Después de varios minutos se separaron y llenaron sus pulmones buscando el aire que necesitaban para respirar luego del intenso beso que los embargó.
Las mejillas de Jenny se sonrojaron por la intensidad de la mirada que Nicolas le daba, él por su parte solo se quedó en silencio, paseando sus ojos por todo el rostro de la bella venezolana que aún tenía en sus brazos, enfocándose mayormente en los labios aún hinchados y húmedos de ella.
De repente a su mente llegó la imagen de la rubia, quien fue su novia y murió. Poco a poco se fue alejando de Jenny, separando sus brazos de la cintura de su vecina y dejándolos caer a los costados de su propio cuerpo.
Tal acción no pasó desapercibida por ella
-tranquilo, no te agobies, solo fue un beso- le dijo ella tratando de apaciguar la cara de angustia de su vecino -no soy de esas mujeres que piensan que con un simple beso ya me estás proponiendo matrimonio, imagínate si lo fuera, tendría varios sapos como prometidos
-le siguió diciendo dibujando una sincera sonrisa en su rostro -vamos adentro, hace mucho frío- continuó hablando Jenny.
-Es mejor que me vaya- finalmente él habló.
-Okey- dijo ella -Pasa por tus cosas-. Él inmediatamente le dijo -No hace falta, mañana me haces llegar mi abrigo, en la cabaña tengo más- un silencio de varios segundos se instaló entre ellos, ella tratando de descifrar su actitud y él tratando de calmar el caos que sentía en ese momento.
-Está bien, que duermas excelente y sueñes con los angelitos, nos vemos mañana en el trabajo y buenas noches- terminó ella por decir. -Buenas noches- fue lo único que él dijo, se dio la vuelta y caminó hacia su cabaña sin voltear en ningún momento. Ella no dejó de mirarlo, de admirar su ancha espalda y su cuerpo completo hasta que entró en su vivienda.
Mientras lo hacía se abrazó así misma dándose calor y susurró -¡Hombres! Con lo más mínimo arman una tormenta, ¡y después dicen que las dramáticas somos nosotras!- se dio la vuelta y cerró la puerta.
Comenzó a recoger el desorden en la mesa de centro de la sala con una sonrisa que no podía borrar -Besa delicioso el condenado Grinch- dijo en voz alta y empezó a reírse de ella misma. Luego de una ducha y ya en pijama calentita,se metió debajo de toneladas de edredones. Por sus venas corría sangre caribeña y a pesar de llevar tres años viviendo allí aún no se acostumbraba al frío invierno.
A su mente llegaron los recuerdos junto a Nicolas, cada detalle del encuentro llenaba sus pensamientos, y el beso bajo el muérdago hacía que su corazón latiera con fuerza. Acostada en su cama, se sumergió en sueños dulces donde revivía una y otra vez aquel momento especial.
Whitman, por su parte, llegó a su cabaña con la mente y el corazón dividido entre la razón y la emoción. El beso había despertado sensaciones que creía enterradas y extintas desde hace años atrás.
Mientras miraba las luces navideñas del jardín desde su ventana con un vaso con un líquido ambarino en su mano, luchaba con la decisión de abrir su corazón nuevamente.
La magia de la Navidad que había apartado de su vida ahora le susurraba con la voz de Jenny, su loca y alegre vecina, quien además era su compañera de trabajo, haciéndole cuestionar su aislamiento. Con cada minuto que pasaba, la duda de Nicolas se hacía más fuerte.
Por un lado, la tristeza y el miedo de perder otra vez lo consumían. Por otro, la sonrisa y la calidez que Jenny le ofrecía le daba una esperanza que no podía ignorar.
En su mente, la Navidad volvía a tomar un significado especial, uno que le recordaba la importancia de la conexión con las personas que le rodeaban, pero sobre todo con el amor. Con esos pensamientos que se debatían en su mente se fue entregando en los brazos de Morfeo.
Los días siguientes a ese momento que compartieron, Jenny y Nicolas continuaron con sus vidas como si nada extraordinario hubiese sucedido entre ellos.
El ajetreo de las actividades del festival navideño y sus respectivos trabajos en la clínica llenaban sus horas, además, al día siguiente de ese encuentro sus horarios no coincidieron, ambos se sumergieron en sus respectivas responsabilidades.
Aunque el ambiente laboral seguía siendo profesional, había una tensión sutil y eléctrica en el aire cuando se encontraban casualmente en los pasillos del lugar donde trabajaban o en las calles del pueblo, había una promesa no dicha que flotaba entre ellos.
Jenny seguía dedicada a sus proyectos, sobre todo el de conseguir un suplente de Santa Claus para las fiestas finales del ancianato y del orfanato antes del baile de clausura del festival en la víspera de navidad.
Trataba de mantener una fachada de tranquilidad, pero cada vez que su mirada se encontraba con la de Nick, su corazón latía con fuerza. No quería pensar ni ilusionarse con cosas que no podían ser, pero su corazón era tan terco como la personalidad maracucha de su madre.
Nicolas, por su parte, luchaba con sus propios pensamientos y sentimientos, se había prometido a sí mismo dejar que el pasado siguiera dictando su futuro, no se sentía preparado debido al miedo de abrir su corazón. Sin embargo, a pesar de sus mejores esfuerzos por actuar con normalidad, pequeños momentos marcaron sus días.
Una sonrisa furtiva en la cafetería de Celine, un roce accidental en los pasillos o la sala de emergencia de la clínica, una conversación rápida en el estacionamiento y las actividades del festival en las que ambos participaban. Cada interacción, aunque breve, estaba cargada de una intensidad que ambos reconocían, pero evitaban confrontar, cada uno por sus propios motivos.
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Editado: 22.12.2024