Ojos de gato Ácrux

Capítulo 35. El círculo vicioso de la muerte

Quise gruñir y lanzarme, pero preferí mantener la compostura.

—Debo admitir que nos han tomado por sorpresa. Pero no pensé que vendrían tan pronto. ¿No creyeron que los estaríamos esperando?

—Sí, de hecho, sí.

—Ya has visto lo que tenemos aquí. Ahora dame ese móvil —ordenó apuntándome con un arma.

Me saqué el casco dejándole ver mi mirada de desprecio.

—No. —Frunció más el ceño y amenazó con apretar el gatillo—. No dispararás, todavía quieres ponerme bajo tu poder, ¿no es así?

—O podría simplemente querer verte sufrir lentamente hasta morir. Conozco las formas.

Sacó una especie de pequeño control.

—Como siempre, queriendo usar a los de mi especie para no ensuciarte las manos. Pero te equivocas, todos ustedes están tan manchados como nosotros.

—Cállate, las bestias como tú solo sirven para esto.

Un gran grupo de evolucionados controlados llegó.

—Max, que nadie entre —avisé.

Pero fue tarde. Las alarmas empezaron a sonar. Se había desactivado la barrera eléctrica, y al parecer contaba con su propio sistema de aviso.

—¡Maten a todo el que entre! —gritó Héctor emprendiendo su huida.

Gruñí y me lancé a atraparlo pero un H.E se interpuso mientras los otros salían a llevar a cabo su orden. El evolucionado corrió a atacarme y lo recibí con el golpe de una fea bandeja metálica de una de las mesas.

No estaba interesado en entretenerme con él así que salí veloz, me persiguió pero no me importó. En el hall principal se libraba la pelea injusta entre H.E controlados y hombres, aunque con armas, superados en número por los de Héctor y su gente.

Lo vi junto con otro de los sujetos que conocía, siendo resguardados por dos evolucionados. Corrí a ellos notando que Impala también venía hecho una furia. Los hombres nos vieron y retrocedieron al tiempo que nuestros congéneres se disponían a defenderlos. Impala, al estar más cerca llegó antes y arremetió contra uno de los H.E., le apuntó con su arma y de un impulso lancé un cuchillo quitándosela. Me gruñó.

—¡Recuerda que está bajo control!

—¡Se mete en mi camino! —Fue embestido.

Cayeron cerca del otro sujeto, separándolo de Héctor e iniciando su lucha entre gruñidos y zarpazos. Fui golpeado también al segundo después de ver a Alpha cerca. Un puñetazo en el estómago me sacó el aire. Gruñí de forma salvaje y mordí, la sangre se coló por mi boca, las garras del otro me cortaron la piel del cuello y parte del hombro. Le di un rodillazo y lo alejé de una patada.

Alpha esquivó un disparo de Hector, lo embistió y le arrancó el bolsillo de su prenda con todo y control adentro. Me lo lanzó y le disparé en el aire. Bajé el brazo y le disparé al arma que Héctor estaba usando para apuntarle a Alpha, que ya había logrado herir.

—¡Quieto ahí! —grité poniéndome entre ambos y apuntándole al desgraciado que había herido a mi amigo.

Los H.E controlados entraban en sí. Los hombres de Héctor se vieron asustados sin saber si seguir atacando a los de Max o apuntarles a los nuestros por protección.

—¡Ataquen a los humanos! —ordenó Impala.

—¡No! —me interpuse. Me miró y gruñó pero lo ignoré, me dirigí a hablarles a los otros—. ¡Son libres! ¡No se comporten como ellos creen que somos! ¡Nos creen bestias pero no es así, nos quieren dominar porque nos temen, porque les hace sentir seguros, porque saben que somos más fuertes! ¡Se acabó!

—No se acabó —dijo Héctor. Aparecieron más hombres desde otros ambientes que habían estado cerrados, cargando unas armas extrañas que ocasionaban un tenue ruido como a electricidad—. Tenemos las grabaciones —aseguró poniéndose de pie y alejándose—. Los culparán a ustedes, obviamente, por el ataque, y quedará justificada nuestra acción de matarlos a todos con balas tóxicas.

Nos tenían rodeados y superados en número. Vaya que sí nos esperaban, pero no contamos con eso. Podía escuchar mis latidos.

Rosy. Lo primero que se me vino a la mente cuando una lucecita roja apareció justo en mi pecho, en donde estaba el corazón, indicando que una de esas armas me tenía como blanco, y que no fallaría.

Mi Rosy.

Ella me esperaba. Así como mi madre nos esperó a mí y a mi hermano... y nunca volvimos. No hubo despedida, en segundos se acabó la vida como la conocía...

—Querrán investigar y encontrarán lo que tienen en ese lugar —le hice recordar—, saldrá a flote como sea.

—Di lo que quieras. Ahora te reencontrarás con tu gente en el más allá.

No hubiera tenido problemas con eso, si no hubiera estado el amor de mi vida en mi pensamiento.

Respiré hondo esperando la muerte, pero no llegó.

 

Sus armas habían parecido dejar de funcionar bien. ¿Cómo lo supe? El casi imperceptible ruido que ocasionaba la electricidad corriendo por ellas se había detenido desde que fui consciente de poder escuchar mis latidos.

Esperanza.

De pronto, vidrios rotos, disparos y gritos a nuestras espaldas. Volteé y pude ver al cuerpo de policías ingresando y haciendo que todos pararan con armas paralizadoras. Perfecto. A pesar de que el sujeto había quedado como buen hombre, no pudo contra el video que le mandé a Rosy.

Mi Rosy. Pude verla queriendo entrar junto con el último grupo en donde estaban varias personas con cámaras. Le sonreí con alivio apenas me encontró con su preocupada mirada, pero traté de hacerle señales para que se quedara afuera.

—¡En nombre de la nación, hemos inhabilitado sus armas! ¡Bájenlas! —ordenó uno de los generales de policía mediante algún megáfono—. ¡Quedan detenidos!

Un veloz movimiento me hizo devolver la vista. Héctor escapó. Corrí tras él, siguiendo su olor sin problemas y lo atrapé saliendo por la parte posterior. Volteó a verme y le gruñí.

—Ácrux —me llamó Rosy. Me había seguido.

—Rosy, vete —dije casi entre dientes.

La escuché muy asustada. Héctor la miró de reojo.




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