Ojos de gato Ácrux

Capítulo 22. Partida

Rosy

Me removí en mi cama, sin tardarme en notar que estaba vacía. El vacío en mi pecho. Quedé mirando mi mano sobre la sábana, moví los dedos sobre la tela. Abracé mi almohada, refugié mi rostro ahí y me permití soltar en silencioso llanto.

Era tan ridícula y patética ahí llorando sola, sin sentido. Tragué saliva con dificultad para deshacer un poco el nudo de mi garganta y ya parar de parecer colegiala llorona. Si Marien me dijo una vez que era llorona, yo era la reina. Me limpié el rostro y me puse de pie.

Salí a la sala y di un respingo de sorpresa al ver a mi Ácrux dormido en el mueble. Sonreí con tristeza, limpié mejor mis mejillas del rastro del llanto. Se hubiera quedado en mi cama, terco. Qué difícil fue siempre despertar junto a él.

Siempre recordaría cuando amanecí a su lado, gocé mucho con su figura masculina bajo la suave luz de la mañana. Obviamente ese día tampoco lo olvidaría por el otro detalle de que lo vi semidesnudo... Hubiera deseado también amanecer así alguna vez...

Me pregunté de manera fugaz si podría darle un beso así dormido. Me le acerqué muy, muy despacio, y en silencio, llevé mi rostro al suyo. Su respiración acarició mis labios.

Abrió los ojos y los abrió mucho más al encontrarme tan cerca. Me aparté enseguida y llevé mis manos a callar mi risa de vergüenza. Ya estaba roja además. Juntó los cejas con extrañeza, estuvo por decir algo pero no le dejé.

—Debiste quedarte en mi cama en vez de dormir ahí incómodo.

—Es que...

—¿Quieres comer algo?

—No, gracias. Más bien voy regresando a…

—No —solté sin querer—. Eh, espérame por favor, no tardo en salir, quiero acompañarte.

Corrí y me encerré en mi habitación.

 

Salí de prisa, y mientras peinaba mis odiosos rizos húmedos y le servía semillas a Amarillito, Ácrux murmuró algo pero no le presté atención. Corrí de vuelta a la pequeña cocina y al salir me estampé contra él que justo entraba.

—Disculpa…

Lo miré poniéndome nerviosa, me aparté para rodearlo y seguir de largo, pero tropecé con la pata de uno de los muebles y tiró de mi brazo antes de que cayera. Nuevamente quedé contra su cuerpo. Reí a causa del nerviosismo y la vergüenza.

—¿Tienes algo?

—Oh, nada, es solo que… ¿No se te hace familiar también nuestra cercanía?

Al parecer se percató de que todavía me tenía sostenida de los brazos, su agarre se aflojó.

—No. —Entristecí—. De hecho —me soltó tratando de hacerlo de forma disimulada, pero nada me quitaba la sensación de su calor—, yo no hago esto, no debo hacer...

—¿Hacer qué?

—Bueno... —Sus cautivadores ojos felinos estudiaron mi rostro, y un poco más, mis mejillas se calentaron—. Esto de estar muy cercano a una jovencita... bonita y dulce...

Mi corazón casi estalló.

—¿Te parezco bonita y dulce?

Pareció sufrir un debate interno, se le hizo presente un leve y tierno rubor. Quise tomarlo o aventarme encima y besarlo hasta la noche.

—Toda dama es bonita. —Recuperó la seriedad—. Ahora, ya es tiempo de irme.

Se alejó.

 

***

 

Lo miraba de reojo, no me gustaba el silencio que había mientras conducía el corto tramo al fuerte de Max. Él parecía tranquilo, mirando por la ventana con desinterés, pero yo sentía tensión. Prendí el radio en bajo volumen y sonó algo de rock. Quise cambiarlo.

—Está bien ahí, déjalo —pidió. Lo miré y sus ojos felinos también conectaron con los míos, produciendo ese minichoque eléctrico—. Se me hace familiar.

Volví mi vista al frente y sonreí de forma leve, era la misma que esa vez canté mientras le enseñaba a conducir. Al menos yo y esa canción le éramos familiares.

 

Apenas entramos al lugar, Max se acercó.

—Recibí una llamada. Un contacto me avisó que sujetos de seguridad nacional andan haciendo búsquedas en todos los fuertes, diciendo que uno traicionó al gobierno, no les importa el motivo, según ellos, traición es traición. Y no solo eso, agregaron que les robaron algo de su propiedad. Yo asumo que se refieren a ti —le dijo a Ácrux. Quedé sorprendida—. Así que será mejor que nos vayamos.

—¿Nos? —cuestionó.

—Sip. Nos vamos al sur, a Areq. Me avisaron que Héctor está ahí, ¿no es el que quieres atrapar?

—¿Cómo saber si me dices la verdad, humano? —refutó frunciendo el ceño.

Max rodó los ojos.

—Piensa lo que quieras. —Dio media vuelta y se fue con Tania a su oficina.

Ácrux resopló y se dirigió a las escaleras sin siquiera decirme algo. Permanecí ahí un par de minutos, pensando qué podría hacer. Debía tratar de hacerle entender que no querían engañarle, mucho menos yo. Pero también quería algo más, quería ir con ellos. No era que estuviera feliz de que la chica por la que él alguna vez sintió algo ya no estaba… No era para alegrarse, y él seguía dolido, pero para mí era una pequeña oportunidad de poder intentar reconquistarlo. Parecía tener rezagos de lo que había sentido por mí, si mi propia mente e ilusión no me estaban jugando una mala pasada, claro.

Me fui a espiar qué hablaba Max con Tania en su oficina.

—… Pasaríamos por su ciudad para eso. Ahora que tenemos la pista de esas cosas que tienen… Tú, no quiero que andes queriendo armar escenas raras… No olvides cargar las armas. —Suspiró—. No sé quién más podría ayudar.

—Ya tenemos tres H.E, tú no quieres decirle nada a Sirio.

—No, eso ya no le compete.

—Andas de malas…

—Aunque espero sea corto tiempo el que estemos fuera, no me agrada la idea de hacerlo, ya sabes.

—¿Por esa chica? Cielos, Dios la libre de ti.

—No es gracioso, ahora sal. Y una cosa más… Dios libre de ti a los H.E a los que quieres acosar.

Entré y me miraron perplejos.

—Quiero ir.

—¡Pf! —Max soltó a reír—. Sí, claro.

—¿Sí?

—¡No!

Verlos reír en silencio, burlándose de mí, me hizo enojar mucho más de lo que creí. Sobre todo ver a la feísima de Tania. Fruncí más el ceño y apreté los puños, y aunque estaba segura de que mis mejillas se estaban volviendo rojas por la cólera, y hasta quizá parecía que los estaba inflando como niña pequeña, junté valor.




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