Lana.
Me despedí de la sonrisa ladeada de Christopher al otro lado de la pantalla, mis ojos demorando un poco en apartarse de ella. Me desestabilizaba de una manera arrolladora y luchaba por mantenerme concentrada cada que hablábamos, mucho más cuando estaba cerca de mí.
Había sido difícil mantener mis sentimientos a un lado en donde las palabras y miradas de Christopher Hotch no llegaran, incluso aún no estaba del todo segura de haberlo conseguido. Era difícil pensar con el cerebro y no con el cuerpo o el corazón cada que mi mente lo cruzaba de nuevo.
Se había vuelto una rutina de la cual sería demasiado complicado alejarse cuando llegara a su fin. Las conversaciones eventualmente disminuirían cuando notara que en estos momentos no podía darle lo que las miradas esperanzadas me lanzaban.
Ese casi beso me había vuelto un manojo de nervios, sostener su mano en el trayecto a lo de Bailey había sido difícil de llevar. Cuando su mano rozó mi mejilla, quise tirar de el directo a mí con tantas ganas que me sorprendía el nivel de control que mi cuerpo pareció explorar.
Fue aún más complicado no sentirme culpable y miserable al notar que aun con la decepción plantada en sus hermosos ojos, decidió acompañarme. Era un completo caballero y por mucho que lo pensara, no lograba comprender como la mierda por la que estaba envuelta lo había atraído.
Mark no había aparecido en un par de semanas, pero, aun así, el miedo no se iba, sabía que volvería y cumpliría su palabra. No era de los que amenazaban en vano, pasaría por encima de Owen y del maldito FBI de ser necesario solo para vengarse de mí.
No tenía mi nuevo número, pero eso no impediría que buscara la manera de localizarme, sobretodo, porque sabía que no tenía otro lugar a donde ir sino a casa de Owen y Bailey. Sasha se había ofrecido a darme hospedaje, pero ya era suficiente haber metido a mis amigos más cercanos en el rollo en el que estaba, no quería que ahora Sasha también se viese envuelta en él.
El golpe en la puerta me sacó de mis pensamientos, y la sonrisa de Bailey apareció en el umbral con una bandeja llena de pequeños muffins que sabía que acabarían en mi estómago una vez se terminara de acercar.
— ¿Cuántas mezclas distintas probaste esta vez? —inquirí al notar los diferentes rellenos y cubiertas. Acabaría con dolor estomacal.
Se encogió de hombros y tomó asiento en el lugar disponible sobre mi cama. —Unas cuantas. —mordió su labio inferior a medida que llevaba uno de ellos a mi boca. Me detuve con el dulce a mitad de su camino y lo puse de nuevo en la bandeja.
— ¿Qué va mal? —suspiró y sonrió de lado.
— ¿Puedo hacerte una pregunta? —asentí y esperé pacientemente a que la duda que se instaló en sus ojos marrones desapareciera. —¿Te gusta el jugador?
Enarqué una de mis cejas en su dirección. De todas las preguntas esa era la que menos me esperaba y para la única que no estaba preparada en lo absoluto.
Se estaba demorando demasiado en preguntar. Había visto la mirada esperanzada en sus ojos cuando llegué con Christopher empapada por la lluvia. En el fondo, mi amiga creía y mantenía el anhelo de que yo por fin pudiese ser feliz.
— Bailey. —cerró sus ojos y apretándolos sacudió su cabeza haciendo que las ondas de su cabello se movieran con ella.
— No me mientas, Lana. Es solo una pregunta.
— No tengo una respuesta. —parcialmente era cierto. Había dos lados de mi cuerpo en una encrucijada: mi corazón y mi cerebro. No sabía a cuál de los dos hacerle caso.
Rodó los ojos y soltó el aire. —Cariño, tu y yo sabemos que la respuesta la tienes. No quiero presionarte, pero estoy preocupada por ti.
— ¿Por? —me hice la tonta.
Tomó el cojín junto a ella y me lo aventó con una ligera risilla. —No es broma. Y sí, estoy preocupada porque siento que te estás reprimiendo por culpa de ese idiota. —callé. —¿Ves? Te conozco desde el jardín de niños, Lana.
— Tengo miedo. —me sinceré. —Quiero abrirle mi corazón a Christopher, pero hacerlo de verdad. Sin secretos ni mierdas de por medio. Odio a Mark como no tienes idea por negarme indirectamente la posibilidad de ser feliz. Lo detesto. —suspiré. —No puedo hacerle esto a Christopher. No puedo meterlo en esto, ponerlo en peligro solo por el capricho de que quiero intentar ser feliz con él.
— No es un capricho. —me refutó. —Es lo que sientes. Nunca te he visto así de entusiasmada con alguien. Ni siquiera con Mark al inicio de su relación. Christopher te ilumina el alma, Lana. No solo el corazón.
— Lo sé.
— Owen está haciendo lo que está a su alcance, es solo cuestión de tiempo antes de que reúna lo necesario y consiga una orden. —asentí. Sabía eso. El hombre prácticamente no dormía y se la pasaba en el Buró todo el día, Sasha se estaba volviendo loca por estar encima suyo para que descansara, pero parecía que esto se había vuelto más personal desde su plática con Mark.
— ¿Por qué no hablas con él? Tú no debes decidir por el hombre. Déjalo que tome su decisión y te elija, porque sé que lo hará. —no tenía idea de que hacer o pensar. A estas alturas no estaba en posición de dejar el juego, no cuando me había aferrado tanto al balón para llegar a la zona de anotación.
Tomé el muffin e ignoré sus palabras, pero aun así quedaron encendidas en mi cabeza como luces de navidad instándome a recordarlas. —Toc, Toc.
Bailey chilló ante la intromisión de Owen dentro de la habitación. Su barba llenaba por completo su rostro y lucía cansado. —Parece que alguien se ha dado la posibilidad de venir a saludar. —dije con una sonrisa. La suya se ensanchó y caminó hasta nosotras depositando un par de besos en nuestras cabezas.
— Cariño, no sé qué hiciste, pero creo que debes ir a la cocina antes de que tengamos que llamar a los bomberos. —los ojos de Bailey se abrieron completamente consternados y pasando de nosotros, se levantó con rapidez corriendo a la cocina.
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Editado: 04.06.2024