Ximena.
—¿Quieres practicar conmigo?— Gisselle me ofreció una espada.
—No soy buena con la espada, así que me servirá mucho tu ayuda.
Nos apartamos levemente de los demás.
Comenzamos a darnos pequeños golpes mientras la otra los frenaba.
—¿Qué quería Lina?— me preguntó.
—No mucho en realidad, solo quería saber cómo me sentí en el entrenamiento de ayer— contesté sin darle mucha importancia.
Gisselle estaba por decir algo más cuando Carlos nos interrumpió.
—¿Podemos hablar?— tomó mi hombro.
—Claro, ¿qué pasó?
—A solas.
—Ah, perdón. Cuando acabes me buscas— Gisselle nos dejó solos.
—Creo que te debo una disculpa— se notaba nervioso—. Yo sé que lo que dije no fue correcto, y en serio lo lamento mucho. No había motivos y mi argumento fue demasiado tonto. Perdón.
—Oye, descuida. No te culpo, creo que tienes motivos para pensarlo, y está bien. Pero agradezco mucho la disculpa— sonreí.
—Entonces, me iré a entrenar. Tú y Gisselle se veían ocupadas, así que las dejaré solas— me devolvió la sonrisa y se dirigió hacia Claudia y Damián.
El comportamiento de Carlos me resultó confuso. No era mentira que entendía el porqué actuó de esa manera anoche, pero aún así, no esperaba que fuera la primera persona en sospechar de mí. Él había sido gentil conmigo desde el primer momento, así que su acusación me tomó por sorpresa.
Estaba tan sumida en mis pensamientos que solo alcancé a escuchar "¡cuidado!", antes de sentir un ardor en el hombro. Noté como escurría algo. Sangre. Me habían dado con una daga. No sabía si intentar detener el sangrado, si correr a la enfermería, o simplemente desmayarme.
En cuestión de segundos, Damián ya estaba al lado mío.
—Mierda, Ximena, perdón. No fue mi intención, la daga simplemente se me escapó— estaba preocupado—. Vamos, te llevaré a la enfermería.
—V-vamos— dije intentando disimular el dolor.
Llegamos, y como la última vez que estuve ahí, el lugar se encontraba vacío. Luca era el único en la enfermería.
—¡Ximena! ¿Qué te trae por aquí?— parecía entusiasmado hasta que miró mi hombro—. Oh, eso no se ve muy bien. ¿Cómo te hiciste eso?
—Creeme, no fue a propósito.
—Entonces, ¿quién fue el idiota?
Damián y yo nos miramos en silencio, pero eso no impidió que Luca se diera cuenta.
—¿Fue algo personal o un accidente?— bromeó.
—Fue completamente personal— Damián siguió la broma.
Luca simplemente le sonrió.
—Por lo menos no es nada grave. No es una herida profunda, así que un vendaje bastará. Pero, vas a necesitar unos días de reposo.
—¿Hasta cuándo?— pregunté.
—Mínimo, una semana. Eso si cuidas bien la herida.
—Para estar a mano, ¿no quieres hacerme una también?— sugirió.
—Me encantaría.
—Realmente no me importaría si se matan o algo— interrumpió Luca—, pero les agradecería que no se lastimen a propósito. No quiero tener mucho trabajo.
—Que grosero— Damián le siguió el juego haciéndose el ofendido.
Ambos se sonrieron. Por un momento sentí que estaba interrumpiendo algo, o que no debía de estar ahí. No tardaron en darse cuenta de que me sentía rara.
—¿Puedo ayudarles en algo más?— Luca se veía un poco apenado.
—De hecho, sí. Pero, Damián, necesito que te vayas— no le dije nada más, solo lo saqué de la enfermería y le cerré la puerta en la cara.
Una vez solos, Luca me miró confundido.
—¿Cuál es la cabaña de Lina?
—¿Qué? ¿Por qué quieres saber eso?— se notaba aún más confundido.
—Tú estás enterado de todo. Creo que ya sabes que apareció una profecía que involucra a Lina.
—Sí, algo he escuchado— se notaba interesado—. Pero, ¿tiene algo que ver contigo?
—Ese es el problema; yo no tengo nada que ver, pero parece que quieren inculparme. Quiero que Lina me ayude a aclarar todo.
— ¿Y de paso la vas a enamorar?— dijo en tono burlesco.
—Claro que no. No se trata de eso. Aunque no sería mala idea— lo pensé un poco—. No, olvida eso. En verdad no quiero que haya malentendidos.
—Lina no vive en el refugio. Tendrás que bajar al inframundo si quieres hablar con ella.
—¿Es en serio?
—Sí. No sé porqué te sorprende, la mayoría de los hijos de los tres más poderosos viven con sus padres; aunque la mayoría no se lleva con ellos. Eres hija de Hermes, puedes bajar cuando quieras, ¿no?
—No funciona así realmente, pero veré qué puedo hacer. Gracias, Luca, en serio fuiste de mucha ayuda.
—Cuando quieras. No me molesta— me sonrió.
Salí de la enfermería una vez me habían terminado de vendar el hombro y por un momento olvidé que Damián me acompañaba.
—¿Todo está bien? — se veía curioso.
—Si. Una duda de lesionados. No te preocupes.
—¿Segura?
—Tranquilo, ¿si?
— De acuerdo. Pero te acompaño a tu cabaña. Y, yo le aviso a Lina.
Al llegar, Damián se retiró casi de inmediato. Estaba cansada y aún sentía dolor. Solo quería irme a dormir, pero sabía que tenía que buscar la manera de hablar con Lina. No tenía la facilidad para entrar cuando quisiera al Inframundo; ni siquiera sabía qué camino debía tomar o a quién debía convencer para dejarme entrar.
Finalmente, recordé algo. Por haber pasado mis pruebas, Hefesto me regaló una perla para transportarme al lugar que deseara. No estaba segura de si eso incluía el Inframundo, pero no perdía nada en intentar. Si algo salía mal, sería solo culpa mía.