Alexander estaba parado mirando fijamente al horizonte cerca del embarcadero. Su mirada estaba fija en esa dirección, sus pensamientos los reunía con esperanza de poder ver a su amada nuevamente. Estaba vestido casi todo de blanco a excepción de los zapatos que eran negros y de un chaleco color verde oscuro que llevaba puesto. Sus pantalones, playera y un gorro de marinero que había conservado eran la base de su vestuario. A un lado junto a sus pies había una maleta muy grande donde había juntado lo más que pudo de sus provisiones.
—Siento llegar tarde señor.—Su paz era interrumpida por el hombre en quién estaba puesta su confianza ahora.—El transporte en esta ciudad es muy difícil además que mi pronunciación lo complica aún más.
—No hay problema, estoy acostumbrado a llegar antes a mis citas.—Estaba demasiado serio. ¿Podemos empezar ahora?
—Claro mi amigo, iremos al mar a sacar los últimos cálculos que necesito y así podremos obtener una fecha para ir a nuestra aventura.—Le daba unos codazos bruscos en señal de amistad que Alexander no lo tomó muy bien, se le quedó viendo con ojos de extraño.
—Lo siento es que la emoción me hace ponerme así.—Su acento inglés no permitía reconocer bien sus emociones—Además creo que debemos ser amigos para emprender este viaje.—Su felicidad se notaba mucho, tenía una sonrisa muy amplia que no dudaba en mostrar cada que hablaba.
—Sí, no te preocupes. El problema soy yo, siento que mi felicidad y ganas de sonreír se fueron cuando la vi perderse.
—No hay problema mi amigo.—Tocó su hombro nuevamente muy amable.—Tranquilo, si ella sobrevivió seguramente está bien. Simplemente tiene que vivir en un tiempo extraño en la era más temible en el mar.
Alexander nuevamente lo miró desanimado y con su mirada pesada.
—Gracias por los ánimos.—Respondió con sarcasmo que su acompañante no comprendió.
—Por nada Alexander, recuerda que necesitamos apoyarnos en todo.
—Así que mi ayuda te sirve de algo?—Cambió su tono de voz a uno más animado.
—Por supuesto.—Respondió muy atento.—Eres un marino con mucha experiencia que me protegerá y guiará en el mar. Ya sabes, yo pongo los conocimientos y tú la fuerza. ¡Seremos un gran equipo!
Ambos se hicieron al mar con un bote que Alexander había alquilado. Durante su estancia como marino, se había hecho de muchos amigos y aliados que lo reconocían, así que ese tipo de cosas podía obtenerlas ya un precio favorable.
El bote era de lo más moderno, su motor era muy potente y no gastaba tanto combustible. Además tenía una gran cabina adaptada con lo básico; una cama instrumentos de cocina, baño, entre otras cosas. Era muy bonita y cómoda, en algunas otras circunstancias lo hubiera disfrutado.
El boto lo habían equipado para el gran viaje, la embarcación contaba con sus propias armas instaladas a los costados. Pero eso no fue suficiente para Alexander quien se llevó todo su equipo militar para la misión. En su mente estaba la idea de irse a la guerra por la mujer amada, no le importó escatimar para eso.
Además de los instrumento militares también cargaron con comida para quince días de sobrevicencia. La mayoría de estos productos eran en latados mientras que otros más estaban en refrigeración. El marino esperaba que ese tiempo fuera suficiente para encontrar la tormenta morada.
Adicional a lo mencionado, llevaron un botiquín muy equipado. Desde cosas útiles en caso de heridas de combate hasta medicamentos por posibles enfermedades, aquel marino quería ir muy preparado.
En cuanto al profesor Gypson se encargó de llevar todo lo necesario para su misión. Sus libros, diarios y una multitud de instrumentos que le ayudarían a cumplir sus propósitos, mismos que no Alexander entendía su funcionamiento.
—Entonces estamos listos.—Afirmó el marino impaciente por zarpar.—Vamos a buscar esa tormenta.
—Espera, espera. No podemos ir al mar así.—Lo dijo con tono serio haciendo pensar a su compañero que habían olvidado algo importante.—Necesitamos hacer nuestra ofrenda de buena fortuna.
—¿Qué cosa?—Preguntó Alexander en verdad desconcertado.
—El mar es un gran espíritu.—Siguió el profesor.—Necesitamos pedirle permiso para andar en él.
Alexander se desconcertó pero no era la primera vez que alguien le hablaba sobre algún ritual antes de ir al mar. Aunque él nunca hizo algo así, siempre había sentido respeto por el mar y se comunicaba con él a su manera. También había leído que desde épocas antiguas muchos marineros hacían lo mismo y según los registros, tenían mejores resultados en el mar.
Sintiéndose convencido a la petición de aquel hombre quiso participar.
—Muy bien, ¿Qué hacemos?—Preguntó bajando un poco a su ansiedad y dándose el tiempo para hacer el ritual.
—Vine preparado para hacer uno muy sencillo.—Le respondió Gypson mientras sacaba de su bolsa un frasco con pétalos de todas.—Tenemos que juntar nuestras manos, meter nuestros pies al mar y decirle nuestros deseos. Después lanzamos los pétalos y le agradecemos.
Alexander tomó la mitad de los pétalos y se dispuso a seguir las reglas. Se despojó de sus botas para meter los pies al mar. El agua era realmente cálida y relajante.
A su mente llevó sus deseos, el más importante era poder encontrar a su amada a salvo y para ello necesitaba encontrar esa tormenta y atravesarla sin contratiempos.
Cerró los ojos visualizando a Rut, un rostro que le daba tranquilidad, después suspiró para decir “te voy a encontrar” terminada la frase lanzó los pétalos al mar, se sintió muy bien y más por un viento refrescante que se formó de repente, era como si el mismo espíritu del mar le invitara entrar.
Tras esas relajante sensación, abrió sus ojos y volteó a ver a su compañero para saber si él había terminado. Cuando lo vió notó que aún tenía los ojos cerrados y estaba rezando con gran ímpetu, sin duda era un hombre muy apasionado en sus convicciones.