Ojos de gato Ácrux

Capítulo 9. El recuerdo

Rosy me dio un beso. No, dos tal vez, uno solo fue roce. No importaba cómo, me los había dado, pasamos una tranquila noche, y estuvo bastante cerca de mí. Fue muy distinto a cuando pasó con Tania, esta vez no me sentí incómodo en extremo, solo tenía que quitar de lado la sensación de electricidad extraña que me inundaba cuando estaba con ella. Su aroma me agradaba, eso podía estar haciendo la diferencia.

Le enojó saber que Tania había estado cerca también, no entendí bien por qué, pero me causó mucha gracia. Por otro lado, sentí malestar, justo en ese momento pensé en que hubiera querido que fuese Rosy la que me tocara y diera besos esa vez, y no Tania.

Suspiré.

Estaba tendido en mi cama, sin saber por qué había suspirado, ni por qué llevaba más de una hora pensando en ella, en ese fugaz beso que me dio. Mi estómago fastidiaba un poco, y más cuando estaba con ella…

Tal vez tenía una enfermedad y nunca me la habían tratado, si estuve encerrado, tenía lógica. Lo raro era que no parecía afectarme físicamente, en ese caso entonces solo eran reflejos de mis malos recuerdos.

Me entretuve mirando al techo, viendo la forma de las vigas, estaban pintadas de blanco y apenas se notaban. De un segundo a otro esa vista se me hizo conocida, en algún momento de mi vida estuve tendido mirando vigas en un techo, y no sabía dónde.

 

Recordé que tenía papeles por revisar, así que me puse de pie percatándome de lo fácil que me era olvidar los problemas si pensaba en la rulitos. Fui a sacar los documentos de la pequeña bolsa en donde los escondí.

Pasé hoja por hoja, buscando si no había algo sobre mí, hasta que di con una. Estaba yo, sin duda había estado en aquella edificación durante mi encierro. Mencionaban los múltiples exámenes que me hicieron: rayos X, examen visual, examen de olfato, de audición, fuerza, resistencia ósea...

Se me escarapeló la piel al leer que me rompieron algún hueso para saber cuánto peso resistía. La punzada de dolor me recorrió todo el cuerpo tras el recuerdo de algún grito mío. Sacudí la cabeza y respiré hondo, mi visión se había puesto borrosa. Tras unos segundos volví a la normalidad, retomé la lectura y el último renglón me dejó frío.

«El sujeto escapó».

¿Qué?

Algo en mi mente afirmó eso, algo ahí me decía que sí, que escapé. ¿Entonces cómo regresé a su encierro? Con ese extraño sentimiento volví a tenderme en la cama y miré al techo. Las vigas… Abrí los ojos por completo al recordar.

¡Las vigas!

Estas tomaron otra forma, se hicieron de acero descubierto, el lugar era oscuro, algunos gruñidos en las lejanías. Era mi oscura celda, me habían arrojado aquí, mi cuerpo latía con dolor, mi mirada estaba perdida en las vigas.

El grito de la chica de ojos verdes me hizo dar un respingo.

Estaba en el frío suelo, mirando las vigas del techo. El terror y la angustia me devoraban, el recuerdo de su grito me había hecho reaccionar. Debía salir de ahí y evitar que le hicieran o le siguieran haciendo experimentos. Pensar en eso me angustió muchísimo más, busqué con desesperación un modo de salir, y ver las vigas me dio la respuesta.

¿Cómo no lo vi antes?

Me puse de pie con velocidad. Observé la litera en donde dormía, o intentaba hacerlo, y me era perfecto que estuviera en el rincón en donde casi no llegaba luz, de por sí escasa en ese apestoso lugar. Acomodé mi dizque almohada y la cubrí con la sábana. Como la luz no llegaba bien, sería difícil que notaran que yo no estaba.

Les escuché, eran dos humanos, ya venían por mí. Miré a las vigas en el techo, me agazapé un poco y brinqué, aferrándome a las vigas con brazos y piernas, apretando las garras causando un leve chirrido, procuré pegar mi cuerpo lo más posible al techo para que no me notaran. El espacio era escaso, con suerte no caí.

Aparecieron los tipos.

—Hora de más diversión —dijo uno.

Como no respondí con un gruñido como de costumbre, se inquietaron.

—Bah. ¿Se habrá muerto o algo?

—No me extrañaría.

Abrieron la reja y entraron. El de la derecha sacó su bastón eléctrico y le dio un hincón a la almohada en la litera, fruncieron más el ceño y les caí de sorpresa. Aplasté a uno y al otro lo noqueé de un puñetazo. Ambos quedaron inconscientes en menos de tres segundos. Tomé el manojo de llaves y lo guardé.

Aunque quise matarlos, debía darme prisa. Salí con cautela, mi olfato me ayudaba, debía encontrarla a ella primero, a la joven en transición. Ella, ella… significaba mucho para mí.

Fui en absoluto silencio por los pasadizos, varios de mis congéneres me vieron, y cuando pasé por el lado de uno que parecía estar más enfocado y no fuera de sí, usé el manojo de llaves para liberarlo. Una vez que estuvo afuera, se lo di, tras darle la orden de liberar a los otros procurando no hacer ni el más mínimo ruido.

Seguí por el pasadizo y escuché humanos.

—Ya deberían haber vuelto con esa cosa.

Me oculté y preparé para atacar. El tipo pasó por mi lado y me lancé.

 

Me senté de golpe, lo que me hizo salir del recuerdo. El eco de mi gruñido se escuchaba en mi mente pero la habitación estaba en completo silencio.

¿Qué? ¡No! ¡Debía saber qué más ocurrió!

La cabeza me dio una fuerte punzada y me obligó a apretármela con las manos.

 

***

 

Completamente frustrado me encontré aguantando otro nuevo día. Los hermanos Alpha y Centauri tenían un duelo amistoso. Cruce los brazos y suspiré. Tan solo quería recordar qué había pasado conmigo, con esa chica, pero el dolor de cabeza me obligó a dejarlo de lado otra vez.

Quizá si me iba recordaría algo más. Claro, buscando tal vez los lugares que estaban en mi mente.

Un aroma llamó mi atención, aunque no solo la mía, la de los otros también. Era un venado. Estaba en el bosque ralo del fondo, detrás de la cerca. Como los otros tres de mi especie también lo habían visto, pude olfatear de forma leve la adrenalina que empezaba a correr por su sangre. Querían cazarlo, y yo también, el deseo de perseguirlo empezó a quemar.




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