Carlos
Estaba por dirigirme a mi cabaña cuando Lina tomó mi brazo.
—¿Qué mierda te pasa? ¿Cómo se te ocurre acusar a alguien sin una maldita prueba?— preguntó explotando en enojo.
—¿Qué quieres que piense? Estaba sola. Ni siquiera Hermes estaba con ella— levanté la voz.
—Esa no es razón suficiente. Hay un nórdico involucrado también, ¿recuerdas? Pudimos haber estado todos juntos y aún así pasaría lo que pasó.
—¿Por qué la defiendes tanto?
—¿Y tú por qué la atacas?— Lina no esperó mi respuesta, solo dió la vuelta y se fue.
Me dirigí a mi cabaña. Tenía demasiadas cosas en la cabeza y muchas sensaciones confusas.
Solo podía pensar en que Lina estaba en lo correcto. Culpé a Ximena solo porque sí. No encontraba una razón para determinar que era la culpable, no había pruebas, ni siquiera un rastro que la inculpara. Está claro que le debía una disculpa.
Había sido un día agotador, así que me quedé dormido muy rápido.
Llegó la hora de levantarme. A pesar de estar muy cansado, no dormí nada bien.
Sentía la culpa de haber desconfiado de Ximena, y también un poco de nervios de cómo iban a reaccionar los demás.
Conozco a Lina y a Claudia, y sé que es más fácil que olviden las cosas; pero Damián y Gisselle pueden llegar a sentir más rencor a veces. Aunque, quién me preocupaba más era Ximena. No quería que piense que era un idiota o que me dejo llevar por cualquier cosa. Pero no podía culparla si piensa de esa manera.
Fuí el primero en llegar, lo cuál era bueno.
Al poco rato, Claudia apareció también.
—¿Cómo dormiste?— se veía curiosa.
—Mal, ¿y tú?— dejé salir un pequeño bostezo.
—Si se nota. Te ves muy mal— bromeó—. ¿Qué pasó anoche? ¿Por qué Ximena?
—Yo... realmente no lo sé. Solo fue algo que pensé— bajé la mirada intentando no decir más.
—¿Puedo ser muy honesta contigo, Carlos?
—¿Qué pasó?— estaba intrigado.
—Pensé lo mismo que tú— guardó silencio por un momento—. No creo que sea ilógico. Quiero decir, no la conocemos realmente. No sabemos nada de ella.
Me pareció algo lógico, pero no quería decir nada más.
En ese momento, Damián y Gisselle nos interrumpieron.
—Malos días. ¿Cómo están?— dijo Damián soltando un enorme bostezo.
—¿No serán "buenos"?— contestó Claudia.
—Buenos serán cuando no me tenga que levantar temprano— bromeó Damián.
Noté a Gisselle bastante seria, eso no era habitual en ella. Siempre estaba sonriendo o siguiendo las bromas de Damián, pero esta vez estaba apartada, metida en sus pensamientos.
—¿Estás bien?— me acerqué a ella.
—¿Por qué? ¿Me vas a acusar también?— estaba a la defensiva.
—Oye, perdón por eso, ¿si? Solo, no sé; fue algo que pensé.
—Eso no es motivo suficiente para incriminar a alguien. Pero bueno, no tendría porqué estar molesta. En todo caso, intenta disculparte con Ximena.
—¿Dónde está, por cierto?
—Lina vino a mi cabaña a buscarla. Ya no deben tardar.
Y así como lo dijo Gisselle, en ese momento llegaron ambas.
—Buenos días, espero que hayan dormido bien. El día de hoy no les voy a exigir demasiado. Ayer fue un día bastante agotador, merecen descansar un poco— dijo Lina mirándonos a todos—. El entrenamiento será en el bosque. Pueden irse; menos tú, Carlos.
Me asustaba cada vez que Lina decía eso. Siempre era por cosas malas.
—¿Cómo estás?— preguntó.
—Lo dices por Ximena, ¿cierto?
Asintió.
—Tenías razón. No había motivos para acusarle de nada. Fue algo estúpido que se me ocurrió, simplemente en ese momento era lo más lógico para mí.
—¿Estás así por tu padre? ¿Por lo de ayer?
Lina y yo no éramos las personas más cercanas del mundo, pero aún así habíamos estado juntos mucho tiempo, incluso antes de entrar al equipo. Conocía bien la situación con mi padre, lo que me hacía sentir y el hecho de querer hacerlo sentir orgulloso siempre.
Lina y yo compartimos ciertos traumas.
—Si. Ni siquiera le importó que estuviera a cargo durante tu ausencia. Tú lo escuchaste. Tú eres la cara del equipo, todo logro siempre será tuyo— mi voz se quebró ligeramente.
—No tienes que hacerlo sentir orgulloso a él; tienes que sentirte orgulloso de tí mismo. Sé que estamos en situaciones diferentes, pero no es justo que te sientas mal por eso.
—Lo sé, y gracias, en serio— intenté sonreír.
—¿Quieres hablar de algo más?
—No realmente.
—Bueno, entonces puedes ir a entrenar, e intenta disculparte con ella. Lo merece— me dió una ligera palmada en la espalda.
Me dirigí al bosque para empezar mi entrenamiento, pero en el camino sólo podía pensar en lo que Claudia me había dicho. ¿Y si realmente no era mi imaginación? ¿Y si Ximena sí era la responsable? Todo era muy raro, pero a la vez nada era concreto.