Ojos de gato Ácrux

Capítulo 17. Adiós silencioso

Ya sabía que me iría, por lo tanto, sabía que iba a verla. Dijo que no fuera al hospital, que quería tenerme en la privacidad de su departamento. Un leve nerviosismo se apoderó de mí al leer su mensaje. Solo en privacidad con ella...

 

La busqué con la vista y no tardé en verla saludarme feliz desde el segundo piso de su edificio. Sonreí, sintiendo esos remolinos de corriente en el estómago, más algo de adrenalina. Quería besarla, tocarla, explorarla. Pero aunque no podía esperar, no pensaba hacer cosas indebidas que pudieran lastimarla.

Subí al segundo nivel y no me fue problema seguir su aroma, dando con su departamento con rapidez como ayer. Abrió sonriente haciéndome pasar. Le mostré mi puño cerrado y lo abrí para enseñar lo que tenía para ella, se sorprendió al ver al pajarito amarillo.

—Tómalo, lo atrapé para ti.

—Owww. —Lo agarró con cuidado y empezó a hablarle—. Pobrecitooo, este gato salvaje te ha hecho pasar un gran susto, ¿verdad?

Abrí la boca pensando defenderme pero al escucharla reír le resté importancia.

—Al parecer tiene mal un ala... Y no, no es mi culpa...

—Tranquilo, lo sé, lo cuidaré hasta que se ponga bien.

Fue y lo dejó en una planta pequeña que estaba en un masetero. Vino y se cruzó de brazos.

—¿Sigues molesta por lo que dije? —pregunté con cautela.

Me retiró la vista con molestia, cerrando los ojos. Sus mejillas enrojecieron, parecía una niña enojada.

—Jum —soltó.

—No quise decirlo, me quise referir a ellos, a los asesinos, no a todos los humanos, no… —No parecía reaccionar. Suspiré con pesadez—. Pequeña, no supe expresarme, fue la cólera…

Se colgó de mí para besarme. Sonreí y la apreté contra mi cuerpo sin usar toda mi fuerza, me quitó los lentes oscuros que tenía para que la gente no se espantara en la calle, y sus piernas pasaron a rodear mi cintura mientras iniciaba un intenso beso. Empecé a disfrutar de su rica boca cuando dio un respingo.

—Au.

—¿Qué?

—Tus colmillos.

Resoplé.

—Perdón... —Me besó otra vez a pesar de eso.

Mi temperatura fue subiendo, y también acumulándose abajo, en esa quisquillosa parte que me pidió más contacto con ella. ¿Y ahora por qué? No debía hacerle caso. Traté de tener más cuidado, pero el pensamiento de que los humanos no tenían los caninos desarrollados como yo, y que por lo tanto ella nunca había sentido ese detalle en otro, se me hizo satisfactorio de algún modo.

Sin embargo, otra vez fui yo el sorprendido cuando sentí la punta de su lengua recorrer mi labio inferior.

—¿Me saboreas? —pregunté sonriéndole.

—Sí, aunque ya te saboreé bastante.

—Umm... —Me atreví a darle una muy suave mordida a su bonito labio, cuidando de que mis caninos no se metieran tanto—. Quiero saborearte más —susurré.

—Te voy a extrañar mucho más que las otras veces.

Volvió a mis labios, se desvió a mi mejilla y bajó a mi mentón. Quise hacer lo mismo así que tomé su rostro con una mano y besé su cuello. Gimió suave, provocando que mis ganas extrañas se hicieran casi arrasadoras, además su piel era tan deliciosa como su boca.

Se descolgó de mí.

—Hey...

Se mordió el labio.

—Ven.

La seguí, iba a su habitación. Una rara sensación vino, la misma mezcla de ansiedad, adrenalina y nerviosismo. Sentí que si entraba ahí iba a terminar sin ropa, ya que ella lo había dicho antes, y lo había intentado al mencionarle el chip. ¿Y si no? ¿Y si estaba especulando? Pero, ¿y si sí? ¿Era correcto? Mi cuerpo quería, mi mente decía que no era correcto, luego que no estaba listo para asimilarlo, luego que no era correcto otra vez.

Estando cerca de su puerta, la tomé de las caderas, pegándola a mí.

—¿Qué más piensas hacerme? —quise asegurarme mejor.

Acaricié su cintura, su espalda. Era tan frágil. Se ruborizó un poco más de lo que ya estaba.

—Quiero... —Su voz fue casi un susurro, se puso nerviosa de pronto—. Quiero hacerte mío, entregarme a ti.

Fruncí el ceño con extrañeza.

—Creo que ya soy tuyo...

—Es una forma de decirlo.

—¿Y qué incluye?

Quizá me pasaba de preguntón.

—Bueno... —Estaba más nerviosa—. Te quitaré la ropa, me quitarás la mía, y vamos a besarnos mucho, mucho. ¿Te agrada la idea?

Mi cuerpo estuvo por saltarle diciendo «¡sí, sí!», pero mi mente esta vez se dividió. Una parte quiso irse con mi cuerpo, como esa noche en la fiesta; pero la de mi moral y razón, saltó con un «no» rotundo. Trajo una no bienvenida duda, las palabras de Tania vinieron. Fruncí un poco el ceño ante la leve quemazón que surgió.

Esa parte de mi mente ganó.

—¿Lo has hecho antes?

Me miró con sorpresa, pronto su expresión se tornó preocupada. Sentí como si un bloque de hielo bajara por mi garganta y cayera a mi estómago, pesando como el plomo. Ella con otro… ¿Mi Rosy con otro?

No...

—Yo... bueno —dudó en responder. No, eso no estaba pasando—. Sí, pero...

Sin pensarlo siquiera, retrocedí un paso.

No, no, no. Caramba, ¿por qué?

—¿Qué? ¿Pero qué?

Me miró asustada.

—Por favor, no… No es lo mismo...

—¿Cómo no va a ser lo mismo?

No me cabía en la cabeza la idea, no me cabía. No podía ser. Mi dulce Rosy, había hecho tremenda cosa íntima, sin contar que en mi sociedad ni siquiera se podía tocar. No lo soporté, todo mi cuerpo se escarapeló, ardí en celos. Eran celos, tan fuertes que no supe cómo rayos reaccionar ante eso.

—No te pongas así —pidió con tristeza—. Fue... fue un momento de locura, no sé, quería experimentar, me llevó a un hotel. Yo...

—Rayos, ¿qué te hace creer que quiero saber al detalle?

Se tapó la boca y un par de lágrimas se asomaron por sus ojos.

Me partió el corazón, pero no supe si era por verla llorar, o por saber que no era tan especial para ella. Retrocedí más, estar ahí me ahogaba.




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