Ojos de gato Ácrux

Capítulo 14. Una celebración

Volví a la ciudad de Rosy. No había ido a ver a Pradera, me acobardé. Si era cierto lo que recordaba, ella no estaba esperándome tal vez, pero luego de darle una última visita a Rosy, ya podría ir a hablarle… Quizá.

 

Entré sin problemas a la ciudad, por lo menos Max se estaba encargando de arreglar esas cosas con nosotros luego de que se descubriera lo que pasaba. Pero bien sabía que muchos sujetos, como el que mató a mi hermano, seguían perdidos por ahí, huyendo para que no los encerraran.

Rosy sabía que venía, le escribí en muy mal redactado mensaje. La vi y sonrió feliz, esa sonrisa que me contagiaba y llenaba, ya podía olfatear su aroma, estaba muy bonita, y creo que era la primera vez que la veía usando una camiseta y jeans, aunque la camiseta era blanca manga cero y tenía un lazo amarillo, muy como ella. Vino corriendo así que fui a su encuentro también. Brincó y me envolvió con brazos y piernas, haciéndome reír un poco.

—Hola, pequeña.

—Te he extrañadooo —se quejó. Me plantó un sonoro beso en la mejilla y se descolgó de mí sin darme tiempo a reaccionar—. Vamos. —Tiró de mi mano. Un auto nos esperaba.

Ella iba conduciendo y contándome un sinfín de cosas. Hablaba tanto. Aunque logré entender que líderes H.E le habían financiado una celebración, tenía trabajo de nuevo, y que había raptado a su amiga Marien. ¿Eso era normal? No sabía, solo me entretenía mirándola.

—Así que será muy bonito para ellos.

—Qué…

—Su fiesta —aclaró—. No has estado escuchándome, ¿verdad? —recriminó.

Negué e hizo puchero.

—Pero me gusta perderme mientras hablas, incluso eso me relaja y hace feliz.

Y con eso conseguí que su sonrisa volviera… Entonces, ¿cómo le iba a decir que probablemente no iba a regresar?

 

Pasamos recogiendo algunas ropas, a Max, su hermano, Tania, y luego a Marien, que traía una caja consigo, al parecer con un vestido, por lo que las escuchaba hablar, y partimos a la ciudad en donde vivían Sirio y otros más que no conocía.

Tania trató de hablarme desde el asiento trasero, inclinándose hacia mí, aprovechando que iba sentada en las piernas de Max porque no había más espacio en el auto. Aunque su escote estaba al alcance de mi vista ya no intenté mirarlo. Mi mente ya recordaba que lo que tenían ahí eran senos, pero nada más. Me había podido dar cuenta de que los había de distintos tamaños, por lo que vi en Rosy, Tania, Marien...

Sí, quizá a ella no debí mirarle nada, sabía de alguien que me mataría por eso. De hecho, no debía vérselos a ninguna. Por todas las galaxias, ¡actué como un inmoral sinvergüenza!

Como fuera, ahora solo quería ver los de Rosy y no los de Tania... No había forma de quitarme esa idea. Indebida idea. Rosy parecía feliz al volante, a pesar de que conducía como descontrolada, sobre todo cuando Tania había estado ya buen rato intentando hablarme, hizo giros bruscos con el auto cada vez que pudo.

 

Al cabo de no mucho llegamos a la ciudad, bastante campestre, ese campo que me llamaba a quedarme. Entramos a un local decorado con cosas blancas, bastante agradable, había varias personas que no conocía. Rosy pidió que me pusiera uno de los trajes, ya que luego iría con Max a otro sitio. Era todo tan raro.

Luego de estar listo, se ruborizó al verme y soltó un chillido de emoción tapándose la boca. Pero yo quedé más asombrado al verla con un vestido ceñido al cuerpo hasta la cintura, con un corte en la suelta falda que dejaba entrever una de sus piernas, y de un color azul bastante oscuro como el anochecer. Aparte tenía colorines extraños en la cara, que por supuesto no la hacían ver menos bella. Me había dejado tonto.

Max me arrastró lejos de ella porque no era capaz de reaccionar. Cuando me di cuenta, ya estaba en otro auto, alejándome del lugar.

—Vamos a volver, ¿cierto? —pregunté mientras miraba por la ventana.

—No. ¡Duh! —Volteé a verlo preocupado y resopló—. Sí, vamos a volver... Señor, Dios, misericordia, enséñales el sarcasmo —balbuceó al final.

 

***

 

—¿Y Marien? —quiso saber Sirio apenas nos vio.

—Ya la verás, tú ponte esto. —Max le estampó en el pecho la caja que tenía su traje.

Esperamos en el sofá mientras él se alistaba. Max miró su reloj.

—¿Ya diste con lo que buscabas? —preguntó con aburrimiento.

—Casi…

—Escuché de mis fuentes confiables que el tal Héctor está oculto en una de las ciudades del sur, asumo que la tuya está de camino, adentrándose por la cordillera.

—Sí, seguramente. Iré a buscarlo.

—No vayas a ir sin nosotros, ya sabes que también lo busco. —Dio un rápido vistazo al rededor y habló en voz baja—: Ese día llevaron algo del hospital, y no era una toxina —eso me intrigó—, era un virus. No sabemos para qué lo quieren, pero no debe ser nada bueno.

Suspiré. Vi la hora en el móvil, Rosy me dijo que volviéramos a las siete, ya casi era. Ya quería estar con mi pequeña rulitos, ya que luego quizá no iba a volver a verla en mucho tiempo. Me puse de pie para apurar a Sirio.

—¿Ya estás listo? —Lo vi mirándose confundido en el espejo. Quizá porque su traje era blanco.

—Ah, sí.

Al fin.

 

Volvimos al lugar y ya estaba completamente iluminado, se veía muy bien. Max llevó a Sirio por otro lado y busqué a Rosy, estaba en una mesa cerca al escenario. Fui a su lado, le sonreí, estaba muy feliz, y muy bella. Miré a los que estaban conmigo. Una mujer que al parecer era mamá de Sirio, Max, Marcos. En la mesa del al lado estaban Alpha y Centauri, otro joven de ojos anaranjados y dos chicas, una casi rubia y otra de cabello negro.

Empezó lo que, según Rosy, era una boda. Aclaró que no era una oficial, igual ellos ya estaban casados, pero quiso hacerlo como un modo de celebración por cómo habían ido mejorando las cosas entre las dos especies. Aunque mis asuntos aún no acababan. Me preocupaba el hecho de que se hubieran robado un virus, pero valía darse este respiro, y me convenía porque estaba al lado de ella.




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