Lana.
Repasé el número en el marcador y el deseo de presionar el botón me invadió. ¿Qué estaría haciendo? Mis dedos fueron a mis labios recordando la sensación de su boca junto a la mía. Lo extrañaba. Y a pesar de que había tratado de olvidarlo y concentrarme en otras cosas, no lo había conseguido.
Mark se había vuelto un jodido idiota o tal vez siempre lo había sido y por ignorarlo, no me había dado cuenta de ello. Apenas si aparecía por aquí y lo agradecía. Owen le seguía pisando los talones sin importarle lo que mi exnovio pudiera hacerle.
El nombre de la enfermera de mamá en la clínica borró el número de Christopher de la pantalla y el dolor se instaló en mi pecho.
Contesté sin pensarlo temiendo lo peor como siempre que llamaba de sorpresa.
— Sara. —escuché su respiración del otro lado. —¿Todo bien?
— No te preocupes, Lana. No por ahora por lo menos. —era realista y sincera, se lo agradecía. Mamá había demorado demasiado en este mundo teniendo en cuenta su situación. El tratamiento que Bailey y Owen habían pagado parecía estar manteniéndola un poco más con nosotros, pero igual, los médicos decían que era cuestión de tiempo antes de que ya no funcionara más. El cáncer se la estaba consumiendo lentamente, y a pesar, de la sonrisa en su rostro cada que iba a verla, sabía que el dolor estaba pudiendo con ella.
— ¿Está bien?
La escuché soltar un suspiro. —Algunos días son mejores que otros. Hoy hace parte de ese otros.
— ¿Puedo ir?
— Las visitas son en dos días, Lana. Sabes que para que más que el estado físico, a nivel emocional ella no está bien. Ella fue clara al decir que dos veces a la semana. No quiere interferir con tu vida. —ese era el problema. Ella era mi vida.
¿Qué pasaría cuando ya no estuviera?
Había perdido a papá y ahora la perdería a ella. No me quedaría nadie más.
— Claro.
— Llamo para decirte que el doctor Lawrence vendrá el jueves y la checará. Ella quiere que estés en esto con ella.
— Estaré allí. Solo mándame los datos de la cita. —el tiempo no sería problema. Ya no tenía que mentirle a mi mejor amiga para ir a ver a mi madre sin preocuparla. Incluso me había acompañado en un par de ocasiones y siempre terminaba llorando a mares cuando dejábamos las instalaciones.
Esa había sido mi rutina los primeros meses de haberla internado. Había sido su decisión y yo respeté eso. El hecho de verla sufriendo me carcomía e intentaba ser fuerte por ella, pero a veces simplemente me derrumbaba y me permitía llorar.
— Claro, cariño. Te avisaré mañana. Nos vemos pronto.
Sin más, colgó, dejándome en la soledad del departamento que en su momento consideré mi hogar. El sentimiento se había desvanecido con los años y me negué a aceptarlo.
Si tan solo no hubiese ido a la fiesta donde conocí a Mark. Eso no me habría traído al nido de miedos en el que me encuentro justo ahora.
El teléfono volvió a sonar y al ver que se trataba de Bailey, atendí sin pensarlo.
— Hola, linda. —su voz cantarina me sorprendió. Últimamente la notaba mucho más apagada de lo habitual y cuando preguntaba, simplemente me cambiaba el tema para no ahondar más en el.
— Hola, hermosa. —tomé mi bolso de la encimera. —¿Sucede algo? Iba en camino.
— Hoy no abriremos. —confundida, me detuve a mitad de camino.
— ¿Por?
— Ven a casa. Tengo una sorpresa. Bueno. Realmente tenemos.
Escuché un par de risas al fondo.
— ¿Todo bien?
— Solo ven.
Me colgó.
¿De verdad?
Sonreí a medias y salí del lugar deteniendo el primer taxi que pasó. No alcanzaría a tomar el metro si caminaba hasta la estación.
***
Los cuatro pares de ojos que miraban directamente en mi dirección me estaban volviendo loca. Mientras Bailey y Sasha mantenían una sonrisa amplia en sus rostros, Evan y Owen se limitaban a la simple seriedad que normalmente no mantenían en ellos.
¿De qué iba todo esto?
— A ver. Ya me están asustando. Hablen de una vez y dejen de mirarme como si yo fuese una jodida extraterrestre.
— Siéntate, Lana. —me apuntó Owen caminando hasta Sasha. La morena entrecerró sus ojos en su dirección deteniéndolo. A pesar de que habían vuelto y estaban mejor que nunca, Sasha aún se sentía algo temerosa de algunas acciones de Owen, y si mi amigo no se andaba con calma con ella, las cosas no iban a terminar bien.
— No. —pronuncié. —Solo díganme. —chillé haciendo un ligero puchero.
Todos rieron y se sentaron en las sillas de la cocina de Bailey. —Qué mujer tan terca.
— Soy más sobre llevable que Sasha, así que no te quejes.
— Hay una gran diferencia.
— ¿Ah sí? —lo noté sonreír.
— Owen, no seas cochino. —dijo Bailey volviendo su atención a la masa frente a ella. Su hermano rodó los ojos y se mantuvo en silencio.
— Mojigata. —masculló por lo bajo, riendo.
— Prostituto.
— ¿Eso crees que es un insulto? —se burló de ella.
Entorné los ojos y le arrebaté la cuchara a Bailey de la mano, apuntándola con ella. — Oh vamos. Dejen de ser unos niños y díganme. Luego si quieren les preparo las palomitas a todos para escucharlos discutir. —mis ojos pasaron a Owen. Sasha sonrió y se sentó en su regazo mirándome con gracia.
— Cielo, creo que podrías pensar en mudarte pronto. —confundida, esperé paciente a que continuara. —Hoy capturamos a Mark. —mi corazón se detuvo con solo cuatro palabras. ¿Me estaba jodiendo?
Sus sonrisas se ampliaron y Evan apareció tras de mi sosteniéndome por los hombros. —Hay un lugar en mi departamento si quieres venir conmigo. —se burló de mí. Lo golpeé como pude sin hacerle el mínimo daño ante mi estado de aturdimiento.
— ¿No es broma? —Owen sacudió la cabeza y las lágrimas llenaron mis ojos.
¿Por qué me sentía tan feliz?
No lo sabía, pero lo estaba. La paz se instaló en mi pecho y por primera vez en meses pude respirar con tranquilidad.
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Editado: 04.06.2024