Ojos de gato Ácrux

Capítulo 3

Lo que me temía pasó. La tonta humana dejó que Orión se llevara a Sirio, no pudo hacer nada, y cuando me lo dijo de la forma más cobarde, porque seguro sabía cómo reaccionaría yo, quedé destrozada por dentro.

Aguantando las lágrimas y a regañadientes, la acompañe junto con los gemelos a buscar por lo menos su cuerpo, para traerlo de vuelta a casa. Se había venido con uno de sus amigos humanos, me daba muy mala espina, sobre todo por cómo me retaba. Me hubiera encantado ir sola con los hermanos, ya que este ya no era asunto de esos humanos, ellos ya lo habían arruinado, pero insistieron, sobre todo ella.

Nunca pensé que llegaría a ver tanto dolor en sus ojos, sin duda ser tan expresiva había hecho que Sirio se interesara en ella, quizá. Pero ya de nada servía recordar eso. Mi Sirio ya no estaba como para reclamarle nada.

 

Cuando dimos con Sinfonía, también quería descargar mi ira e impotencia con ella, había sido también su culpa, la muy inútil y boba guio a Orión y a su gente sin darse cuenta. Pudo haberlo supuesto, pero no. Bruta.

Pero a pesar de todo, a pesar de las esperanzas hechas trizas. A pesar de que no me había dado por vencida en el más recóndito espacio de mi mente cuando mi madre me exigió que dejara ya de esperarlo y unirme a otro joven, porque él no iba a volver a mí, no me había querido rendir.

El esfuerzo en buscarlo valió la pena. Cuando logré olfatear su aroma en uno de los fuertes de Orión, mi pecho se infló, como si durante todo ese tiempo hubiera estado aguantando la respiración. Él estaba vivo aún ahí adentro. Logramos noquear a los dos hombres que estaban ahí vigilando y entramos.

Estaba bajo el control de una máquina de la pesadilla, como la llamaban algunos. Había escuchado sobre esas y lo que hacían. Una vez que la desconectaron él quedó en silencio. Al principio nos gruñó, pero a quien prestó atención fue a la humana. Ella pidió que los dejaran a solas y fui arrastrada fuera de mi voluntad al exterior del lugar.

Así que no fui yo la que lo hizo reaccionar al final, eso también debí esperarlo.

Una vez afuera, Sinfonía renegó por eso, mientras yo solo la miraba con el ceño fruncido. Entonces los gemelos contaron algo que habían mantenido oculto. Eso explicaba por qué a veces actuaban raro si quería hablarles de Sirio, por qué sonreían cuando se acordaban de él. Se había unido a esa humana sin decirnos nada, ni a mí ni a sus padres, qué tremenda deshonra.

Y por otra parte, qué tremenda decepción para mí.

Y así fue mi despedida de él cuando los dejamos en su casa, solo una mirada. Una muy intensa mirada, en la que intenté decirle lo mucho que había sentido por él, pero ya le decía adiós a todo eso junto con mis esperanzas, ahora que sabía que estaba unido eternamente a otra. Ya no podía soñar con él, ni nada por el estilo, esas eran las reglas, y que esta vez sí iba a respetarlas.

Sin embargo, mi amistad no la iba a perder, eso no. Salí junto con los demás, los gemelos y Sinfonía se fueron, a ella ya ni la miré, ambas estábamos igual esta vez, y me daba vergüenza.

No llegué muy lejos. Caí sentada a los pies de un árbol en un parque cercano, abracé mis rodillas y suspiré. No era del todo malo, él estaba vivo y eso era lo que en verdad importaba. Vivo, en brazos de otra, pero vivo y feliz. Ya qué más daba, así debía ser, y estaba bien, lo acepté.

El ruido de un motor al detenerse muy cerca me hizo alzar la vista.

—Oye, no recuerdo cómo salir de la ciudad —preguntó el odioso amigo de la humana. Frunció un poco el ceño y se acercó—. Hey, ¿estás bien?

Fruncí el ceño también. No sabía que había olvidado ponerme neutra. Se sentó a mi lado y me removí incómoda.

—Estoy bien, qué es lo que quieres —le pregunté sin expresión alguna.

Suspiró.

—Estás triste, y eso me hace pensar muchas cosas. Primero, que nunca pensé que aparentando ser tan sexy y ruda, pudiera verte triste un día. —Lo miré aún con mi ceño fruncido y sonrió.

—No sé qué rayos quieres decir, más te vale que no te estés burlando, o si no...

Empezó a reír, lo cual me hizo dar un leve respingo. Mis mejillas empezaron a quemar un poco, pero esta vez sí que era por cólera.

—Ustedes son muy divertidos —aseguró. Respiró hondo, se acercó más pero no me aparté para que no pensara que me intimidaba, un humanito como él jamás iba a lograr eso. Quedamos viéndonos directo a los ojos—. ¿No sabes qué es sexy? Tú eres sexy. —Sonrió de lado. Mi cara de confusión seguro era épica—. Tus ojos son exóticos y salvajes, tu cuerpo también, no lo niego y no pasa desapercibido.

Mi corazón se aceleró. ¿Cómo se atrevía a hablar de mi cuerpo?

—¡No sé por qué crees que tienes el derecho de ver mi cuerpo!—exclamé, apartándome un poco—. ¡Y no me gusta que un extraño me tutee, es una falta de respeto!

—Wow, volviste —dijo entre risas—. Perdón, volvió.

Me puse de pie, furiosa.

—Vete ya a tu ciudad de humanos, no sé qué esperas —renegué.

—Espero que me guíe. No recuerdo ya por dónde vine, y no tengo su fabuloso olfato. —Ya estaba de pie también, a mi lado—. Perdone por no presentarme formalmente. Buenas tardes, mi nombre es Max, a tu servicio. —Hizo una leve reverencia.

—¿Estás volviéndote a burlar? —pregunté ya con un tic en la ceja por el estrés que me estaba causando.

—Nunca.

La seriedad con la que me miraba me abrumó. Tomó mi mano y la llevó a sus labios, sin previo aviso, toda una corriente de sensaciones raras se disparó por mi cuerpo desde ese punto de suave contacto. Apenas me soltó me aparté.

—No hagas eso —logré decir a pesar de que mi voz no salió firme como quería—. Vamos te guío de una vez para que te vayas —completé.

Sonrió otra vez. Sonreía mucho, todos los humanos lo hacían, los gemelos y Sirio también, pero yo no quería alejarme así de las reglas y a este recién lo conocía, con menos razón debía sonreírle. Cuando subí a su lado en la camioneta, medité lo que había pasado. Había sido muy malo todo, había roto más reglas sin recordar. Se me acercó, y hasta tocó mi mano de esa forma tan rara.




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