Ojos de gato Ácrux

Capítulo 10. Vaya sorpresa

Corría por el bosque ralo de algarrobos, los hermanos Alpha y Centauri me seguían. Me sentía vivo, libre como los demás animales. El viento golpeaba mi cara, las aves cantaban en los árboles, algunas se animaron a volar cerca durante un trecho. Pronto se abriría ante nosotros un desierto, algo en mi interior me guiaba, quizá alguna brújula interna natural, sexto sentido animal. Conocía el pueblo al que me dirigía, hacia el sur. Quizá ahí había dejado a Pradera.

 

Lo recordé. Vine con ella por estos lugares.

—Ya estamos lejos. —El recuerdo de mi propia voz se hizo presente.

—Sí —respondió agotada.

Se detuvo y derrapé en la tierra para voltear a ver qué le pasó. Estaba apoyando sus manos en sus rodillas, me pidió un segundo de descanso.

Me aproximé mientras recuperaba la compostura. Aún estaba en transición, así que debía entender. Miré hacia la dirección por la que habíamos venido, temeroso de que aparecieran ellos, esos malditos en sus autos, con sus armas y demás cosas.

Agudicé el oído para estar alerta, pero sus brazos rodeándome me sacaron de foco.

—¿Pasa algo? —cuestioné casi en susurro.

Mis latidos se aceleraron.

—Es que no puedo creer que hemos salido, siento miedo.

Alzó la vista, apartándose un poco. Mis labios se curvaron en una muy leve sonrisa para calmarla.

—Estamos afuera, no voy a dejar que te toquen. Vamos, hay que seguir.

Asintió con leve entusiasmo...

 

Una ladera nos recibió, y aunque a mí me tomó casi por sorpresa por haber estado concentrado en mi recuerdo, a los hermanos no. Corrimos de bajada hasta llegar a llano, el desierto. Faltaba muy poco para ver aquel lugar…

A mi mente volvió Rosy. Volví a preocuparme por la situación en la que quedaron allá. Ya hacía casi unos cinco días que habíamos salido. Sirio también se fue, pero él tomó otra dirección en cierto punto. Justo cuando se presentó la oportunidad de poder irnos hubo un problema, H.E nos atacaron pero se solucionó. Logré escuchar algo sobre su último futuro paradero, así que pensaba avisar en cuanto volviera.

Primero tenía que llegar a esa ciudad y volver, quería ver a la rulitos, ya la extrañaba. Rogué que no le pasara nada mientras no estaba. Vimos a lo lejos lo que parecía ser el pueblo que recordaba y a la vez resistía a aparecer en mi mente.

Un aroma llamó mi atención. Pólvora. El recuerdo de eso me trajo otro. Humo de vehículos hizo volver el olor de los disparos, del metal caliente, el ruido. Sabor en mi boca a humo y polvo por haber corrido y caído contra la tierra.

Pero en ese recuerdo no estaba solo. Trataba de liberar a alguien, tiraba con desesperación de una red metálica al parecer. Gritó que me fuera, su voz me era muy familiar de toda la vida.

Toda una vida.

Tropecé y caí. Rodé por la arena, tosí un poco, Alpha tiró de mi brazo y pronto estuve de pie.

—Avancemos.

Retomamos la carrera. Ese sentimiento seguía en mí. Conocí a ese alguien de toda una vida, era aquel de ojos mieles como los míos. La idea de que fuera mi hermano surgió, quizá quien me esperaba en ese pueblo era un hermano al que había olvidado. Quizá era hasta mi antiguo hogar.

Quizá incluso mis padres estaban ahí. Eso me hizo sentir esperanza.

No aceleré porque no quería dejar a los hermanos atrás, pero ya quería encontrar a alguien, ya quería volver a sentirme acompañado. Era consciente del agujero en mi pecho al cual ya me había acostumbrado, pero ahí estaba, siempre.

 

Estando ya cerca volví a preocuparme por el leve olor a pólvora que habíamos olfateado. Cruzamos los primeros campos de sembrío, nos guiamos por un nuevo aroma: humanos. Gruñí sin planearlo siquiera y aceleré, los otros también.

Olfateé a varios congéneres en sus casas, por las calles no estaban. Esquivamos un grupo de patos que huían asustados, y al girar por una esquina solitaria al fin los vimos. Quedamos estáticos.

Un humano con tres evolucionados, rodeaban a uno de nosotros, uno joven.

—Ustedes no atacarían a otros de su especie sin razón pero estos tres sí —hablaba el humano—, y te harán pedazos si no vienes con nosotros.

Le hice señales a los hermanos. Ellos sabían bien ahora, al igual que yo, lo que debían buscar.

Echamos a correr de golpe, los H.E controlados voltearon pero no pudieron hacer nada. Gruñí de forma salvaje, como no lo había hecho hacía muchísimo quizá, y embestí al primero que estaba en mi camino. Rodamos con violencia por la tierra, gruñendo y rugiendo como leones. Tragué polvo pero no me importó, le arañé la cara con rápidos zarpazos, me dio un puñetazo y se lo devolví.

No sabía que podía agarrarme a pelear de esta forma, había creído que solo Sirio era así de agresivo, siempre creí que tenía mejor autocontrol y ética que él al pelear, pero ahora me desconocía. Era tan salvaje como cualquier H.E desterrado o que había crecido en el bosque.

Mordí, rasgué, golpeé, pero recordé entonces que el objetivo no era ese. Debíamos deshacer el control. Retuve del cuello al sujeto, miré al humano y vi que estaba retrocediendo tratando de llamar a alguien con su móvil.

Me le abalancé pero el tonto que tenía controlado me agarró la pierna y caí contra la tierra con un golpe seco. Lo pateé y arañé el piso en mi desesperación al ponerme de pie veloz. Solté un grito ahogado por los cuatro colmillos que se enterraron de golpe en mi hombro hasta el hueso. El dolor se disparó. Le di un codazo tras otro en el estómago al H.E., aunque con cada golpe sus colmillos parecían apretar más y empezar a rasgar. Grité y gruñí al mismo tiempo.

Centauri se lanzó a detenerlo, arrancándolo con una embestida y haciéndome gritar otra vez. Apreté mi hombro. El humano me miró sorprendido y asustado, me gustaba su miedo, despertaba mi rabia. Le mostré los colmillos en un salvaje y amenazador gruñido y me lancé.

Su grito patético fue lo único que soltó luego de que le quitara el control y lo estrellara contra el suelo de un golpe. No le había dado tan fuerte, pero los humanos a pesar de ser malos, eran débiles. Apagué el control de los evolucionados y los gruñidos alrededor se silenciaron.




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