Olvidarte seria olvidarme /yueliang

Capítulo XLII

Capítulo XLII

"Pesadillas que queman"

Narra la autora.

Owen presenció cómo el fuego calcinaba los huesos de su hermano. Estático quedó, no era capaz de mover un músculo sin derramar lágrimas que se evaporaran con el vapor. Agarraba la parte inferior de su camisa con todas sus fuerzas, sus manitas estaban escondidas en el bordado de esta.

Los gritos salientes de sus labios hidratados y curvados hacia abajo, hacían eco en la hoguera y, a la vez, eran interrumpidos por hipidos. Su único deseo era que todo eso fuera solo un mal sueño, que despertaría y su papá estaría al lado de él para abrazarlo y calmarlo, que le diría que todo estaría bien, que él y su hermano gemelo jugarían en las playas de Hōkō, las cuales iban cada fin de semana como un picnic en familia.

— ¡No, por favor! —rogó una mujer de rodillas ante Glen, interponiéndose— No le hagáis da....

Y cayó al suelo, degollada. Glen llegó a él, lo cargó en brazos y le dijo irónicamente, acercando sus cuernos a los rizos de Owen: — Si tus papás hubieran hecho caso, esto no hubiera pasado. Alégrate, te hemos salvado. No te querían.

A Glen nunca le gustaron los niños, a ningún demonio le gustaban los niños. Es por eso que no dudó en levantarlo en el aire y colgarlo a la boca de la máquina trituradora que Michael acababa de poner en marcha.

— No tuviste suerte tampoco —se encogió de hombros, sonriéndole al niño que ya no lloraba, solo se dedicaba a mirarle con timidez. El ruido de la máquina le hizo mirar a abajo, no por mucho.

— Ups —Glen abrió sus manos, dejándolo caer al interior de la máquina.

El horrendo y grotesco grito del niño solo provocó en los demonios placer, por fin su plan marchaba bien. Las tierras de Hōkō iban a ser suyas y solo suyas. Su imperio, tal y como lo planearon cada año; cada noche en aquella cueva que construyeron en lo alto de las montañas de Tawagatu a sus diez años.

Los demonios desfilaban en las callejuelas como un zunzún chupando el néctar de una flor. El ejército masacraba a todo el que se opusiera y raptaban a esos que caían de rodillas implorando piedad. No eran muchos habitantes, entre los que morían asesinados y las que accedían en descaro a las piernas de los demonios, el pueblo quedó para ellos solos y sus nuevos esclavos.

La construcción de un clan comenzó. Las mujeres que, eran como un regalo para Michael y Glen, quedaban embarazadas de demonios bebés, los cuales ya tenían su ficha en los campos de entrenamientos que habían construido en los primeros años. En los que crecieron. Esos se volvieron escuelas fundadas para entrenar y adiestrarlos en el maltrato del ser humano o cualquier material viva que no tuviera sangre negra. Hōkō finalmente estaba infestada de los genes infernales. Era el nuevo infierno perdido en el Pacífico.

Al suroeste de la isla, dónde fueron quemados todos los habitantes humanos, los nuevos líderes construyeron su castillo de muros altos y piedras volcánicas, como siempre habían soñado. Ahí nació el plano original del castillo de "Rugido" Hōkō, dónde en la actualidad es de la familia Hoo.

— La búsqueda de la gema se mantuvo por medio año, los demonios se estaban hartando por no encontrarla, hasta que, un niño llegó a las columnas dónde Michael dormía, contento por la exquisitez del aroma a sangre. —Jishu pronuncia y Mitsuki se sienta como resorte, olvidando por completo donde se encuentra—. No tenían más aliados que ellos dos y ese niño, esa noche, había llegado con la gema en sus manos. Y una vez la adquirieron, sus planes habían cambiado. Tenían tanta tentación con su fulgor que pasaron horas y horas solo observándola, sin apartar la vista.

Michael quería destruir el mundo, quería hacerlo arder en llamas y Glen lo acompañaba en el sentimiento, nadie se oponía y todos estaban contentos. O eso creía él. Glen tenía otros planes. Glen se había enamorado de una humana en otra gran porción de tierra del planeta. Pues en el "Arabian Tribes" estaba este pueblito de personas que asesinaban cómo diablos y Greysi, una de ellas, había ganado su corazón negro y vacío. Y Glen quería quedarse con ella en el planeta. En el fondo, él nunca fue tan malo como su hermano, siempre fue susceptible a los encantos de una mujer y, para ese entonces, ya se veía maldito y sabía que su hermano iba a replicar, pero tenía la esperanza de que aun existiera un grano de generosidad en su cuerpo de desalmado.

Por lo que, supo que las palabras no alcanzarían que, si conocía a Greysi, iba a entender sus emociones. Y planeó una cena, en el templo, traería a la mujer que, le había propuesto matrimonio, a su endemoniada isla, antes de vivir su vida con su bebé y ella.

— ¿Seguro qué...? —Glen dió media vuelta en su eje antes de salir de la habitación, mirando tímido a su hermano del alma. Suspiró tomando el valor suficiente para terminar— ¿Seguro que quieres destruir el mundo? —recibió la penetrante mirada de Michael y se sentó rápido, enfrente suyo—. Digo, sí sé lo que ganaríamos si eso pasa, pero en el infierno no hay nada de lo que hay aquí. Las mujeres de aquí nos ofrecen mucho más que las diablitas. Las comodidades de aquí no son iguales, la comida, los paisajes, las fiestas, hay humanos que matan como nosotros —sonrió—, todo de todo. Sabes bien que en el infierno solo hay soledad —peinaba sus cabellos con sus dedos, desinflando su pecho hasta caer en la espalda de la silla giratoria; cansado de contar—. Hermano, yo tú me lo pensaría bien porque….

— Una palabra más… —le detuvieron las palabras con la palma de su mano al aire— y no me temblará la mano para clavar una estaca en tu corazón de hielo.

Glen pestañeó varias veces, relamiendo sus labios, incomodo en su asiento.

— Porque eso es lo único que tiene que haber en él: hielo, frialdad, crueldad —enumeró, rayando la superficie de la mesa con sus largas uñas—. Nada de esas mariconadas de comida rica, playas con mujeres, ni mucho menos esos lugares donde te llevan la cabeza fuera de la realidad.




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