Chris.
El sentimiento de perdida se instaló en mí, nada más abrir los ojos y encontrar el lugar a mi lado completamente vacío.
La realidad de los sucesos de anoche, me embargó como un jodido balde de agua fría.
¿De verdad esta mierda estaba pasando?
Caminé al armario, no sorprendiéndome en lo absoluto al encontrar un gran espacio vacío en donde antes estaba la ropa de Lana.
Coloqué la primera camisa que encontré sobre mi pecho y salí de mi habitación preocupado por no escuchar a Enzo por ningún lado.
¿Se lo habría llevado?
Mis ojos se cuadraron sorprendidos al ver a la mujer con la mirada fija en el pequeño animal sobre su regazo, ausente de mi presencia. La maleta a su lado luciendo tan fuera de lugar.
— Mami te ama, y tú mi pequeño, vas a comportarte de maravilla con papá. —su voz sonaba perdida y me dio la confirmación a la pregunta que, durante una semana, llevaba rondando por mi cabeza con insistencia.
Se iría.
— Sigues aquí. —solté dirigiéndome hacia ella.
Saltó desde el sofá y dejó a Enzo a un lado, mientras sus ojos se encontraban con los míos. No sabia cual de los dos debía lucir mas roto justo ahora, pero sí que ambos estábamos jodidamente perdidos.
— Sigo aquí. —me respondió sin moverse. —No te mereces que me vaya sin decirte.
— ¿Pero si me merezco que me dejes? —me burlé.
¿De qué iba todo esto?
— No lo...
— ¿Entiendo? —terminé por ella. —Claro que no lo entiendo, Lana. —caminé hasta llegar a estar a un par de pasos de ella. —No lo entiendo porque llevo dos putas semanas preguntándote que demonios sucede y no me has dicho nada. —sin contenerme, tomé su mentón y la obligué a mirarme. —¿Piensas seguirlo haciendo? —sacudió la cabeza. —Entonces habla.
No quise sonar furioso, pero justamente ahora, era el único sentimiento que era capaz de demostrar.
— Voy a regresar a Boston.
— Eso ya lo sé. —dije con dureza haciéndola encogerse.
— No quiero que me busques, Christopher. —entrecerré mis ojos hacia ella. —Debes prometérmelo si quieres que te diga.
— ¿Me estás poniendo condiciones cuando merezco saberlo? —murmuré incrédulo. —¿Qué demonios está mal?
— Todo. —lloró. —Y necesito que te quedes aquí y sigas con tu maldita vida justo como si yo nunca hubiese pasado por ella. —me chistó.
— ¿Ah sí? —me acerqué con cautela. —¿Sabes como era mi vida antes de ti? —la tomé con fuerza del rostro con el mío a escasos centímetros. —Una jodida miseria.
— Pues el hecho de que yo me vaya no debe hacerte volver a eso. —me enfrentó, intentando hacerse la fuerte, pero sabia que le estaba costando.
— ¿Quieres una puta promesa? —casi grité. —Está bien, Lana. Tienes tu promesa, porque no voy a seguir en esto si tú no estás en la misma tónica que yo. —solté.
— Mark me llamó. —mi furia se fue con tres palabras. ¿Ese idiota no estaba preso? —Y antes de que digas nada, déjame terminar. —frenó mis palabras.
— Lana.
— Cállate y escucha. —suspiró. —Voy a regresar con él.
— ¿Estás demente? —pregunté incrédulo. —¿Qué te dijo?
— No voy a ponerlos en peligro y espero que respetes eso.
— ¿Qué respete qué? —me acerqué de nuevo. —¿Qué te las quieres de tirar de heroína cuando ese idiota lo único que quiere es joderte la vida? —la tomé de los brazos y la atraje hacia mí. —Lo vamos a solucionar. Llamaremos a Owen y...—su sonrisa me detuvo.
Ella se había rendido ya.
— No hay nada que hacer, Christopher. —me aclaró. —Le dieron libertad condicional, consiguió un acuerdo.
— Entonces nos iremos y...
— No. —soltó, zafándose de mi agarre. —Esto no es solo sobre ti y sobre mí. —sacudió la cabeza. —No pienso perjudicar a nadie solo por huirle. —las lagrimas salieron por sus ojos.
— ¿Te amenazó con hacernos daño?
— Lo hizo. Y lo cumplirá. —espetó. —Intentó matar a Owen, no quiero que eso se vuelva una jodida realidad.
— Muñeca...—intenté acercarme, pero retrocedió.
— Por favor, Christopher. —tomó su bolso de las patas de Enzo. —Si no lo haces por mí, hazlo por Bailey y por su hija, hazlo por Grand que merece tener alguien que ilumine su vida.
— ¿Y que hay de nosotros? —por una jodida vez en mi vida quería ser egoísta, aunque estuviese mal, quería alguien que iluminara mi vida, porque nadie lo haría como ella. —¿Qué hay de ti, Lana? —dije al borde del desespero.
— No creas ni por un segundo que no te amo. Y es por esa razón que lo hago. Porque los amo a todos. —se acercó, levantando su mano en dirección a mi mejilla. Su contacto con mi piel quemó. No quería una maldita despedida. Y era justo lo que me estaba dando. —No me busques, por favor. Y no intentes llamar a Bailey, su embarazo es de riesgo y preocuparla con esto solo puede empeorarlo.
— Hay otras opciones, Lana.
— Puede. —sonrió de lado. —Pero no tengo tiempo para pensar en ellas. —se detuvo en seco. —Me está esperando.
— Me rehusó a permitir que te vayas así, por favor, Lana. —sus labios estuvieron contra los míos en cuestión de segundos, besándome, pero no pude corresponderle, no así. —Muñeca, no...
— Te amo, ¿ok? —pasó su mano lentamente por mi mejilla. —Cumple tu promesa.
Un minuto después, tras darle un beso a Enzo y dejarlo ladrando, salió por la puerta dejándome vacío, perdido y desconcertado. Y peor aún, con las manos atadas por no poder hacer mas que respetar su jodida decisión.
Ese idiota nos la iba a pagar. Todas y cada una. Me importaba un culo la maldita promesa que le había hecho, no valían mis palabras en lo absoluto.
Me valía muy poco lo que tendría que sacrificar para tenerla de vuelta. Lastimosamente, ella tenia razón, necesitaba tiempo para pensar en algo, y mientras eso sucedía, ella seguiría con ese maldito infeliz.
***
Dos semanas después.
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Editado: 04.06.2024