Ojos de gato Ácrux

Capítulo 34. Iniciar el final

Entré a la habitación y Pradera sonrió aliviada al verme. La luz estaba apagada pero ambos podíamos ver bien en la oscuridad, así que no me preocupé por encenderla.

—¿Pasó algo?

—Quería que me acompañaras a dormir.

¿Qué? Negué en silencio. Juntó las cejas con tristeza. Respiré hondo, no podía ser.

—Pradera… Creo que sabes que voy a dormir con alguien más. —Un par de lágrimas cayeron por sus ojos y la culpa me atacó, mi consciencia que ya llevaba buen rato callada sin molestarme—. Por favor, no, entiende…

—Claro —trató de limpiar su rostro—, entiendo, descuida, anda nomás, ya no seré un estorbo —sollozó.

—Vamos. No eres un estorbo.

Me acerqué para calmarla.

—Ojalá no me hubieran encontrado si iba a estar perturbando así.

—Basta, ya deja eso. —La tomé de los hombros pero me apartó.

—No. Hueles a ella.

—Obviamente.

—Quédate hasta que me duerma al menos —pidió volviendo a plantar sus ojos tristes.

Mis labios formaron una sola línea, miré al techo un segundo y volví a verla.

—Estaré un rato. —Me senté en el sillón cercano a su cama—. Trata de descansar para que estés mejor, ¿sí?

—Sí —dijo más contenta—. Sabiendo que me cuidas, sí puedo.

Me recosté contra el respaldo y quedé contemplando el techo. Así estuve por varios minutos hasta que la escuché hablar.

—¿Crees que encuentre a algún conocido en la ciudad?

Recordé a los que nos atacaron cuando estuvimos de camino a esta ciudad.

—Espero que no a todos.

Con ella no tendrían problemas, no podían meterse, así que no me preocupé, pero eso no quitaba el hecho de que me molestaran sus acusaciones.

 

Parpadeé un par de veces, adormilado, cuando reaccioné y abrí los ojos de golpe. Pradera dormía profundamente, y me di cuenta de que también me había quedado dormido. Sentí fastidio por mi torpeza, eso de «cerrar los ojos un minuto» no era de fiar.

 

Al entrar a mi habitación, vi a mi Rosy también dormida sobre la cama, tendida de costado, resaltado su hermosa figura, su cintura, sus caderas. Suspiré resignado. Luego de alistarme para dormir también, subí a gatas al colchón, casi rozando el cuerpo de mi pequeña chica. Estaba solo con el camisón, no parecía llevar más prendas, y lo comprobé deslizando mi mano desde su muslo hasta cerca de sus caderas.

—Te estaba esperando —murmuró somnolienta.

Retiré sus rizos al tiempo que volteaba a mirarme. Sonrió con tristeza y se aferró a mí, quedando semirrecostada en mi pecho, dormida. Acaricié sus cabellos, jugueteé con sus rizos.

—Perdóname —susurré envolviéndola con mis brazos—. No volverá a pasar, lo prometo.

Cometí un error. Mi Rosy estaba primero, era mi compañera eterna ya, debía y quería darle prioridad, así iba a ser, iba a tener más cuidado.

 

Mi propio gemido ahogado me despertó en la madrugada, el placer ardiente corriendo por mis venas, el calor, jadeé e intenté sentarme y ver pero ella me empujó devolviéndome al colchón. Su lengua recorrió desde mi vientre bajo y en subida hasta mis labios. ¿Cómo era posible que mi parte baja iniciara sin mí? Pero al tenerla sobre mi cuerpo, a punto de ser suyo de esa forma tan intensa y carnal, dejó de importarme.

 

***

 

Lleno de energía y con más ganas que nunca de acabar ya con todo ese asunto de Seguridad Nacional y su fuerte del mal, le planté un beso a mi Rosy que todavía estaba en la cama. Me retuvo del cuello de la camisa y me hizo darle tres besos más. Reí en silencio.

—¿No me esperas para desayunar? No tardo.

No pude negarme.

 

Max mostraba evidentes ansias, casi no había comido.

—No quiero que ninguno haga algo que no esté incluído en el plan —hizo recordar—, sobre todo Ácrux y ustedes, Impala y Saturno, los tres son impulsivos. Nada de atacar de más ni a quien no deben.

Ellos no afirmaron ni negaron nada, solo plantaron sus frías e inexpresivas miradas. ¿Impulsivo yo? No tanto como ellos. Pero para ser sincero, también me preocupaba.

—Solo si nadie se mete en nuestro camino —comenté con seriedad—. Si alguien quiere evitar que atrape a ese asesino, voy a tener que atacar.

—Ten cuidado —me pidió Rosy—, por favor...

—Por ti, lo sabes —aseguré.

 

Estaba dispuesto a darle un fin, dispuesto a cerrarle la boca a mi conciencia, que con esto la sangre en mis manos se limpiara, evitando que siguieran usándonos. Iba a empezar de nuevo, quería borrar el dolor que causé a tantos.

 

Llegó el momento de salir. Era más probable que nos esperaran de noche, por eso íbamos de día. Puse un arma sedante, unos cinco cuchillos pequeños, y a la odiosa arma de electroche en el cinturón. Tomé el casco, que seguro me lo quitaría luego porque no lo soportaba.

Las manos de Rosy se aferraron a mi brazo, volteé encontrándome con su mirada de preocupación, se colgó de mi cuerpo al tiempo que iniciaba un beso lleno de necesidad mientras la apretaba contra mí.

Quedó respirando a milímetros de mis labios, con su frente pegada a la mía.

—Tranquila —susurré—, espérame con más de esos besos tuyos. —Le di otro corto, y ¿por qué no? Dos, tres más—. Recuerda que soy fuego, si tú estás, nada me detiene.

Sonrió con algo de alivio y me abrazó fuerte. Respiré hondo su aroma. La liberé despacio y la dejé pisar suelo.

—Te veo más tarde —habló bajo.

Asentí y volteé, Impala y su hermano miraban con extrañeza y hasta desconcierto.

—¿Quién les manda a mirar? —reclamé—. Muévanse.

 

***

 

El fuerte era de cuatro niveles, rodeado con señales que indicaban peligro de muerte si se pasaba su límite. Jorge y otros sujetos de su confianza habían acordado ir y les habían dado el sí, pues les asegurarom tener a uno de los H.E que estaban siendo buscados. Obviamente uno de los hermanos de ojos naranja se había dejado grabar apresado.




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