Ojos de gato Ácrux

Capítulo 7. Queriendo impresionar

Luego de estar revisando un rato los planos, entrenando un poco y pensar de vez en cuando en el abrazo de Rosy, escuché que hablaban por la cafetería del local, eran Max y Tania, que al parecer estaban molestando a Sirio por estar casado. Los humanos no consideraban que su unión fuese algo oficial. Recordé vagamente que si uno se unía a alguien, permanecían juntos siempre. Era como una especie de lazo de amistad y equipo. Pero para los humanos no existía eso quizá.

—Ella tiene razón —se burló Max—. Ustedes ni siquiera llevan una vida de pareja, solo paran juntos, eso no es. Hay muchas cosas que no entiendes sobre las parejas...

Sirio se puso de pie tras gruñir y ambos quedaron estáticos.

—No me interesa ni causa curiosidad salir con alguna otra mujer...

Suspiré y me acerqué. No debían molestarlo. Pero no supe a qué se referían ellos con «vida en pareja», y él estaba lo suficientemente loco como para estar aquí y no en su ciudad, junto con alguien que no era de nuestra especie. Luego de que les lanzara un par de amenazas, salió del lugar.

Max y Tania se miraban sorprendidos.

—¿Tanto defiende su dizque unión? —resopló Tania con decepción.

—Es eternidad —hablé. Ambos me miraron—. Ese anillo de núcleo es uno de los símbolos que más respetamos, puede decirse que es sagrado, nadie tiene porqué ponerlo en duda.

Alguien ya me había dicho esas palabras, así que las repetí. Sentí, además, que ya las había dicho antes.

Salí también del lugar, encontrándome con los automóviles. Como intentamos practicar un poco más temprano, estaban muy mal estacionados. Empujé el auto de Sirio y lo llamé. Él, que ya estaba un poco lejos, se detuvo.

—Este es el tuyo, ¿recuerdas? —Le di otro empujón con fuerza y el auto rodó hasta él. Agradeció y se lo llevó empujando.

Al regresar, escuché que Max y Tania seguían hablando.

—¿Vas a salir con tu novio hoy también?

—Ya me aburrí de él, quiero algo más emocionante. —Dejó de arreglarse el cabello y me miró de reojo. Sonrió.

—Quería preguntarles... ¿Ustedes cómo se unen? —quise saber.

Max soltó una carcajada, por lo que Tania le dio un palmazo en el hombro.

—No te burles.

—Si mamá gato y papá gato se gustan... —Volvió a caerle otro palmazo y suspiró—. Nosotros nos... eh, damos besos —murmuró con desgano.

—Besos, ¿cómo?

—Puedo enseñarte, gatito —ofreció ella—. Es pegar tus labios a la piel y boca de otra persona.

Fruncí el ceño. No me agradaba que me dijera gatito, no tenía nada que ver con ese animal, y no me agradaba el tono en el que me lo decía. Esa corriente horrorosa me recorrió y me hizo estremecer.

La imagen de la mujer de ojos mieles como los míos, apareció. Ella alguna vez había pegado sus labios a mi frente, pero la idea de yo hacer eso con otra persona me daba otro estremecimiento que no me agradaba nada.

 

Para después del almuerzo, no aparecían las jóvenes. La rulitos no venía. Vi hacia el otro lado de la cerca, esperando verla, pero nada, sin duda parecía que no iba a llegar. Suspiré. Terminó la jornada y regresé a mi habitación sin muchos ánimos.

¿Por qué la echaba de menos? Extrañaba su olor a fresas. ¿Dejé de importarle?

¿Y por qué me lo preguntaba? Como si algo así fuera posible. Si, claro, solo era un evolucionado, y un asesino, fuera como fuera que lo hice, lo había hecho.

 

***

 

Fui lanzado a una celda. La chica de ojos verdes oscuros fue retenida por dos humanos, al verla asustarse, gruñí.

—¡Suéltenla! —exclamé.

Los tipos rieron.

—¿Qué pasa, salvaje? ¿Quieres aparearte con ella? —Continuaron riendo.

Yo gruñí de nuevo, porque aparte de que no supe qué quisieron decir usando esa palabra, no me sonó nada bien, así que no hice más que enfurecerme.

—Le haremos unos cuantos exámenes a esta defectuosa H.E.

—¡No! —Me lancé contra ellos.

Gritaron, soltaron a la chica, pero logré atrapar a uno y romperle un hueso antes de que huyera. Una fuerte descarga me recorrió y caí con un golpe sordo contra el duro y frío suelo.

 

El toque en la puerta me hizo despertar. Volví a la realidad, olfateé para ver quién era y gruñí por lo bajo. ¿Y ahora qué querría?

—Gatito —llamó Tania.

Oh, por favor. ¿Otra vez?

Me puse de pie y le abrí, llevándome la sorpresa del día cuando se lanzó a mis brazos.

—Ay, perdón, me tropecé —dijo.

—Descuida...

No supe con qué había tropezado, no había ningún desnivel o algo así. Cuando la solté, ella no lo hizo, quedó rodeándome por la cintura. Llevaba una ropa un poco holgada, y hasta un poco translúcida.

¿O era que estaba viendo mal? No, seguro sí, y ya debía dejar de tratar de ver.

—¿Puedo pasar? —preguntó con un leve pestañeo.

Su proximidad me incomodó, pero no quería parecer grosero quizá, o muy duro si le decía que se apartara como la última vez.

—Claro, aunque no sé qué buscas.

Empezó a caminar, haciéndome retroceder. ¿Era alguna especie de juego de ellos? Cuando llegué al borde de la cama me hizo sentar, posicionándose sobre mí, acorralándome con sus piernas. Jadeé por la sorpresa. Había algo raro, no se suponía que esto fuera normal. ¿Qué iba a hacerme?

—Solo quiero preguntarte algo. —Sus manos recorrieron mi pecho, sentí esas extrañas descargas recorrerme—. ¿Te gustaría experimentar algo muy nuevo, que te dejará deseando repetir y repetir?

Empezó a desabrochar los botones de mi camisa y la detuve.

—¿Por qué me desnudas?

Soltó una leve risa.

—No lo hago. —Sin perder tiempo continuó.

La volví a detener, pero era veloz, ya iba por más de la mitad.

—Me quieres sacar la camisa.

—No. —Sonrió de lado—. Por si no sabes, aquí es normal que un hombre ande con el torso desnudo. —Parpadeé confundido, pero la dejé terminar con un poco de duda todavía.




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