Desperté de un reparador sueño después de haber estado trabajando una guardia de 36 horas, que se extendieron a casi 40 horas por un incidente que hubo en el orfanato del pueblo debido a la travesura de unos niños que dejó a varias de las cuidadoras en una camilla de la sala de urgencias.
Llegué a la cocina, necesitaba mi dosis de cafeína para poder despertar y pensar coherentemente. Coloqué la cápsula de un expreso en mi cafetera, era mi compañera, donde yo iba ella también lo hacía. Mientras esperaba que mi café estuviese listo, abrí el refrigerador, serví un vaso de agua y me lo tomé prácticamente de un solo trago.
Al estar listo mi café tomé la taza, no sé qué me impulsó y caminé hacia la ventana de la cocina que da hacia parte del frente y costado izquierdo de la cabaña. Le di un trago largo al líquido marrón oscuro y al mismo tiempo miré por la ventana, escupí todo el líquido que había tomado y empecé a toser, el impacto fue así de grande al ver el vómito de la villa de Santa en el jardín de la cabaña vecina y en el mío, ¡EL MÍO!!!!
Me di la vuelta, todo lo veía rojo de la rabia, no podía ser, escapé de la navidad de la casa de mis padres para venir a caer en la copia barata del polo norte. Dejé la taza sobre el mesón, o eso intenté hacer ya que no me fijé mientras la dejaba y fue a estrellarse directo al piso de madera pulida. Pero no me importó. Caminé hecho una fiera directamente a quitar los ridículos gnomos y elfos de mi jardín.
Cuando abrí la puerta, lo primero que vi fue a una ninfa de las nieves con uno de sus puños alzados a punto de tocar la puerta. Era una mujer bellísima, la primera que hacía que mi cuerpo se sintiera extraño después de tantos años, no pude emitir palabra y mis neuronas no hicieron sinapsis.
-Hola- me dijo al ver que me quedé tan congelado como las estatuas horribles que estaban en mi jardín. Su voz era suave, con un tono tan aterciopelado que parecía el canto de uno de los querubines que se escapó de la pintura de la Madonna Sixtina de Rafael de Urbino.
-Hola- le respondí sin apartar los ojos de su hermoso rostro, sus ojos avellana invitaban a sumergirse en ellos, su cabello castaño entre un claro y oscuro a la vez, tan suave que se movía con la brisa de la tarde debajo de ese gorro tan feo de elfo, pero que a ella se le veía adorable.
-Soy Jenny Flores, tu vecina- me dijo dándome una sonrisa que hizo que se calentara mi cuerpo por dentro a pesar de estar como a 3°C de temperatura.
-Soy Nicolas Whitman- le extendí mi mano, pero lo que me respondió al tomarla para saludar hizo liberar a mis demonios anti-navidad.
-Ay! Nicolas, como San Nicolas mi viejito panzón, sin ofender- me dijo mirándome de arriba abajo, y sin darme tiempo a responder siguió hablando -He venido a darles la bienvenida a ti y a tu esposa.
-Primero, no tengo esposa, soy soltero, y segundo ¿me estás diciendo panzón, viejo y de paso me comparas con esa ridiculez de mito con lo cual el comercio y la economía de los países se están aprovechando de los incautos soñadores para consumir y vivir una mentira en una época del año? - le respondí.
El rostro de la bella mujer frente a mí pasó por todas las tonalidades del rojo, parecía que de sus orejas salía humo. Me concentré tanto en su rostro que no vi venir cuando me lanzó a la cabeza una bandeja que traía en sus manos, de la cual, tampoco me fijé que las galletas salieron volando cayendo al suelo.
-No puedo creer que realmente pienses eso- dijo Jenny temblando de frustración. -¿Cómo puedes decir que Santa Claus, San Nicolas o Papá Noel, como quieras llamarlo, no existe?
-Ese personaje es solo un mito, una metáfora, un símbolo que solo invita al consumismo.
-¡Claro que no!, no es un mito, ni leyenda, ni metáfora, ni mucho menos un símbolo para que consumamos y nos dejemos arrastrar por las banalidades. Es un personaje que fue creado para despertar en cada uno de nosotros la esperanza, la fe en que los milagros cuando se piden con el corazón llegan en esa noche mágica de navidad, en la que celebramos además con alegría el nacimiento del niño Dios.
-Será solo para ti y los tontos que es así. Para mí nada de eso existe- los milagros no existen… en una maldita navidad me arrebataron todos mis sueños.
Ella se quedó asombrada con las palabras que le dije, me di la vuelta y le tiré la puerta en su cara.
-Ay Grinch, si tengo que convertirme en Cindy Lou, no dudes que lo haré- susurró la venezolana dibujando una sonrisa que se extendió de oreja a oreja.
Nicolas se paseaba de un lado a otro en su sala, con las manos apretadas en puños y el rostro marcado por una mezcla de frustración y enojo. Acababa de tener una acalorada discusión con su vecina, que de paso era una loca adicta a la navidad, donde ella claramente y en pocas palabras dio a entender y quiso convencerlo de que la magia y el espíritu navideño existen -¡Eso es una falacia!- Grité intentando drenar mi ira. Yo había perdido la fe de esos conceptos hacía mucho tiempo, después de varios años de dolor y tristezas, y no iba a venir una aparecida, por muy hermosa que sea, a cambiar eso, me dije a mí mismo en voz alta mientras seguía caminando y bufando de exasperación.
Cuando Jenny llegó a su cabaña, también sentía molestia, pero la intriga y curiosidad era mayor, veía en su vecino un gran proyecto para ese año, ya tenía mucho tiempo sin hacer sus travesuras para ayudar a mitigar y transformar el dolor y la apatía en otras personas, y si esa apatía era sobre la navidad, más importante se tornaba la misión.
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Editado: 22.12.2024