Ojos de gato Ácrux

Capítulo 5

—¿Terminaste tus tareas de hoy? —preguntaba mi padre cuando me dirigía a la salida de mi casa.

—Claro, padre.

Continuó leyendo y suspiré. No tenía idea, creo, de lo que hacía algunas tardes, que era verme con ese humano. Ni siquiera quería pensar en qué pasaría si lo supieran, me aterraba la idea de su decepción, pero pensaba que si lo seguía manteniendo oculto nada pasaría.

Mientras no lo supieran, entonces eso me aliviaba. ¿Pero cuánto más sería? Esta situación no iba a ser eterna. Pero mientras más pudiera prolongarla, mejor sería. Ya luego me preocuparía en qué hacer.

O eso creía.

Vi al par de hermanos y la cólera volvió a mí sin necesidad de más.

—¡Ustedes, par de atrevidos!

Se espantaron y quedaron quietos mirándome directo a los ojos.

—Está enojadsa, ¿qué hacemos? —susurró Deneb.

—Huye —susurró el otro.

Dicho esto, arrancaron de golpe levantando polvo y salí en su persecución. Gruñí y tomé velocidad.

—¡Tonto, era para que corrieras en otra dirección, no a mi lado! —le reprochó Rigel a su hermano.

Pero ya era muy tarde para ambos. Brinqué y me aferré a su espalda, haciéndolo caer. Rodamos por una pendiente mientras gruñíamos y sabía que Deneb no dejaría a su hermano, así que seguro nos seguía.

Cuando llegamos a la base de la ladera, aprisioné a Rigel contra el suelo.

—¿Cómo se les ocurre bailar con una humana loca? —Miré a Deneb también, que estaba asustado observando.

—¿Qué? Tú bailaste con Max.

—¡Es muy diferente! Si una chica de aquí se entera que se pegaron mucho a otra mujer, no querrá unirse en núcleo con ninguno por indecentes.

—Lo mismo pasa contigo —reclamó Rigel.

Fruncí más el ceño. Una risa nos sacó de foco. Max nos observaba desde la cima.

—¿Qué hacen? —Nos miramos sin poder responder—. Por cierto, ¿no te parece que esa posición es un tanto comprometedora? —dijo, señalándonos.

Solo estaba sobre Rigel. ¿Qué de comprometedor tenía? Estábamos en medio de una lucha, no estaba prohibida la cercanía. Pero aun así, me retiré. Humanos y sus cosas raras.

—No sé de qué hablas —renegué.

—Bueno, debemos hacer, nos vemos luego —se despidió Deneb.

Volteé, y los muy molestosos ya estaban a varios metros. Ya les había dicho que no me dejaran sola con Max. ¡Me las pagarían!

Suspiré. No, no me las pagarían, sí quería estar a solas con él, pero me hacía sentir muy nerviosa. Ya llevábamos cierto tiempo viéndonos así. Bajó la ladera y se me acercó. Hice el inmenso esfuerzo de ocultar mi sonrisa. Era el colmo.

—¿Quieres ver la pradera? —pregunté sin siquiera saber por qué.

—Claro —respondió sonriente.

Fuimos caminando hasta estar casi cerca. Me retó a una carrera, sabiendo que le ganaría. Pero no esperé que esta vez lograra alcanzarme y tomarme por la cintura. Solté un corto chillido de sorpresa y caímos, eso me divirtió mucho. Rodamos por la hierba mientras reía. Terminé sobre él y aproveché para inmovilizarlo.

—Hiciste trampa —lo acusé.

Arqueó una ceja.

—Posición comprometedora. —Sonrió de lado—. Vaya que te gusta someter —ronroneó—. Eres como una sexy y salvaje leona.

No entendí a qué se refería, pero me ruboricé y eso me hizo enojar, como siempre.

—¡No sé qué hablas, humanito! —Volví a chillar cuando de pronto había girado, posicionándose sobre mí e inmovilizando mis brazos contra el suelo.

Sonrió satisfecho.

—Ya aprendí, ¿eh?

Los segundos que nos quedamos mirando parecieron eternos. Reaccioné cuando empezó a acercarse. Mi corazón se aceleró de golpe y agradecí que él no pudiera escuchar eso, ya que no hallaba forma de aplacarlo.

Iba a hacer eso, estaba segura, iba a darme uno de esos besos. Pero de lo que sus ojos estaban fijos en mi boca, volvieron a mis ojos, y de un momento a otro se retiró y se sentó a mi lado.

Decepción, eso sentí. ¿No quiso darme un beso? ¿No le agradaba acaso, no le era agradable? ¿No le entusiasmaba, era yo, había algo en mí?

Me senté, frustrada.

—¿No lo harás? —pregunté con enojo. Me miró sorprendido y confundido a la vez—. ¿No vas a hacer... eso, un beso?

Frunció el ceño con extrañeza.

—¿Cómo... ?

—No importa, olvídalo —refunfuñé. No podía creer que le había preguntado eso. ¡Qué vergüenza! Era muy probable que hubiera malinterpretado, ahora se burlaría.

Tomó mi mentón, y lo siguiente que sentí fueron sus labios sobre los míos. Mi corazón estalló, pero al segundo me di cuenta de que seguía ahí martillando en mi pecho. Mi estómago también hizo todo un alboroto.

Se separó un poco y otra vez quedó mirándome. Intenté recuperar el control de mi respiración. Ese beso no había sido como el que vi que se dieron Sirio y Marien, pero a pesar de eso había quebrado todas mis defensas. Sentía mis labios un poco más calientes a causa de él, pero ese calor los iba abandonando.

—Iba a hacerlo, pero me acobardé —murmuró—, eso nunca me había pasado.

Escuchar eso me gustó. ¿Significaba que era diferente y especial para él? No hice más que acabar con los casi dos centímetros que nos separaban y volver a juntar mi boca a la suya. Sonrió apenas, y otra vez mi corazón volvió a estallar cuando empezó a darme un beso como el que había visto. Mis nervios se pusieron de punta, intentaba corresponder pero me perdía en la suavidad, calidez y todas esas sensaciones en extremo raras y arrasadoras.

 

***

 

Nuevamente me dejó un poco lejos de mi casa por pedido mío. Me encantó la forma en la que me acorraló despacio contra uno de los árboles de aquel jardín y me dio otro suave beso que me dejó como flotando.

Pero al entrar en mi casa encontré a mi madre. Sentí que mi pulso se desvaneció.

—¿Estabas con Sirio? —preguntó sin más—. Hueles a humano.

Respiré hondo y luché contra mí misma para reacomodar todas mis emociones. Debía quedarme neutra o ella sospecharía. Ese sería el fin, no quería que acabara, no aún. Pero eso también me recordó que ese día llegaría si no le decía a mis padres y me les enfrentaba.




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