Capítulo VII
"Sal de salsa"
Narra la autora.
Debido a que, de forma inconsciente ella se hizo de sus poderes a inicios de desarrollo, ilusionando lo que de habitual se ve; camuflada en el vacío de los pasillos, pudo perseguir a su zorrillo.
En el puente, al chocar con la pierna fornida del encapuchado con aroma a pescado, detuvo su paso y olvidó su poder. Él la vió, se agachó frente a ella y la tomó en brazos. Cubriendo el rostro de la niña con la tela de su oscuro abrigo.
— ¿A dónde me llevas? —a pesar de sentirse incómoda, le habla con aires altruistas— ¿Y mi mami?
La castaña miró por encima del hombro del que la ha raptado, observando como con cada paso que dan, su hogar se va alejando aún más. Desde el momento en que llegaron a un lugar apartado, solo un riachuelo y un árbol al costado.
Sus grandes ojos rojos se humedecieron al sentirse fuera de casa y empezar a tener miedo. Y, aun así, ella se sentía protegida por alguna extraña razón; pues confiaba plenamente en aquel zorrillo que la había llevado dónde el alto hombre.
— No, no, Mitsuki tranquila —le dice él, al ver que lloraba en silencio sobre su hombro—, todo está bien.
— Quiero a mi mamá —solloza la pequeña de coletas caídas.
Parando justo enfrente del árbol, la baja al suelo y se arrodilla delante de ella; descubriendo su carita de sus manitas.
— Shh shh shh calma... —con rapidez se quita la capucha y la mira a los ojos— no llores, mi princesita.
La niña, paralizada, deja de llorar. Lo mira fijo y sin decir media palabra, reconociendo su rostro. Él le sonríe y a ella le deja ver el brillo en sus ojos azules.
— ¿Papi? —pregunta levantando sus cejas, con los ojos muy abiertos— ¡Papi!
Le salta encima y tomándola él en brazos, la fuerza del salto los hizo caer al suelo, provocando que, el rubio, ría divertido.
— Sí soy yo, preciosa —le dice una vez que la abraza más fuerte, haciéndole presión contra su pecho; cautivado por su oler de rosas—. No puedo estar lejos de tí.
Le confiesa cerrando sus ojos, dejando que el diminuto cuerpo de la niña se acueste en su torso.
— ¡Mami y yo te extrañamos mucho! —grita emocionada, abrazándole con más mucha fuerza de vuelta— ¿Cuándo jugamos con las muñecas, papá? Mell y yo tenemos muchas historias por contarte.
— Pronto —responde sentándose y recostándose al árbol, con su hija en su regazo—. Por ahora, quiero saber desde cuándo tus poderes han comenzado a desarrollarse.
— Mmm... —ella aparta la mirada, apretando sus labios, en tanto piensa en una respuesta segura— No sé —se encoje de hombros—, supongo que desde que te fuiste.
El rubio se queda mirándola, divagando en sus pensamientos y desvía su mirada al cielo nublado. Recordó haberlo notado más gris cuando la niña lloraba minutos antes.
— ¿Y.… qué más puedes hacer? —le sonríe, brindándole confianza.
— No lo sé —se encoje nuevamente en su lugar y lo mira atenta—, ¿por qué me haces tantas preguntas? Yo solo hice una.
La ingenuidad de los ojos de la niña ronda por todo el rostro del padre de treinta y cuatro años que, dudoso, mira cuanto ha cambiado su hija en solo un mes. Centellas salen de sus ojos azules. Se siente tan dichosos de jugar con los extendidos cabellos ondulados, sobre sus hombros y, el brillo disminuido de sus mechas rojas, deslumbrado por su capacidad de entender y fluidez en su habla.
— No tengas miedo de mí —añade él—. Jamás te haría daño, Mitsi.
— ¿A dónde fuiste, papi? —pregunta nuevamente— mamá está muy triste y no me gusta verla llorar en las noches —juega con sus manitos—. A veces, la abrazó para que no esté sola, pero el otro día escuché a tía Minshee decir que ella no te merecía y que tú eres un...
Se detiene, bajando su mirada al suelo y, el rubio le hace subir la vista de nuevo, con su dedo índice.
— ¿Qué soy qué? —preguntó relajado.
— La palabrita que los niños no pueden decir —susurra cerca de su oído— la de p-e-n-d-e-j-o. ¿Es verdad eso?
El joven larga una carcajada y aparta dos mechones de pelo de su suave piel facial.
— ¡Por supuesto que no! No le hagas caso a las cosas que dice tu tía. ¿Te digo un secreto? —murmura y ella asiente— Esa tía está loca y se asusta bien fácil con historias de fantasmas.
La pequeña se carcajea y aplaude emocionada.
— ¡Tengo una idea! —se iluminó— Cuando tía Shim diga algo feo de tí, la asustaré con una sábana.
El padre ameno de cumplir su objetivo, sonríe y la apoya.
— A fe mía. Así aprenderá.
— Siiii. Huli también me puede ayudar, él es mi mejor amigo.
Las facciones del padre se vuelven serias de repente y su ceño fruncido acompaña en un tono grave a su voz ronca.
— ¿Quién es Huli? —amargado, le es todo ojos de manera interrogativa— ¿Es niño?
— Si —balbucea Mitsi— ¡Ya se leer!
Emocionada retoma su alegría.
— ¿Y cómo es ese Huli? —rechina entre dientes— ¿Cuántos años tiene?
— Papá, es un zorrito.
El rubio suelta la tensión de sus músculos y piensa unos segundos.
— ¿Un zorro? ¿No crees que es peligroso tener un zorro como mascota? —Mitsuki ríe sin parar, dejando al padre confundido con su reacción—. ¿Qué es tan chistoso?
— No es un animal, papá —habla después de recuperar su voz—. Es un espíritu, mi espíritu guardián.
— ¿Espíritu Guardián? —repite haciendo una mueca.
— Si, me protege y me guía —lo mira—. ¿Por qué todos piensan que estás muerto?
El impacto de la pregunta abofetea la alegría del padre retornándolo a la realidad.
— ehh... —rasca su nuca, buscando un argumento convincente— pues... porque...
Alargando las palabras, él solo piensa en qué podría decirle a la niña. "Es muy inteligente, pero podría hacer que todo lo hecho fuera en vano", llega a reflexionar.
— Mitsi —suspira—, esa es una pregunta que no puedo contestarte ahora —se sincera— y es que no sé cómo. Solo tengo una explicación.
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Editado: 01.06.2025