Océano de amor

Capitulo 12

El suspenso se hizo presente en la mente de Alexander. Pensaba “¿En verdad aparecerá?”, “¿Será eso posible?”

Afortunadamente para él no tuvo que esperar mucho para responder esas dudas. El viento hacia ellos comenzó a aumentar de una manera muy drástica, tanto que les impidió la visión por tener que cubrir sus ojos.

Su sentido que más les ayudó fue el oído, comenzó a escuchar tronidos anormales así el ajetreo del mar chocando contra su bote.

—¿Qué hacemos?—Preguntó Alexander muy inquieto.

—Solo debemos esperar a que se manifieste totalmente para entrar.—Tenia que alzar la voz por el intenso ruido que había ahí.—Cuando esté en su clímax se abrirá el portal y entonces sí, debemos entrar.

—Quiere decir que este viento va aumentar?—Trataba de estar lo más cerca del profesor para escucharlo.—¿Se pondrá peor?

—Asi es. *p*n*s se está formando el fenómeno.—Se acercó de igual modo, quería sentirlo porque no lo podía ver.—Cuando el portal aparezca necesitará una energía mayor, el mar se pondrá más bravo.

—Me cuesta imaginar que esto tuvo que aguantar Rut sola.—Se armó de valor para resistir.—Es una mujer muy valiente.

—Y nosotros tenemos que serlo.—Le dijo con un tono un poco generoso.—Cuando esto se ponga peor voy a necesitar de todas sus habilidades como navegante.—Lo presionado del brazo con fuerza.—Yo tengo esas capacidades, ahora dependemos de usted.

El sentido de proteger que era tan característico de Alexander salió a relucir. Comprendió que el profesor ya había hecho su parte y ahora le tocaba a él. Necesitaba llevarlos al otro lado.

Con mucha dificultad se sostuvo del barandal para avanzar hasta el interior del bote. De ahí sacó unos cinturones de seguridad con los que pretendía amarrar al profesor a esos barandales. No entraron a la cabina porque necesitaban presenciar el fenómeno y así reaccionar más fácil.

Cuando obtuvo los cinturones salió para encontrar nuevamente a su compañero. Cumplió el objetivo de amarrarlo al barandal para tenerlo cerca y recibir su información.

—¿Cuánto tiempo nos queda?—Preguntó mientras finalizaba el amarre.

—Yo diría que unos segundos.—Contestó con algo de dolor por lo amarres tan apretados.

Con tan reducido tiempo el marino ya no tuvo más tiempo para nada. Así que se quedó a un lado del profesor para ver lo que sucedería cuando el tiempo terminara.

Después de esos segundos el viento se intensificó tal como lo había dicho el profesor. Además el mar comenzó a hacer olas más agresivas ladrando bruscamente al bote.

De llendo se generó en el centro del fenómeno un calorcito violeta tan intenso que fue posible distinguirla aún con la dificultad visual.

Con ese cambio ambos se esforzaron por mirar y lograron ver a través de esa luz. Dentro había un círculo muy similar a un espejo, del otro lado podía ver un océano muy diferente, era más claro y con la luz del sol a todo lo que daba.

—¡Ahí está el portal!—Dijo Alexander impresionado.—Es momento de cruzar.

Pudo memorizar la ubicación de aquel portal así que se dirigió nuevamente a la cabina para ajustar la dirección y usar toda la potencia del motor para cruzar.

El bote tenía dificultades para avanzar debido al viento y el mar pero el feroz motor luchó severamente. Lentamente se movía hacia el destino señalado.

—Vamos, tú puedes.—Le hablaba Alexander mientras estaba espectante.—Solo es un poco.

Dejar el motor funcionando era todo lo que podía hacer, así que lo dejó y salió para comprobar la situación.

El profesor seguía amarrado mientras luchaba contra el viento. Mientras que cada vez veían el portal más cerca.

La tensión duró solo unos segundos más, el bote con su potente motor había logrado atravesar al fin dejando aquel intenso clima atrás.

Del otro lado seguía el intenso viento pero sin la lluvia. Ese viento más la potencia que aún llevaba el motor, los hizo salir disparos atravesando el mar a una muy alta velocidad.

Alexander había quedado en una posición muy incómoda para controlarlo así que solo le quedaba ser llevado.

Durante su recorrido pudo ver algo increíble, habían salido entre de un par de barcos enormes, pero antiguos como les habían descrito. Eran galeones que ondeaban muy orgullosos su banderas francesas.

Los marineros que los abordaban pudieron ver como un fenómeno inusual había aparecido para lanzar un pequeño barco muy distinto a los que conocían. Un barco sin velas y que navegaba a gran velocidad impulsado por algo desconocido.

Su vistazo fue muy rápido debido a la gran velocidad que llevaba, misma que pretendía no bajar.

Alexander y el profesor seguían avanzando en el bote con mucho temor.

Su miedo aumentó cuando vieron la dirección a la que se acababa. Estaban a punto de llegar a una isla donde seguro se estamparian.

Alexander hizo un esfuerzo sobrehumano para llegar a los controles e intentar frenar.

Utilizó el botón de emergencia para que el bote se detuviera pero no fue suficiente. El impulso que llevaba era demasiado. Aunque logró disminuir considerablemente la velocidad, no pudo detenerse e impedir el impacto.

El bote se estrelló contra la arena de la isla. Afortunadamente para ellos fue suficiente para reducir la velocidad antes de que llegara a las rocas que seguramente lo hubieran destruido.

Tras algunos metros el bote se pudo detener quedando entre la arena, sacarlo de ahí para llevarlo de nuevo al mar sería un problema.

Ambos pudieron estar en calma nuevamente y se alegraron por estar a salvo.

Alexander tenía algunos golpes pero nada grave. Corrió para ver al profesor quien se quejaba de su costado izquierdo.

Con mucho cuidado de no lastimarlo, Alexander lo desamarró para revisarlo.

Lo recostó en el piso y le hizo una revisión. El profesor se había golpes fuertemente fracturando una costilla.

—Lo siento mucho.—Se disculpó inmediatamente.—Pero pensé que dejarlo amarrado sería mejor.



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Editado: 24.03.2025

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