La respiración se le aceleraba, sus ojos se volvían llorosos y su mirada, temblorosa y nerviosa, buscaba desesperadamente a sus padres mientras se mantenía alejada de la gente. Solo encontraba a aldeanos hablando, comprando, y siguiendo su rutina diaria.
Al no ver a sus padres, sintió sus lágrimas correr por sus mejillas. Frustrada, bajó la vista y arrugó su ropa con sus pequeñas manos.
De repente, una mano en su hombro la sobresaltó.
Levantó la vista y se encontró con un chico mayor que ella, de cabello negro, ojos aún más oscuros que su cabello y una sonrisa tranquilizadora.
—¿Qué tienes? ¿Te encuentras bien? —preguntó en un tono suave y amable.
La pequeña, recordando las advertencias de sus padres de no hablar con extraños, se quedó en silencio.
—¿Estás bien? —insistió al no obtener respuesta.
La niña solo desvió la mirada y limpió sus lágrimas.
El chico se agachó, poniéndose en cuclillas para estar a su altura. Permaneció en silencio un momento, pensando en cómo podía ayudarla. Después de un rato, se fue, dejando a la pequeña sola y curiosa por su repentina partida.
Pasaron algunos minutos, cuando unos pasos la hicieron levantar la vista de nuevo. Era el mismo chico, pero esta vez traía unos dangos en la mano.
Se agachó de nuevo bajo la atenta y curiosa mirada de la pequeña.
—Ten, debes tener hambre —le ofreció el chico.
Aunque algo dudosa, la niña tomó uno de los palitos de dango que le ofrecía el desconocido. Sabía que no debía aceptar cosas de extraños, pero su estómago rugía, y no creía poder aguantar más.
—G-gracias... —dijo en un tono suave mientras empezaba a comer el dulce.
El chico sonrió y comenzó a comer junto a ella.
El silencio que se formó entre ellos era cómodo para el chico, pero para la pequeña era algo incómodo, aunque intentó concentrarse únicamente en el dango.
—Mi nombre es Shisui, Shisui Uchiha —dijo él, rompiendo el silencio—. ¿Cuál es tu nombre, pequeña?
La niña se sorprendió al escuchar el apellido y, aunque dudosa, respondió.
—Emi... —murmuró, evitando decir su apellido.
—Qué bonito nombre tienes, Emi —le dijo Shisui, sonriendo mientras le acariciaba la cabeza con ternura.
La pequeña esbozó una leve sonrisa y cerró los ojos, disfrutando la caricia y el cumplido.
—Cuéntame, Emi, ¿por qué estabas llorando cuando te encontré? —preguntó con tono tranquilo.
—Me separé de mis padres por acariciar a un gato. Cuando quise volver a donde estaban, ya no los encontré —dijo, bajando la mirada hacia sus pies.
Shisui comprendió entonces la situación.
—Entiendo —respondió el chico—. No te preocupes, te ayudaré a encontrar a tus padres —añadió, sonriéndole para calmarla.
La pequeña sonrió.
—¿En serio? —preguntó con los ojos brillantes.
Shisui asintió y, aún en cuclillas, se dio la vuelta, ofreciéndole su espalda.
—Sube —le indicó sonriendo.
Emi, con los ojos llenos de emoción, se trepó a su espalda, pasando sus pequeños brazos alrededor del cuello del chico para no caerse. Él la sostuvo por las piernas para asegurarla.
Ya con la pequeña bien sujeta, Shisui se levantó y comenzó a caminar por las calles de Konoha para ayudarla a buscar a sus padres.
—¿Cuántos años tienes, Emi? —le preguntó Shisui mientras caminaban.
—Cinco años —respondió, ya más confiada.
—¡Wow, estás grande! —dijo él, sonriendo.
—¡Sí! —respondió animada—. ¿Y tú, cuántos años tienes, Shisu? —preguntó con curiosidad.
—¿Shisu? —preguntó él, riendo ante el apodo—. Tengo catorce años —respondió, sin dejar de sonreír.
—¡Wow, esos son muchos números! —dijo la pequeña asombrada.
Shisui soltó una risa ante el comentario.
En ese momento, una voz llamó la atención de ambos.
—¿Shisui? —preguntó alguien conocido para él.
—¡Itachi! —exclamó Shisui mientras se acercaba, aún con la pequeña en su espalda. Vio que su amigo estaba paseando con su hermano menor.
—Qué gusto verte —dijo Shisui, saludando a su amigo.
Itachi le correspondió el saludo y, curioso por la niña que cargaba su amigo, preguntó:
—¿Quién es la pequeña?
—Se llama Emi. La estoy ayudando a buscar a sus padres —respondió Shisui sonriendo.
—¡Hola! —dijo Emi, animada y sonriendo. Itachi no pudo evitar sonreír ante su entusiasmo.
—Hola, Emi. Un gusto conocerte, mi nombre es Itachi Uchiha —se presentó con una sonrisa.
—¡Yo soy Emi Uchiha! —respondió con entusiasmo, levantando su mano para mostrar una pulsera con el logo de su clan, sorprendiendo a los dos chicos mayores.
—¿También eres Uchiha, Emi? —preguntó Shisui.
La pequeña asintió con entusiasmo, sacando sonrisas a los dos mayores ante su ternura.
Itachi decidió acompañarlos en la búsqueda de los padres de Emi. Durante el trayecto, los mayores conversaban y reían de las travesuras y juegos que hacian los pequeños que se encontraban a unos pasos delante de ellos.
[. . .]
El sol comenzaba a ponerse. Itachi tuvo que irse porque su hermano menor estaba cansado y hambriento después de haber jugado toda la tarde con los mayores y su nueva amiga, dejando a Shisui solo con Emi.
[. . .]
La pequeña suspiró de aburrimiento, recostada en el regazo de Shisui, mientras él pensaba qué hacer para entretenerla. Al final, le contó historias sobre sus misiones como ninja, dejando a Emi asombrada.
—¡Quiero ser una gran ninja como tú, Shisu! —comentó con determinación, poniéndose de pie en el banco donde estaban sentados.