Ojos de gato Ácrux

Capítulo 32. Aprovechar la calma

Rosy

Su caliente cuerpo contra mi espalda, sus brazos a mi alrededor, el ruido de la lluvia cayendo afuera, la noche que ya había empezado. Más feliz no podía ser. Luego de la apasionada escena en el baño, de aprender más el uno del otro, caímos rendidos en la cama, solo el hambre me había despertado.

Me moví despacio para salir, aunque solo a picar algo de comer para volver pronto con él. Soltó un bajo gruñido y afianzó su agarre a mi alrededor, su mano se apoderó de uno de mis senos en el acto, reí en silencio. Todas sus formas masculinas contra mí, y ahora eso, estaba explotando de felicidad… pero también de hambre. Tomé su brazo, retirándolo despacio, volví a deslizarme y logré salir, no de la cama pero sí de su dulce abrazo.

Era tan fuerte, apasionado, los pequeños rasguños que me había hecho se hacían sentir apenas con algún movimiento que hiciera, me encantaba.

Lo observé un par de minutos, lucía tan hermoso, tranquilo, ese cuerpo marcado y tonificado de forma natural por sus genes. Dormía como un león, un gatote dorado. Mi gatote. Lo había hecho hombre, y él me hizo mujer, de forma definitiva. No me resistí y me le acerqué para besar esos labios deseables, varoniles, que me enloquecían.

Para mi sorpresa, despertó al tiempo en el que me devolvía el beso. Sonrió de esa forma tan seductora, tan «estoy revitalizado después de haber hecho el amor dos veces». Tomó mi cintura, me pegó a su cuerpo y al segundo ya me tenía debajo. Le mordí el labio inferior curvándome contra él.

—Todo mi cuerpo late recordando lo que hicimos —ronroneó.

—Mmm, el mío también —jadeé mientras acariciaba esa perfecta espalda.

Mi estómago gruñó, queriendo participar en el diálogo. Solté a reír. Cuando me di cuenta, Ácrux me observaba con una dulce sonrisa.

—¿Hambre, mi pequeña?

—Sí, mi sexy gatote.

Su suave risa, sus besos y su felino ronroneo por mi cuello, me llenaron de regocijo.

—Mientras comemos, me explicarás qué es sexy exactamente, y el vocabulario que me prometiste.

Le di un toque en su labio superior.

—Primero déjame salir de tu prisión caliente.

Giró llevándome consigo y quedé encima, puso las manos debajo de su cabeza y sonrió de lado.

—Listo.

—Santa madre de Dios, qué sexy eres —dije completamente embobada.

Rio suave y se reincorporó quedando nariz con nariz conmigo.

—Vas a mal acostumbrarme, ¿es un cumplido?

—Puede decirse que sí, uno que solo yo te puedo decir —aclaré—. Además, prepara tu orgullo salvaje para que se alimente con todos los cumplidos y piropos que me has inspirado.

—¿Orgullo salvaje?

—Tu ego masculino. Ese que se pone feliz cuando ves que me estás haciendo gozar —ronroneé paseando mi dedo índice por el quiebre de su mandíbula. Mostró una sensual sonrisa—. El que quiere escuchar más cuando te hago saber lo sexy y guapo que eres, el que celebra cuando superas a otro en alguna prueba...

—No lo había pensado así... Sé del orgullo que tenemos como especie, pero no otro.

Besé su mejilla y sonreí de pronto.

—Me encantas así. Por un momento imaginé que si fueras humano, serías algo así como un roquero, o esos hombres que traen locas a miles, casi puedo verte sobre una moto lineal, con chaqueta negra, unos vaqueros y lentes oscuros —reí.

—¿Eh? —Rio confundido. Mi estómago también hizo su aporte—. Um, no quiere seguir esperando —dijo señalándolo—, y el mío se le está por unir.

Reí bajo. Lo empujé suave para que volviera a recostarse.

Tomé el móvil para ordenar comida disfrutando de sus manos que volvían a recorrerme. Terminé con el aparato y lo dejé a un lado. Le dediqué una sonrisa cómplice, empecé a acariciar su abdomen, los músculos firmes y suaves a la vez, que parecían tableta de chocolate. Delineé los dos ochos que tenía marcados en su piel, subí a sus pectorales, sus brazos también marcados. Nunca me iba a cansar de tocarlo.

Su mirada se había vuelto profunda, la sentí entrar hasta lo más hondo de mí. Era un momento tan íntimo como hacer el amor, de hecho, era como seguir. Volvió a sentarse y me besó tomando mi rostro, un intenso beso lleno de amor, lleno de necesidad.

—Te amo.

Le di un corto beso.

—Te amo más. —La puerta sonó—. Wi, llegó la comida.

—¿Qué clase de rapidez es esa?

—La orden les llega abajo y lo traen porque ya está preparado. —Le di más besitos antes de salir de la cama y ponerme una de las batas disponibles del baño.

Él también lo hizo mientras me observaba curioso cómo corrí de un lado para otro escondiendo mi sujetador que no supe cómo fue que terminó a la vista de quien mirara por la puerta.

Abrí y recibí el paquete, más uno pequeño. Anticonceptivos que debía tomar ya. No sabía si podíamos concebir un hijo al tener diferentes características que indicaban códigos genéticos distintos, pero valía prevenir. No era que no lo deseara, tener un minigatito con mi Ácrux sería un sueño, pero iba a estudiar unos meses más, y quería trabajar, viajar quizá, darme mis gustitos. Gustitos que incluían a ese perfecto espécimen evolucionado.

Puse la comida en la mesa y el otro quise esconderlo pero nada se le escapaba a esos hábiles ojos mieles.

—¿Qué es?

—Creo que tendré que explicarte muchas cosas, pero primero comemos.

 

Ácrux miraba atento a unos dibujitos que había hecho para explicarle cómo se concebía y formaba un bebé, nunca imaginé que iba a tener que hacer eso para enseñarle a un hombre de casi veintiséis años. Claro que él era especial, los evolucionados no sabían nada de eso en verdad. Lo contemplé con ternura, estando sentada a su lado, hombro con hombro prácticamente. Era lo último, después de haberle explicado otras cosas, como las palabras que quería saber.

—Pues wow —murmuró, reí en silencio—. Pero tomaste esa pastilla hace un rato, significa que no habrá bebé por ahora…




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