Olvidarte seria olvidarme /yueliang

Capítulo XLIV

Capítulo XLIV

"Los pasillos del secreto"

Narra Mitsuki (niña)

— Tío, ¡volé en avión! —exaspera mi hermano con mucha alegría.

Si solo supiera que ese hombre es sospechoso de todo el caos de nuestra vida. Se mantienen hablando, sinceramente, no les presto mucha atención a sus palabras. Sino, a las acciones de mi tío. Está entre mi hermano y yo, nos sonríe y abrazo como un padre. No creo que esa maldad esté en él. Es un Sargento de alto rango, tiene cosas más importantes y, es leal y fiel, nos quiere mucho como para hacernos daño de esa manera.

— "Las apariencias engañan" —veo a Huli a mi lado.

— "¿Qué me quieres decir con eso?" —le cuestiono mentalmente y las puertas se abren.

— Niños... —entra mi madre muy calmada, sonriendo y se sorprende al ver a tío Kong—. Oh, querido. ¿Cuándo llegaste?

— Lièèè.

Se para de nuestro lado y la abraza. Rogers entra más atrás, serio como siempre. Y, antes que las puertas se cierren, veo a Lawrence irse. Oh, así que su entrada no es casualidad y la sorpresa de mi madre es fingida. Vaya, por un momento, le creí.

— Los extrañaba mucho.

— ¡Mamá! —llega mi hermano a ellos y Kong lo carga—. ¡Se quedará todo el día con nosotros! ¿No es eso genial?

Mi tío besa sus mejillas y mi madre sonríe, en verdad se ve felicidad en su rostro.

— Qué bien —veo sus dedos temblar, antes de que agarre sus dos manos y suspire—. Me alegra tenerte aquí de nuevo, Kong.

A mi lado, Matilde tiembla de manos al dejarme un vaso de jugo y, la pillo, pillo sus miradas nerviosas hacia Kong. Rogers la saca rápido de aquí y tía Molly y Marcio, quienes leían unos libros de misterio y terror, se quedan mirando con extrañeza a mi madre. Aunque rápido la disimulan.

Y hablan de algo más que no entiendo mucho, pues se alejan y, Alejandro, a mi lado, me empieza a hablar de algo que no me deja identificar sus voces.

— Mitsi, te toca —me dice, señalando al dialogo que debo leer en voz alta y le pido un momento. Miro a la puerta y solo veo a mi hermano regresar con una sonrisa triunfante. Mamá y Kong se han ido a otro lugar.

— Chicas... —se sienta entre Adriana y Cristina—. ¿Sabéis del Mago de Oz?

— Sí. ¿Tu ego? —refuta Issabella y Cristina sonríe.

— Oye... —Ale palpa mi antebrazo con temor y ternura a la vez, como un bebé cómico.

No entiendo... ¿por qué los perdí de vista? Leo el diálogo y él continúa el que le toca. Supongo que no quiero creer que mi tío sea el culpable. Pero, ¿si lo es? Me da miedo aceptarlo.

***

Parece que hoy solo va de eso. Mi tío Kong. No me lo saco de la mente. ¿Por qué razón lo haría? ¿Amor? ¿Celos? Tal traición es imperdonable...

Perdón... celos... Rogers estaba celoso de Kong cuando abrazó a mamá. Lo vi en sus ojos por más que trató de ocultarlo. Lo vi apretar sus puños debajo de su guante y... Matilde. Sus moretones, los que le vi aquella vez. En ese momento deduce que fue violada. Y según los libros de psicología, los traumas al estar cercas no pueden ocultarse. Matilde se puso nerviosa con Kong, eso solo quiere decir que... ¿Fue él quien las violó? No.… no creo que...

— "Sígueme..." —aparece Huli frente a mis ojos, a mitad de estos pasillos oscuros.

Le sigo, corro a toda velocidad detrás de su polvillo brillante y llego a las puertas de una habitación alumbrada por velas.

— ¿Y eso ya no es suficiente? ¿Qué puto tatuaje no es suficiente? —grita tía Molly.

— ¡Baja la voz! —mamá le grita en susurros.

— Lo dejaste pasar todo el día con los niños.

— ¿Y qué iba a hacer? —me acerco y la veo abrir los brazos—. Kong está desquiciado. Ha hecho todo esto por amor a mí. Porque está enamorado y obsesionado. Mató a su hermano... —susurra con fuerza en su garganta.

Veo a abuela Gina abrazarla y mamá continúa hablando.

— A sus padres... —dice y el frío en mis manos llega hasta mis pulmones—. Los mató. A su hermana, a mis padres. ¿Creen que estoy como una flor de tranquila con la vida? Lo que más quiero es meterlo en la cárcel y que se pudra —llora y unas lágrimas se asoman por mis ojos—. Pero no hay pruebas suficientes... ni de su tráfico de armas, ni de esos asesinatos, nada. Ni siquiera del golpe de estado.

— ¿Qué hay de Matilde, hija?

Mamá niega con la cabeza, frotándose las mejillas.

— Es su palabra contra la suya, mamá... —tía Molly se acerca a mi madre—. Por favor, los...

Me ensordezco. Siento como mis oídos se entumen y un pitido doloroso se establece dentro. Aflojo mi agarre en el marco de la puerta y me bandeo hacia atrás. No sé si es que el clima se vuelve frío por las noches o la falta de luz de las velas, pero siento la piel de mi rostro helada. Sin color.

Las paredes empiezan a dar vueltas lentas. Mi pulso va muy, muy despacio y ese pitido me causa dolor de cabeza. No veo más allá de mis manos temblorosas o el reflejo de mi sombra.

Solo veo el rostro sonriente de Kong Wei. Aquel día en la playa cuando intentaba que yo surfeara, cuando me sonreía en paciencia y me abrazaba cada vez que caía.

Esa imagen se oscurece para mí.

Se parte en dos.

La furia en mis puños crece, me invade desde los pies y me aferro fuerte al borde de una ventana. Mi respiración la siento pesada, más allá de la tristeza que cargo, una oleada de ira me crea un nudo en la garganta. Que a su vez se siente como agujetas. Agujetas que me marcan cada recuerdo de mis cinco años y medio de vida.

Cierro los ojos con fuerza, me sostengo yo misma la cabeza. Jadeo, tengo que hacer algo. Porque el frío en mi pecho es lo más parecido al miedo que he sentido toda mi vida. Mis me has arden, las siento arder sobre mis hombros helados y esa voz habla en mi mente una y otra vez.

Es él. Es Kong Wei.

— Ah... —solo puede exhalar antes de sentir mi garganta cortada por dentro. Una falta de aire que me impide gritar con todas mis fuerzas la rabia que sienten mis vasos sanguíneos.




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