Ojos de gato Ácrux

Capítulo 24. El ensueño que no dura

Rosy

Un cálido amanecer me sacó del sueño. Empezaba a calentar el clima, ya se venían más tormentas y más calor, pero por el momento se mantenía templado todavía. Vi la hora en mi móvil y me espanté, como siempre, diez de la mañana. ¿Qué acaso nadie se dignaba a despertarme? Quizá debía poner alarma.

Ruidos provenientes del exterior me hicieron voltear. Me puse de pie con pesadez y fui a mirar por la ventana. Sonreí y me apoyé en el marco como ilusa enamorada al ver a mi Ácrux practicando algo de pelea con los hermanos, mientras Max observaba.

El hospedaje en donde estábamos quedaba cerca de las afueras de la ciudad, era simple, de un par de pisos, con un jardín central. Las ventanas de las habitaciones daban ahí, lo cual me hizo mirar y notar que no era la única gozando de la vista. Un par de chicas también, arrugué la nariz. Uch, no podía ser. En sus caras y miradas de satisfacción hormonal casi podía leer lo que se decían entre risas. «Son H.E», sí; «qué sexys», oh sí…

—¡Ácrux! —lo llamé con voz dulce.

Me miró, moví la mano a modo de saludo y él hizo lo mismo con su leve sonrisa. Le mandé un beso y quedó perplejo con la mano todavía levantada. Solté mi risilla inocente, Max me hizo señales de que me desapareciera así que le hice una mueca. Continuaron con lo suyo y quedé complacida por el cambio de expresiones en las otras dos, y aunque siguieron ahí, ya no me importó.

Recordaba cómo antes de dormir vino a mi habitación para cerciorarse de que estuviera bien en verdad. Había revisado mi corte en la mano, sentado tan cerca de mí. Me retorcí por dentro por robarle un beso, no era justo. Lo vi mirar mis labios de manera fugaz, suspiró y se puso de pie para irse, me armé de valor, pero se fue tras verlo cerrar la puerta. Quedé ahí, con la frente contra esta, preguntándome por qué no lo hice. Mi oportunidad se había perdido. ¿Por qué no había podido tomar su rostro o tirar de su camisa para comerme esos labios? ¿Si era tan simple?

Gruñí. Pero ya era tiempo de que me alistara para seguir antes de que me pusieran «la marmota dormilona» de sobrenombre.

 

***

 

Nos detuvimos cerca de Areq, en un pequeño poblado de H.E. Bajé y observé los alrededores, sencillas casas, un par de gallinas andando por ahí.

—Eh, ¿qué hacemos?

—Almorzar, obviamente —respondió Max—. Son casi las tres de la tarde, cierta persona se despertó como a las diez…

Me avergoncé. Quise decir algo en mi defensa pero me intrigué al ver a Alpha y a Centauri acercarse a dos evolucionados con ojos de un raro color casi anaranjado. Ácrux también pareció sorprenderse.

—Ellos son Impala y Saturno —los presentó Alpha tras acercarse.

Arqueé una ceja. Y yo que había creído que los nombres raros habían acabado al conocerlos a ellos en la capital. Saturno era un poco más alto que el otro, de cabello un poco más largo, que le cubría las orejas, en cambio el otro lo tenía corto. Eran hermanos obviamente pero al menos a estos los podía diferenciar mejor.

—¿Los conozco? —cuestionó Ácrux, tal vez más para sí mismo.

—Ya me han dicho que perdiste tus recuerdos otra vez —dijo uno de los nuevos, el que supuestamente se llamaba Impala—, nosotros cinco tenemos chips especiales implantados en nuestras cabezas, un escáner convencional no los detecta, pero ellos me contaron que lograron ver el tuyo con otra máquina. El asunto no es sacarlo, el asunto es desactivarlo para que no puedan volver a hacerse con nosotros ni fastidiarnos nunca más.

—Nos dijeron que sabían cómo —agregó el otro.

—Así es —intervino Max cruzándose de brazos—. Mi hermano ha encontrado el fuerte en donde podrían ser desactivados. Obviamente otros de seguridad nacional ni el gobierno saben que lo sabemos, ni que ustedes están con nosotros, los están buscando. Todo es por esos chips, al perecer los necesitan. No sé si para hacer más, o para borrar sus huellas, ya que muchos están siendo buscados por abuso y maltrato.

—Vaya —murmuró Ácrux—. Ahora recuerdo, pero muy poco. —Se sobó la frente tratando quizá de contener el dolor que el recordar le producía—. Es muy borroso…

—Tranquilo, lo importante es que ya estamos listos para ir. Pero primero a comer.

Me vino la esperanza de que al decirle a mi gatote lo que habíamos pasado, recordaría. Lo miré, pero mi sonrisa se borró al verlo caer.

—Ácrux —caí de rodillas a su lado y lo moví.

Los otros evolucionados también se acercaron.

—Ay, ¿así cuándo vamos a llegar? —renegó Max.

—Solo está inconsciente —dijo Saturno.

 

***

 

Lo miré con tristeza, tendido en un mueble mientras los otros comían. No iba a poder contarle si tanto dolor le causaba recordar. Entreabrí los labios al notar que parpadeaba, mantenía esa expresión sombría y abrumadora que contagiaba su pena. Dejé mi comida y fui a él, me vio de reojo sin quitar su seria cara.

—¿Ya estás mejor? —Me arrodille para quedar a su altura y apoyé los brazos en el asiento.

Volteó a ver al techo.

—Sí. No sé por qué caí, creo que recordé más de lo que pude soportar. —Me intrigué. ¿Más de lo que pudo soportar?—. Perdón —se reincorporó—, no quiero retrasar más.

—Descuida, recién están almorzando, no has estado así mucho tiempo.

—Bueno, eso me alivia.

—A mí me alivia que estés bien…

Me mostró su leve sonrisa y una profunda mirada que me congeló y aceleró mi corazón. Llevó su mano a uno de mis rizos y jugueteó con él. Mis mejillas se calentaron.

—Soy fuerte, pequeña, no te angusties por mí.

Retiré la vista con timidez mientras sonreía, sintiéndome ridícula por reaccionar así.

—¿Por qué me dices pequeña?

—Bueno, eres pequeña… —Vaya pregunta tonta la mía—. Además, me parece que ya te decía así antes. —Lo miré con alegría—. Eres alguien especial para mí…

—Sí. ¿Has recordado?

—Creo recordar solo eso por ahora, lo siento.




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