Olvidarte seria olvidarme /yueliang

Capítulo XV

Capítulo XV

"Cómo turistas"

Narra la autora.

Par de días han pasado desde el primer encuentro de la reina con la nueva y avanzada tecnología.

Y aunque, la dulzura en su voz da a entender a los demás que está bien, Lié no lo está. El sentimiento de culpa, de angustia, sus ojeras tan notadas, las trasnochadas y la constante espera a la llamada del detective; la van matando conforme pasan los segundos. Descubrirlo lo es todo, no importa que muera en el intento.

— Mmmm.... —gime entre dientes la pequeña— ¡Déjame en paz!

— ¿No querías un abracito? —insiste el niño Keng, clavado de rodillas en la desordenada cama sin rastro de almohadas. Todas andan por algún rincón de la habitación.

Por alguna razón cuyo argumento Liè no se ha detenido a pensar, ninguno de los dos pequeños logra dormir con una almohada a diez centímetros de ellos. Es como si los asfixiaran, enterraran y resucitaran de mal carácter.

De todas formas, las patadas y abrazos de mala gana mañaneros, siempre están presentes, con o sin almohadas.

— Yo no quiero que tú me abraces —espeta de un empujón por su espalda baja y, él cae al suelo plantado como banana— Es mamá a quien quiero.

Extiende sus brazos en una sonrisa angelical, yendo directo al cuello de su madre sentada enfrente de ambos. Algo divertida con la situación, ha decido no estresarse con ellos.

— ¿Cuándo dejaran de pelearse, hijitos míos? —besa su cuello como el tesoro más preciado, saltando la parte en la que sus dedos se enredan en los ondulados y crecidos cabellos a media espalda. Castaños y brillosos, y esta vez no hablo del brillo de las mechas.

— Es ella quien empieza.

— No —alivia el tono de vos, frotándose un ojo—, es él.

— ¡Ella!

— Él.

— ¡No mientas!

— Te va a crecer la nariz por mentiiir y te pondrás feoooo —Mitsuki le deja leves golpecitos en la punta de su nariz, a toda satisfacción por su cara repentina de espanto, horror, pánico, crisis existencial.

¿En verdad podría volverse feo por mentir?

— Mami.... —recurre de lleno a su ayuda— ¿Es cierto?

Lié no parece divertirse mucho esta mañana. De hecho, ha tomado un respiro, suplicando paciencia a uno de los astros que, a sus ideas, levita sobre ella.

— No. Eres un niño muy hermoso, pero no es bueno mentir —pausa—. Mitsuki, vístete. Keng, cielito —acuna su rostro, muy comprensiva—, anda a desayunar sin armar mucho drama, ¿vale?

Él frunce el ceño, ofendido.

— Yo no armo drama.

— Un poco, sí —asevera la castaña despeinada.

No le agrada mucho ese criterio con respecto a él, pero como que el hambre en su organismo le vence y decide mejor dejarlo ahí. Luego, se marcha a la cocina, dónde la abuela lo espera con una enorme sonrisa y varias tortitas.

Es un hecho que, el parecido a su padre es demasiado surrealista. Cada pensamiento de Liè se enfoca en los lisos cabellos rubios de ese hombre robusto, coqueto y rufián que robó su corazón desde el primer día.

Sí bien se siente por el camino correcto, dar el encargo a ese detective se ha sentido como quitarse cien kilos de encima. Es liberador poder ver, por fin, que la luz al final del túnel no se la lleva a ella, sino que se expande e ilumina su sendero.

Así como el de los niños a mitad de biblioteca. Mientras los demás se preparan para el día turístico; Keng, Mitsuki y Ariadna observaban con detenimiento cada foto colgada en las paredes rectangulares. Los estantes con libros se organizan por el alfabeto, a lo largo y centro del pasillo. También hay algunos colocados a metro y medio, entre las fotos colgadas en la pared y los muebles de azul oscuro que, hacen buen conjunto con las paredes blancas y, el reflejo del agua cristalina de la piscina en estas.

— ¿Esa es mamá? —inquiere el castaño, enfrente de un gran lienzo con el retrato de una chica, de ojos cerrados, tocando el violín.

Sin siquiera tener idea de que tocaba, o cómo lo tocaba; transmite un aire tan relajante y emotivo, que las alucinaciones de unas notas agudas se vuelven demasiado reales a sus oídos.

Mitsuki le mira, dejando una revista de lado que, segundos después, es agarrada por la de ojos azules.

— Sí. Es mamá.

— No sabía que tocaba el violín. Nunca la he escuchado. Y eso que en casa hay uno.

— No lo hace desde que papá desapareció.

— ¿Tu papá desapareció? —Ariadna en voz baja se siente más lejos de ellos, cuando en realidad, está a solo dos metros.

— Sí. Pero tengo fe en que muy pronto volverá.

— Papá dice que cuando las personas mueren, van al cielo y que, no pueden volver porque desde allá nos pueden cuidar mejor. Y.... también que los retienen.

— Pero mi papá —Keng se dirige a ella, tomando la revista de sus manos en una pausa oxigenada— no está muerto.

La carátula se basa en una foto de los que asume sus padres cuando jóvenes, bailando en una fiesta de gala.

— La noche en qué se conocieron —sonríe Mitsuki, asomada por encima de su hombro.

Ariadna, por otro lado, los mira un poco temeraria. Le resulta confuso no saber qué decir. Su papá había tenido una charla con ella la noche anterior, pero el juego de Mario en su PlayStation estaba más interesante que el balbuceo.

— Hicieron clic, amor a primera vista, desde el momento en que mamá desfiló por la pasarela.

— Estaba muy bonita —Keng la admira, palpando, con sus dedos, los rostros sonrientes.

— Umju. Salieron en todas las revistas como.... —se inclina un poco, leyendo el sobre titulado de ambas revistas a sus lados— …"Pareja del año" y "Glamour et Amour Bombe".

— Espera.... ¿papá era mellizo?

— Sip —se encamina hacia otra revista y le enseña la imagen de una mujer rubia de ojos azules verdosos, como los del papá—. Ella es tía Estela. Gran diseñadora de modas.

— Oh... por eso coincidieron esa noche —resume Ariadna, con una sonrisa listilla.

— Sí.

— ¿Y dónde vive? —inquieta Keng a su hermana mayor, en asombro— ¿Por qué nunca la he visto?




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