misma y sonreí a Ian nuevamente. Tenía que olvidarme de esa sensación de remordimiento cuando estaba con mis amigos. TENÍA que ser consciente, racional.
–Como sabrás aún estamos dentro de un campus escolar de tipo internado. No podemos tener zonas totalmente “exclusivas” para cualquier evento a menos que sea a nivel escolar.
–Oh, ya entiendo. Eso explica el porqué hay más chicos aquí. ¿Cierto?
–Bingo. Lastimosamente no gozamos con esa exclusividad y tengo que compartir mi fiesta con quienes deseen unirse a ella. Y precisamente para no ser delatado o a enfrentarme con una especie de castigo tengo que ser un buen anfitrión y convidarles de todo a todos.
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Editado: 14.05.2020