Offside

EPILOGO

Lana.
Tres años después.

Caminé con Enzo a mi lado esperando que la galleta en mi mano sea para él. Su cola moviéndose de un lado a otro a medida que me acerqué a la sala donde Christopher besaba las mejillas de Abby haciéndola reír por los mimos incesantes de su padre.

— ¿Quién es la princesa de papá? —reí un poco sentándome a su lado y atrayendo su atención y la de nuestra hija, quien, al ver la galleta en mi mano, dejó de reírse y estiró su manito para tomarla.

Partí el trozo a la mitad y le tendí la mitad mientras que le pasaba la otra a Enzo.

— ¿Para mi no hay?

Sacudí la cabeza y pasé mi mano izquierda por las ligeras ondas castañas de la pequeña de la casa. Sus ojitos marrones me miraron para luego tenderme la galleta en su mano invitándome a comer un poco.

— No, amor. —besé su cabeza. —Es tuya. —su ceño se frunció y miró a Christopher haciendo lo mismo que había hecho minutos antes conmigo.

El hombre a mi lado, a diferencia de mí, tomó un pequeño mordisco haciendo reír a la niña en su regazo.

— Me ama. —soltó mirándome.

— Claro que lo hace. —me recosté en su brazo. —Es una niña de papá.

— ¿No quieres un niño de mamá?

— ¡Christopher! —me quejé.

— Oye, que mala idea no es. —miró a Abigail. —Ella necesita un hermano que la proteja de los idiotas.

— Ya tiene a Ethan para eso. —reí mencionando a nuestro pequeño ahijado de casi tres años.

La sonrisa de Christopher se desfiguró.

— Ellos pueden jugar todo lo que quieran, mientras que Valentina deje las ideas absurdas que tiene en la cabeza de hacer que mi bebé sea novia del suyo cuando sean adolescentes. —se quejó.

— Oh vamos. Son unos niños, y Val solo disfruta burlándose de ti.

— No es gracioso. —afirmó.

— Lo es.

Mi risa no se detuvo incluso cuando sus ojos lanzaban dagas en mi dirección.

— ¿Ya estás listo? —pregunté tras un par de minutos intentando contener la risa.

— Agradece que tenemos que salir rápido. —murmuró poniéndose de pie. —Grand llamó y dice que vendrá por Lexi en una hora.

Mi pequeña sobrina de tres años yacía dormida en la cama de invitados ausente de los problemas entre sus padres.

Estos dos ni con le paso de los años habían dejado sus diferencias de lado. Pura mierda. La tensión entre ellos se podría cortar con un par de tijeras.

— ¿Qué te dijo?

— Que Bailey lo tiene hasta el...—pegó a la niña a su pecho tapando sus oídos. Rodé mis ojos ante el gesto. —culo.

— Entendí la referencia aun si no hubieses dicho la palabra.

— ¿Entonces para que preguntas? —se encogió de hombros. —¿Despierto yo a Lexi?

Sacudí la cabeza y me puse de pie.

— Voy yo.

Lo pasé y caminé a la habitación donde estaba la niña, deleitándome con la imagen que me recibió. Lexi abrazaba el grinch que Grand le había regalado un par de días después de su nacimiento como si su vida dependiera de ello.

— Quiero que tenga algo que le recuerde a su papá. —Bailey lo había mirado con horror en sus ojos haciéndolo reír y a todos en la sala. Incluso a Owen. —¿Qué? Es mi película favorita.

Desde entonces, Lexi no dormía sin el muñeco verde a su lado y para colmo de males, dejaba de lado todas las muñecas que mi amiga insistía en comprarle.

Me acerqué a ella y sentándome en la cama, la moví ligeramente esperando pacientemente a que abriera sus ojos marrones con el sueño reflejado en ellos.

— ¿Ya nos vamos? —apartó el cabello rojo de su rostro y se incorporó sentándose.

— Si, mi cielo. —besé su cabeza.

— Tía Lana. —la miré. —No quelo il. —se quejó.

— ¿De verdad? —asintió. —Quédate aquí. —se recostó en la cama y algo me decía que la encontraría dormida cuando regresara.

Salí de la habitación y miré a Christopher quitándole los zapatos a nuestra hija con una sonrisa.

— Eres débil, muñeca.

— Lo sé. —chillé.

Siempre me dejaba envolver por esa niña al punto que Christopher simplemente se adelantaba a los hechos en este punto.

— ¿Vemos una película? —dije en lugar de reír por su rostro.

— Primero déjame dormir a este pequeño monstruo. —le sacó la blusa a la niña y besó su barriga. —¿Dormirás hoy con papá?

— No. —lo apunté.

— Lana.

— Christopher si no la dejas nunca en su cama, nunca aprenderá que es allí que debe dormir.

— Eres una aguafiestas.

— No me importa, ella duerme esta noche en su cuarto y si quieres puedes dormir en el suelo junto a ella para que no te sientas solo. —lo encaré, de repente molesta.

¿Qué?

— ¿De qué te ríes? —solté de mala gana al ver la sonrisa en su rostro.

Se puso de pie de nuevo con la niña en sus brazos y caminó al estante junto a la mesa de comedor, para luego dirigirse a mi con una caja en la mano. —Toma.
Miré lo que me tendía y lo miré confusa.

— No estoy embarazada.

Enarcó una ceja. —¿Ah no? —se burló. —Estás mas hormonal que de costumbre y no se si te has dado cuenta, pero los tampones en el baúl del baño siguen completamente sellados cuando te debió llegar hace más de un mes.

— La niña solo tiene un año. —dije consternada.

— ¿Y?

— Es muy pronto.

— No lo es. Así que ve a hacerte la jodida prueba y quítame la incertidumbre que tengo desde hace una semana.

— Dijiste un taco delante de la niña y no le tapaste los oídos.

— ¡Lana!

— ¡No me grites! —chillé, provocando la carcajada de su boca. —No estoy embarazada.

— Para mi lo estás hasta que no te hagas la prueba y salga negativa. —me besó la cabeza. —Vamos a dormir, mi princesa. Un beso a mamá. —besé la mano de mi hija viendo como se perdía con su padre en el pasillo dirigiéndose a su habitación, mis ojos pasando a la caja en mi mano.

Él tenía razón.




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