Ojos de gato Ácrux

Capítulo 2.7 Rendida

Rosy

Lloré de forma amarga, viendo a través de mis lágrimas mis puños apretando la tela de la manta que me cubría. Al parecer alguien entró, pero al verme salió. Tapé mi rostro con la manta y ahogué mis sollozos.

Alguien más entró de prisa.

—Rosy, calma —pidió John sentándose a mi lado y tomándome de los hombros—. ¿Qué pasa?

Negué sin poder calmarme. No me quería, ¿eso iba a decir? ¿Lloraba porque un hombre no me quería ver más, porque iba a seguir con su vida sin mí, como lo merecía? John me abrazó y tuve que tratar de parar el llanto, me dolía, pero de nada servía, solo quería desahogar todo lo que había aguantado. Respiré hondo y quedé derramando lágrimas en silencio.

—Ya… ya —me consolaba—. ¿Fue él? ¿Te dijo algo? —No pude responder, no solo no quería, tampoco podía, mi voz no salía y tenía un inmenso nudo en la garganta—. Tania me dijo que estabas mal. —No pude creer que ella me viera así, qué desastre—. Insinuó que fue por él… —Si ya sabía entonces con menos razón respondería, solo podía percatarme de lo gris que se estaba poniendo el día para mí—. Creo que te dije que no valía que lloraras por nadie, menos por ese H.E medio inestable en el que te fijaste.

Mis labios se curvaron en una fugaz sonrisa.

—No es inestable —dije con un hilo de voz—, ya sabes todo lo que le ha pasado…

—Bueno, encima lo defiendes. —Soltó un pesado suspiro—. En fin, por favor ya no llores.

Volví a respirar hondo.

—Gracias —susurré.

Quedé abrazada a él, encontrando un poco de consuelo en eso. De todos modos algo me decía que pasaría, pero al menos lo había intentado. Había intentado recuperar a mi amor, pero estuvo demás desde un inicio, él ya era de otra, e iba a seguir siéndolo.

 

***

 

Ya mejor de salud, unas horas más tarde, me negaba a comer. Lo peor era que no sabía si mi falta de apetito se debía a la toxina que tenía en el cuerpo, o a mi tristeza.

—¿No has comido todavía? —reclamó Tania entrando. Bufé en silencio y retiré la vista con molestia—. Bueno, no sé qué ganas poniéndote así.

¿Cómo rayos reclamaba eso?

—No tengo hambre, y no quiero verte —dije casi en susurro.

La desgraciada había tocado a mi Ácrux cuando parecía ser mío ¿y venía a querer pararse frente a mí?

—Te encanta hacerte la víctima. —La miré con enojo. Cruzó los brazos devolviéndome el gesto—. Sal de esa cama y haz tu vida. Anda, que vea que no te duele, que vea que también puedes olvidarle con otro y con otras metas. —Arqueé una ceja—. Me molestan las mujeres que se ponen a lloriquearle a un hombre como si fuera el último, no importa si este es evolucionado, es un hombre, así son, se olvidan de ti enseguida, y tú me molestas con tu actitud, haz que te valga un comino. Y come.

Salió molesta, dejándome completamente perpleja.

Quizá alguna vez alguno la lastimó también…

Sacudí la cabeza, no me preocuparía por ella. Resoplé y vi el plato de comida. Una sopa, baja en sal, sin carne casi, algunas tiritas de proteína. Horror. Respiré hondo y decidí que sí, que de nada me servía pasar el resto de mis días lamentándome, tenía cosas que hacer. Quería seguir estudiando y así obtener puestos mejores, hacer mi vida como lo hacían los demás, atarme a un hombre, aunque lo amara y deseara con locura, estaba demás.

Sus palabras frías me golpeaban una y otra vez, mi mente que gustaba de repetirlas, para luego hacerme rememorar las cosas dulces, los detalles, sus besos, y hasta sus ronroneos. Era el colmo. Nunca me lo sacaría de la cabeza, pero por lo menos tendría una vida en la cual centrarme, en la cual aferrarme. Me di cuenta de que hacía mucho que me había dejado de importar quedar solterona y sola toda la vida. No estaba tan sola en verdad, solo me gustaba dramatizar, quizá Tania tenía razón en eso.

Cerré los ojos y empecé a concentrarme en lo que iba a hacer de ahora en adelante, tratando de pensar lo menos posible en él… en mi gato dorado. Él ya no iba a estar, no pertenecía a mi mundo, a mi alrededor, nunca lo había hecho, pero yo terca insistí desde que lo vi. Si no lo hubiera hecho…

No. No me arrepentía, no quería borrar ni la más mínima caricia suya de mis recuerdos. Pero sí iba a tener que dejarlo de lado.

Para mi sorpresa, entró el dueño de mis pensamientos. El dolor volvió a mí. Nos miramos con seriedad.

—Me pareció escuchar que te exigieron comer. ¿Por qué no querías?

—Me temo que no te interesa, no lo haré si no quiero. —Sí pensaba comer, pero solo por molestarlo, puse el plato en la mesa de mi costado—. Come tú si quieres

Pareció desconcertado. Jorge se asomó.

—Pasé por la habitación en donde están, y tu amiga dijo que te escuchó cerca, a pesar de que dijiste que irías a comer y llevarle...

—Dile que voy en un momento —le interrumpió sin dejar de mirarme.

Jorge se retiró y Ácrux se me acercó.

—Quedaste en llevarle algo. Hazlo —reclamé bajo.

—¿No quieres recuperarte? —Miró el plato y arqueó una ceja—. No te culpo si no quieres comerlo, pero debes...

Reí en silencio un corto instante por la cara que puso y me vio con asombro. Me ruboricé sin poder evitarlo, pero fruncí el ceño.

—Anda, atiende a tu chica. Si es con la que siempre quisiste estar, ¿no?

Abrió la boca para decir algo que no llegó a soltar, ya que Jorge volvió e interrumpió.

—Oye, sigue insistiendo en que te escucha cerca y que qué haces y bla bla...

Ácrux suspiró con cansancio.

—¿Qué pasa? —intervino John—. ¿Te está molestando este sujeto? —preguntó mirando con recelo a Ácrux mientras él parecía no solo ofendido, sino también perplejo.

—No planeo molestar —se defendió casi entre dientes. Dio media vuelta para irse, me dedicó una fugaz mirada de preocupación pero le retiré la vista—. Come, por favor.

No respondí ni sí ni no. Les escuché salir. Ese sentimiento que se presentaba cuando aquel que amabas volvía a irse, atendiendo al llamado de otra, ese sentimiento... Ese era uno de los peores.




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