Mirando a lo alto de un cielo nocturno vi algo pasar e incrédulo ante lo que mis ojos veían me atreví a parpadear.
Un segundo duro el acto. Pero cuando volví a mirar, sentí que no podía moverme; que casi no podía respirar.
Tan alto volaba ella que no podía ver su rostro. Mas, me atrevería a jurar que sus ojos se habían metido en los míos como si hasta mi alma lograran penetrar.
Tan, pero tan a lo alto volaba ella que no podría asegurar si solo era un ave con forma humana o si era algo más.