Chris.
Observé a mis compañeros compitiendo en el campo y una punzada se instaló en mi pecho, la gélida mirada de Maikel se encontró con la mía y caminé hacia él por segunda ocasión en los últimos veinte minutos.
— Ni lo pienses. La respuesta es un rotundo no. Y ya deja de molestar, Hotch, no pienso cambiar de parecer por tu patética cara de perro regañado. —habló una vez me acerqué. Suspiré frustrado con ganas de golpearlo.
¿Era en serio?
— Voy a ir a la puta terapia y dejaré de saltarme los entrenamientos. ¿Contento? —la esperanza que palpitaba en mí se desvaneció cuando no me miró, ni siquiera me respondió. —Estoy hablando contigo.
La risa seca que le siguió me hizo saber que me escuchaba fuerte y claro y que me estaba ignorando a propósito. Maldito. —Yo también hablé contigo hace meses cuando te advertí lo que sucedería si seguías con la mierda que te traías. —me miró. —¿Creíste que era broma? ¿Qué no iba a cumplir mi palabra? —se burló sin inmutarse a lo que sucedía en el campo. Los chicos tenían todo controlado, pero yo debería estar allí con ellos. No aquí sentado en la maldita banca haciéndole creer al mundo que me había lesionado.
— Lo siento. No sucederá de nuevo. —sus ojos vieron a través de mi claramente consciente de que era el desespero hablando y no mi yo arrepentido.
— No soy idiota. Estuve muchas veces en tu lugar, Hotch, sé perfectamente reconocer una mentira cuando la escucho. Era el mejor en ello. Y me costó mi carrera. —mantuve mi boca cerrada consciente de que no iba a conseguir una mierda con el hombre frente a mí. —¿Algo más? ¿Un hombro para llorar? —enarcó una ceja en mi dirección.
Como odiaba cuando me hacía sentir como un jodido crio.
— Voy a volver a jugar, y lo sabes.
— Lo único que sé es que tienes una expulsión segura si no vas a terapia. Hablé con Hannah y le dije que la próxima semana le enviaría tu seguimiento al consejo. —mi mandíbula se apretó con fuerza. Si eso llegaba al consejo sería la terapia o mi carrera. —Touchdown, compañero. —se giró dándome la espalda.
A su lado, Blake me repasó con lastima. Hasta mis amigos se habían vuelto en mi contra y habían tomado la posición de no hablarme hasta nuevo aviso. Rick era el único respondiéndome las llamadas y solo lo hacía para mandarme a la mierda. Mike había dicho que se presentaría en mi casa si no escuchaba a su novio y ponía mi culo frente a la terapeuta que escogiera la liga.
Caminé de nuevo al palco donde Verónica estaba junto a Emma y Jake. Una chica acompañaba a la novia de Nick al tanto de todo menos del partido frente a ella.
— Papá y los chicos ganarán hoy. —soltó Jake todo pintado de azul como el mayor fan de los Boston Devils. Despeiné su cabello y aun así siguió con su vista al frente gritando a todo pulmón. Me reí al ver a Verónica seguirle los pasos a su hijo y comenzar a gritar.
Posé mis ojos en las dos mujeres tras de nosotros, Emma mantenía una sonrisa en su rostro mientras que la otra mujer lucía consternada y con ganas de salir de aquí. Sus ojos azules mostraban temor a que tal vez alguien se le fuese a abalanzar encima en cualquier minuto.
Escanee su vestuario, algo poco seguro si quería salir corriendo la verdad, esa falda no permitiría que llegara muy lejos, aunque las sandalias podían llegar a servir.
Mis ojos fueron a la leve mancha en su brazo y me detuve en seco. Ese lunar lo había visto, pero en una parte diferente del cuerpo. Reparé sus ojos de nuevo y sonreí. Carajo. A menos a que Valentina Campbell hubiese dejado las pasarelas en Milán para dedicarse a vestir faldas nada glamurosas como ella diría, esta mujer debía tener alguna relación con ella.
— ¿Me repites a quién apoyamos? —murmuró en dirección a Emma, poco complacida de estar aquí.
— Los verdes estaría bien. —solté a medida que me acercaba. La mujer junto a Emma entrecerró los ojos en mi dirección. ¿Sabría quién era? No tenía idea de si tenía alguna relación con Valentina, pero algo me decía que mi teoría no era tan descabellada. Si le quitaba las gafas de montura gruesa que traía y soltaba su cabello de la trenza en la que estaba envuelto, un poco de maquillaje también, sería la copia exacta del rostro de la mujer que me había follado tantas veces.
Me senté a su lado, dejándola en medio de Emma y de mí. Mi mano tomó la suya con amabilidad y puse un ligero beso en ella. La mujer tembló debajo de mi agarre mientras tomaba un rápido vistazo del lunar junto a su muñeca. Era el mismo. —Soy Christopher. —la pelinegra asintió sin darme una segunda mirada, arrancando su mano de mi agarre con rapidez. Su atención se fijó en el partido frente a nosotros como si fuese lo más fascinante. En lugar de dejar de mirarla, me recliné en mi lugar y me mantuve reparándola. Tenía que ser hermana de Valentina, o por lo menos una prima. — No te gustan estos lugares, ¿verdad? —asintió y noté su cuerpo relajarse a mi lado.
— Vanessa no sabe mucho de fútbol americano, tampoco le gusta. —sonreí y pasé mis ojos de la mujer a Emma. Vanessa y Valentina. No podía ser una simple coincidencia. —¿Cómo está tu pierna? —gruñí, recordando las palabras de Maikel.
— No me lo recuerdes, yo debería estar allí, no aquí rodeado de azul haciéndome sentir jodidamente alterado. —exclamé viendo a la mujer llegando junto a Verónica. Carla Hamilton no había cambiado en lo absoluto desde la última vez que la vi. Escuché a mi lado una pequeña risita acompañada de una leve tos. —Bueno, parece que no soy un ser despreciable a los ojos de esta bella mujer. —volví mi atención a Vanessa.
— Nunca dije que lo fueras. —dijo sonriendo. Nunca había visto a Valentina sonreír de esta forma. Mientras que la de la mujer a mi lado parecía genuina e inocente, la de la mujer en mi antigua vida, era vacía y sin sentimientos. —Emma, de nuevo dime, ¿por qué estamos aquí cuando podríamos estar haciendo caridad en su lugar? —parecía una ligera broma, pero algo me decía que lo hablaba en serio.
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Editado: 04.06.2024