Ojos de gato Ácrux

Capítulo 37. Epílogo

Rosy

Al poco tiempo los demás también regresaron a donde pertenecían, luego de que lograran quitarles esos chips sin que hubiera riesgo.

Los días que me quedaban antes de empezar a estudiar, los pasé con mi gatote en su acogedor pueblo. Pradera encontró a sus padres y dejó de parecer solitaria y triste… dejó de querer molestar además. Luego de unos días visitamos a Sirio y Marien, que estaban en otro poblado. Ácrux decidió ir a vivir allí con su mamá, así estaríamos cerca de todos nuestros amigos y conocidos, y de la capital también, en donde estudiaría. Mudanza que no tardaría mucho, con la ayuda de las camionetas de Max, incluso Amarillito fue incluido.

Antes de que me tuviera que encerrar en una universidad, disfruté del campo con mi Ácrux, de perseguir gallinas, de cosechar frutos, de congeniar con vacas y caballos... y verlo a él como una especie de vaquero ultra sexy. Uf.

Su mamá nos enseñó a ambos, al saber que de algún modo extraño éramos pareja, y aunque él no recordaba, me repitió varias veces estar sintiendo algo lindo por mí, ganándose besitos de mi parte, esos que le sacaban risas.

Hasta que finalmente empecé a estudiar, y el hecho de deleitarme con todo él pasó a ser parte de fines de semana y vacaciones. Pasando así los meses...

 

***

 

Salí de clase, triste porque no podría ir a ver a mi gatote dorado.

—Vamos a reunirnos para hacer el trabajo este fin de semana —me hizo recordar una compañera.

—Sí —dije con desánimo.

—Tranquila, al menos es uno solo, fuerte, pero no varios y a cada rato.

Suspiré.

—Pues sí.

—Te veo luego.

Se fue por otro lado. Ya le había avisado el día anterior a Ácrux que no iría por una reunión a causa del trabajo a realizar. Respondió que no había problema, pero que si eso me mantendría ocupada absolutamente todo el fin de semana. Obviamente no, pero no me daba tiempo de ir y volver. Ya no respondió luego de eso.

Anduve un trecho más y noté a algunos alumnos inquietos, llegué a la salida del campus y sonreí.

 

Vi a Ácrux cruzado de brazos, apoyado contra su auto negro que le dieron hacía mucho, y llamando la atención de los estudiantes, sobre todo de las mujeres. Las traía locas, y no era para menos. Exótico, con ese garbo y elegancia de depredador y hombre sexy y caliente como el color de sus hipnóticos ojos felinos, además de que a los evolucionados prácticamente no se les veía entre humanos, y el hecho de que ya era sabido que podíamos convivir porque no eran las bestias que el gobierno nos hacía creer, atraía más la curiosidad a su especie.

Ya le estaba sonriendo a una que al parecer le había dicho algo. Resoplé. Si no entendía las indirectas de las locas esas, sonreía, o seguía el juego hasta que entendía y terminaba rechazando, dejándolas con ganas, sin dejar ni que lo tocaran.

Al verme vino a darme alcance, aceleré el paso.

¿Por qué rechazaba? Fácil, era mi novio.

Rodeé su cuello y de un brinco rodeé sus caderas con mis piernas, sacándole una de sus suaves y cortas risas.

—Hola, pequeña —ronroneó.

Lo besé con ganas, muchas ganas y necesidad, disfrutando otra vez de esos varoniles y deliciosos labios. Me acompañaría todo el fin de semana, no podía estar más feliz. Las pesadillas dejaron de molestarlo con el tiempo, me dio nuestro segundo primer beso antes de que viniera a la capital, se dejó los tatuajes, aunque el siete pasó a formar parte de una muy bonita y estilizada R, de Rosy. Tuvo razón aquel día, poco a poco no tardó en irme recordando, aunque no lo hizo del todo aún, me amaba, me había vuelto a elegir y no se alejó de mí, tal y como lo prometió.

 

FIN

 

 

 




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