Offside

CAPITULO 1

Chris

Escuché su risa incluso antes de que su mano tocara mi hombro, su cabello castaño cayó en ondas frente a mi rostro justo cuando asomó su cabeza por encima de la mía. Su sonrisa solo se ensanchó cuando lamió mi nariz para luego apartarse con rapidez cuando intenté atraparla.

Cayó en el césped del patio de nuestra casa cuando corrió para alejarse. Sin poder contenerlo, reí al tiempo que ella soltaba una carcajada. Me puse de pie y caminé hacia ella mirándola con diversión antes de tenderle la mano.

Dudó antes de tomarla y aunque noté el atisbo de maldad en sus ojos pensando en tirarme junto a ella, sabía que sería en vano, tenía el triple de masa muscular que ella, solo se haría daño y se ganaría una venganza solo por el mero intento.

— ¿Te irás el sábado? —la pregunta había estado allí, lo noté cada día de la semana en curso, pero apenas se había atrevido a preguntar. Mordió su labio inferior, mi postura se enderezó cuando la abracé.

— Tengo qué. —atiné a decir con dolor. La extrañaba cada que me iba, pero era mi futuro, nuestro futuro. Y ella lo sabía. Tenía catorce y era cuestión de un par de años más antes de que decidiera que quería para su vida.

— Lo sé. —se removió incomoda en mis brazos. No pregunté por qué estaba tan triste, más que la última vez de hecho, algo me decía que la respuesta la sabia. Desde que mamá había muerto hace un par de años, nuestro padre se había refugiado en mujeres y alcohol, no le importaba Maia, y de no ser por nuestra tía Meg viviendo al lado, mi hermana y yo habríamos sido entregados a servicios infantiles.

— Pronto volveré por ti. —solté, sus ojos marrones me observaron y duda e incertidumbre parpadeó en ellos. No quería darle falsas esperanzas, pero el sueño de unirme a los Boston Devils estaba más cerca cada vez y cuando eso sucediera, lo primero que haría sería convencer a papá de que Maia estaría mejor conmigo. Asi fuese un simple jugador en entrenamiento.

— ¿Prometes que estarás allí siempre? —la inocencia en sus ojos que tanto amaba se perdía cada día. Sabía que era duro para ella vivir a kilómetros de mi junto a un padre ausente y una madre muerta.
Besé la coronilla de su cabeza y la sostuve contra mi pecho con fuerza. Su aroma me abordó y una leve sonrisa figuró en mi rostro. Olía a mi bebé. A mi pequeña hermana.

— No te lo prometo. —se tensó y las lágrimas llenaron sus ojos. Tomé su mentón y la hice mirarme cuando intentó zafarse. —Te lo juro.

Rompí ese juramento años más tarde, y la llevé a la muerte.

Repasé la silueta de mi hermana sonriente en la foto y el dolor apuñaló mi pecho como siempre. Cada día la punzada se hacía más fuerte a pesar de que uno pensaría que sería todo lo contrario. Era un sentimiento con el que estaba familiarizado, pero la culpa lo acompañaba, y a veces no podía con ambos. Lo intentaba, pero a veces era mucho más fácil empinarme una botella de cualquier mierda que me hiciera olvidar. 

Ya no estaba funcionando como antes.

Maia fue todo para mí y en vez de protegerla como juré hacerlo, terminé llevándola a un lugar peor que el que ella en su momento consideró su hogar. La vida en Boston la desestabilizó y la llevó a un circulo de perdición en donde yo no estuve para cuidarla. Preferí creer que estaría bien y no pude decirle que no cuando su hermosa sonrisa de diecisiete años me pidió a gritos que no la alejara de Boston. La dejé sola y acepté el reclutamiento en los Chicago Warriors. Me hundí en alcohol y mujeres al igual que nuestro padre cuando él murió. Y ella solo me tenía a mí. O eso creí.

— ¿Por qué todos los que entran a mi vida terminan dejándome?

Sus palabras tras la desintoxicación en el hospital habían hecho mella en mí y volví a mis cinco sentidos. No tomé durante años y me dediqué a su rehabilitación en cuerpo y alma. Hasta que Phil entró a su vida. Alaia había sido un rayo de luz que iluminó toda la oscuridad en su alma y fue la mejor madre durante más de un año. Hasta que fue ella la que dejó a su hija sola por miedo, por temor a perderla.

Me pidió a gritos esa noche que la ayudara, que no permitiera que Nicholas le quitara lo único que tenía bueno en su vida. Y de nuevo le juré que no lo permitiría, que no dejaría que nadie llegara a ella. Pero hubo duda en sus ojos. No me creyó ni una sola de las palabras saliendo de mi boca porque ya le había fallado más de una vez, prefirió ser ella quien se salvara esa vez y se terminó perdiendo para siempre.

— Christopher. —no la miré una vez llegamos al hotel. Mi habitación se sentía pequeña con todas las emociones carcomiéndome. La mentira. El dolor. La traición. La culpa. Mi propia hermana me había mentido durante años y eso dolía demasiado. —Chris, por favor. —las lágrimas asaltaban sus avellanas cuando me di la oportunidad de tomar un vistazo. Mi corazón dolía por mí y por ella.

— ¿Por qué? ¿Por qué no confiaste en mí y me dejaste creer que Erick era el responsable de todo? —él la había protegido más que yo.

— Temí que le hicieras algo a Nicholas y...—se calló y miró al suelo. Phil nos miraba con dolor desde atrás, Alaia descansaba en la cama dormida, mi pequeño sol inconsciente de toda la mierda pasando.

— Esto no es solo por Stevens, ¿verdad? —sacudió la cabeza luego de un par de segundos sin inmutarse. —Él tampoco tuvo la culpa de lo que pasó. —no fue pregunta, me bastaba la mirada cabizbaja en su rostro para saber que había más de lo que ella y Erick habían dicho, incluso Erick no sabía mucho, lució igual de consternado cuando Nicholas soltó la verdad.

— Yo...—su boca se cerró de golpe cuando el llanto apareció. Phil apareció a su lado llevando sus manos a sus hombros. Mis ojos se enfocaron en él.




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