A lo lejos podía verse una enorme isla. Destacaban sus montañas y la gran cantidad de árboles que ahí había. En la zona central de la isla había un puerto. Este era más visible que el de la isla anterior así que era fácil detectar que había una sociedad ahí.
Había varias lanchas y tres barcos muy grandes detenidos ahí. Uno de esos era el que buscaban los exploradores.
Cuando Alexander despertó, de inmediato se desilusionó al ver que no estaba con su amada. Algo muy común en personas que han perdido a alguien y que encuentran ese refugio en los sueños, deseando incluso no despertar.
Tardó unos segundos en adaptarse a la realidad, misma qué ocupaba de su presencia.
—Ese es el barco de la tripulación del fénix.—Dijo uno de los vigías alterado.—¿Qué hacemos ahora?
—Ir por mi bote.—Dijo decididamente.
—No es así de fácil.—Le respondió el otro vigía.—Habrá hombres armados, ellos querrán su dinero de vuelta y una compensación.—Usó un tono apenado.—Lo tomarán como una estafa…nuestras vidas están en riesgo.
—Lo primero que tenemos que hacer es ubicar donde lo tienen.—Agregó Alexander muy serio.—Trataremos de tomarlo a escondidas.
Esa opción les pareció más aceptable aunque no más sencilla. Sabían que esos hombres no estarían tan descuidados como para dejar una nueva adquisición sin vigilancia. De hecho habían ido a esa isla para encontrar a alguien que les explicara el valor real de esa embarcación. Ya que según las palabras que los vigías usaron para venderselos, era una nueva creación de Europa que venía a remodelar el nuevo mundo.
Las vigías estaban exhaustas, habían remado toda la noche, sus cuerpos pedían descanso urgente. El marino lo notó y les dijo que se quedarán ahí en lo que él y su compañero iban a investigar.
Su oferta les pareció muy adecuada pues además de descansar un poco estarían fuera del conflicto con la banda que habían estafado.
Ninguno de aquellos hombres comprendía el verdadero valor del bote. No conocían cómo podía moverse por el mar o cuál era su función. Incluso algunos llegaron a creer que era manipulado por magia muy poderosa.
Dentro de las supersticiones y creencias en lo mágico, los piratas eran de los mayores fan. Sus travesías se basaban en leyendas fantásticas e historias que escuchaban. Aunque la mayoría no eran alcanzadas, ellos seguían creyendo fielmente en que la magia existía. Muchos lo habían comprobado al igual que en cualquier época, incluso de la que Alejandro pertenecía. Sin duda todos los seres humanos se sienten y seguirán sintiendo atraídos por la magia.
Alexander sabía perfectamente cómo funcionaba su bote, eso le daba una gran ventaja para poder encenderlo y salir de ahí a gran velocidad.
Llegó a la isla con su compañero y caminaron hacia la embarcación. En el camino se encontraron con piratas y contrabandistas que no los miraban nada bien.
A pesar de la incomodidad visual, siguió avanzando hasta tener una mejor vista.
A los pocos metros pudieron ver que el bote estaba justo al lado del barco insignia de la tripulación. Aún tenía muchas cadenas con las que lo habían remolcado hasta ahí. Se quedó observando un corto tiempo y dedujo que no sería sencillo quitar esas cadenas.
Se disponía a mirar más tiempo pero los piratas que lo custodiaban le interrumpieron.
—¿Qué estás mirando?—Le dijo con voz grosera.—Sigan su camino.
Los piratas estaban muy orgullosos de su nueva adquisición y no querían que nadie sintiera interés. Habían llegado a la isla para averiguar su funcionamiento pero mientras tanto querían mantener a otras personas alejadas.
El anciano jaló a Alexander para llevárselo de ahí. Necesitaban idear un plan y lo sabían.
—¿Piensas luchar contra todos ellos?—Preguntó mientras caminaban.—Con tu arma podrías hacerlo ¿No?
—Si puedo evitar el conflicto es mejor.—Le comentó muy serio.—Además no puedo gastarme toda la munición sin abrir mi bote. Ahí están mis recursos.
—Entiendo, entonces eres un mago y en ese lugar está tu centro de poder.—Le dijo emocionado.—Ahí es donde tienes el arma que me darás, ¿Qué es?
—Lo verás cuando la tengas en tus manos.—Le dijo con tono serio.
Siguieron caminando hasta llegar al límite del puerto, ahí se detuvieron para pensar en el plan.
Durante varios minutos no se les ocurrió nada que no involucrara pelear. Además tenían el tiempo contado pues era lógico que el resto de la tripulación llegaría en poco tiempo. Si iban a luchar era el momento ideal.
Con eso en mente se dispusieron a regresar para afrontar ese destino.
—No tengas miedo.—Le dijo el anciano.—Estoy seguro que con tus armas mágicas podrás ganarle a todos los que vengan.
Alexander lo miró y analizó sus palabras principalmente “mágicas”, entendió que esa podía ser su solución para pasar desapercibido.
—Nos haremos pasar por magos.—Dijo con algo de ilusión.
—¿Cómo haremos eso?—Cuestionó su compañero confundido.
—Sígueme…
Alexander corrió emocionado hasta llegar a dónde los piratas estaban. No dió tiempo a una explicación para que su compañero entendiera el plan. Llegó hasta donde pudo estar a la vista de aquellos hombres quienes seguían con la misma actitud.
Al ver que el marino estaba ahí mirando el bote ya no hubo advertencia y se acercaron hasta él para amenazarlo.
—¡Lárgate de aquí o te disparemos!—Le dijo uno de los seis que se acercaron.—¡Aquí no hay nada para ti!
—Ustedes encontraron mi centro mágico de poder.—Les dijo con una sonrisa.—Devuélvamelo y los voy a recompensar.
—¿Estás loco? Tú no eres un mago.—Le dijo otro hombre.—Sabemos reconocer a los estafadores aunque se vistan raro.
El pirata hizo referencia a las ropas de Alexander quien ya se había acostumbrado a lucir diferente. Pero también señalaron al anciano para hacerle ver que lo conocían.