Ofelia y Ajax

Ofelia y Ajax

Ofelia era la princesa del reino de las sirenas, y como tal, su labor consistía en pasar horas al día rezando por el futuro de su pueblo. Era muy querida y todos respetaban la tarea con la que cumplía. A ella le encantaba y lo realizaba con devoción. Adoraba su religión.

Un día, la sirena reinante, su madre, le ordenó que se casase con Ajax, príncipe del reino de los tritones. Había llegado el momento de que la futura pareja se conociera. Lo único que sabía de él era que tenía su edad y que era muy fuerte y apuesto. Al parecer lo había conocido una vez pero era tan pequeña que no conservaba ningún recuerdo.

Ofelia estaba rezando ante la estatua de la santa sirena Bona, en uno de sus lugares favoritos y más sagrados del reino, cuando la reina de las sirenas la interrumpió para que la acompañara a al encuentro con Ajax.

Nadaron hasta la sala del trono de aquel palacio sirenil y la reina ocupó su asiento. El príncipe Ajax entró al cabo de unos minutos. Tenía el pelo largo y rojo. Parecía ser el tipo de tritón que no se asustaba de nada.

Después de las presentaciones, Ajax, invitó a Ofelia a nadar un paseo fuera del reino. Ofelia nunca, en sus diecinueve años de edad, había abandonado la seguridad del reino. Es más, pocas veces había salido de palacio.

—Por supuesto que irá —dijo la reina sin dejar manifestar la opinión de su hija—. ¿Verdad, Ofelia?

Ella se vio obligada a aceptar. Así podría conocer mejor al que sería su futuro marido.

Antes de salir, el tritón fue a buscar sus armas, un arco y un cuchillo. Ofelia se escandalizó.

—¿Para qué es eso? ¿No iras a usarlo? —para Ofelia era casi insultante que las usase delante de ella para matar a un ser vivo.

—Pues claro, es para cazar y defenderme —contestó Ajax perplejo—. ¿Cómo lo haces tú?

—Soy vegetariana, como algas —respondió con orgullo y con la cabeza bien alta—. Y no necesito defenderme, es suficiente con mis rezos.

—¿Te basta con rezar?

—Si, y como princesa he sido bendecida, por la santísima Bona, con la habilidad de poder comunicarme con los demás animales.

Los dos partieron y nadaron por un camino. Iban hablando de sus cosas y conociéndose un poco cuando se encontraron con una cría de tiburón. Se acercaba a ellos y Ajax le apuntó con su arco. Con toda la intención de defenderse.

—¡NOOOOO! —gritó Ofelia que se colocó delante de su arco para impedir aquel asesinato.

Comenzó a cantar una canción y, confiando en el poder mágico de su melodiosa voz, pensaba que el mini-tiburón se iría. Cuando ésta estaba a un metro de distancia abrió la boca para morder a la sirena, que continuaba cantando una nana. Entonces recibió un flechazo de Ajax.

—¿Pero qué has hecho? —Ofelia no podía creer el espectáculo tan dantesco que estaba presenciando, el pobre animal se estaba muriendo—. ¡Eres un bárbaro!

—¡Pero si te iba a atacar! Dijiste que podías hablar con los animales.

—Y es verdad, estaba todo controlado, las princesas nunca mienten. No podemos.

Acto seguido Ofelia saco una vara sagrada de su bolsa,  y comenzó a bailar. Dijo que lo tenía que hacer para enviar su alma al cielo acuático.

—Si no nos vamos pronto llegaran más atraídos por el cuerpo.

Y llegaron más, en esa ocasión un grupo de pirañas que venían a darse un festín. Ofelia empezó a cantar de nuevo. Las pirañas fueron primero  atacar al fortachón Ajax, que se defendió con el cuchillo. Uno de esos peces se quiso acercar a Ofelia, la cual continuaba cantando, y extendió su mano al pez. Ofelia cantó perfectamente una nota alta pero el bicho le mordió sin que aquel cantico le causase ninguna vacilación. En ese instante, Ajax que ya se había ocupado de sus atacantes, lleno de mordiscos y de sangre le quitó de encima la piraña.

—¡No lo entiendo, si lo he hecho todo bien! —dijo Ofelia comenzando a llorar—. ¡Como dicen las escrituras!

En aquel instante, Ofelia, comprendió que su religión, y sus rezos en general, no servían de nada. Era poco más que una tomadura de pelo. Se sintió miserable y estúpida.

—¡Volvamos a palacio, aquí no estamos seguros!

La reina de las sirenas casi se desmaya cuando vio a los príncipes heridos. Quería cancelar la unión de la pareja, porque decía que Ajax había puesto en peligro a su hija. Pero Ofelia, en su defensa, dijo que en verdad la había salvado. Lo que hizo que se lo replanteara.

La joven sirena, con su mano vendada, acudió a la sala de rezos y comenzó a gritarle a la estatua de la santísima Bona:

—¡No me has protegido! Fui bendecida con tu gracia y sabiduría y no sirvió de nada —comenzó a llorar mientras gritaba—. ¡Todos me dijeron que la magia existe y tu poder podía hacer cualquier cosa! Pero solo eres una estatua. ¡Todo esto no tiene nada de sagrado!

Ajax, que entró en la sala en ese momento lo escuchó todo y se acerco a ella. Le dio un abrazo.

—Si ella no te protege, lo haré yo.

Se dieron un beso y le brillaron los ojos a la estatua de la santa sirena Bona.

—Claro, un beso de amor verdadero. Parece que no era todo mentira.

Y así es como empezó la historia de amor de Ofelia y Ajax, que juntaron sus reinos para que sirenas y tritones vivieran felices para siempre.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.