Olvidarte seria olvidarme /yueliang

Capítulo XXIX

Capítulo XXIX

"Aceptar"

Narra Liè

Y a lo lejos veo el sol en plena salida, iluminando lo que queda de estrellas en el cielo. José me indica subir al helicóptero y me pasa unos auriculares. Me trae un deja vu.

— Vamos, que se hace tarde.

Escucho decir a una gruesa voz, antes de quedarme sorda por completo con estas cosas redondas en mis oídos. Me volteo y el semblante serio de Brian Rogers es lo que encuentro. Pobre, ni en las mañanas el buen humor le acompaña. Sólo la seriedad y rudeza que, su uniforme de pulóver verde oliva y sus pantalones negros, desprenden. Tengo a bien todo y subo sin más. No le dedico mucha mirada. Los fusileros, encargados de mi protección por el capitán del barco, nos rodean mientras subimos.

El océano es una vista preciosa, un azul que te encandila con sus aires de vida. De nueva vida, de continuación, de fuerza. Verlo me ha subido los ánimos. Siento que puedo con todo, ahora mismo. Los deseos de salir adelante se hacen fuertes en mi interior.

José dice de....

¡Pat! Me sobresalto de hombros. Algo choca con el cristal de mi ventana. Solo le hace un mínimo rasguño y pienso que fue una paloma. Y en cuestión de segundos, algo parecido a tintineos resuena por toda la capa de esta mosca voladora. Y lo sé ahora, son disparos.

Rogers, a mi lado, me atrae a sí mismo y recarga su arma, analizando a los dos aviones de afuera, que nos bombardean. La verdad, no siento susto. Por primera vez, los disparos no me hacen temblar de rodillas. Es.... es vacío.

Los controles de enfrente empiezan a pitar y alumbrar rojo, esto no pinta bien. Está claro, pero la cara de José y el copiloto reflejan tranquilidad, la de Rogers también. Aun cuando me sujeto firme del asiento, cuando el helicóptero se tambalea de un lado a otro.

Se dicen algo, no sé qué. No los escucho. Solo escucho los latidos rápidos de mi corazón. Si muero aquí, no me importaría, pero mis hijos.... si muero aquí, los habré abandonado. Será peor que vivir vacía.

El apretón en mi brazo es lo único que me hace reaccionar ante tal situación. Rogers me aprieta el brazo con fuerza, hasta que lo miro. Mueve sus labios, pero no le entiendo ni escucho. ¿Por qué no escucho? Solo hay un pitido firme en mis oídos. Un zumbido de aire, sin pausa.

Me invade el mareo, unas náuseas horribles. Esta cosa se mueve demasiado, no logro visualizar firme mis manos de tanto temblor. Es... es....

No veo nada.... es oscuro todo. Pestañeo, ¡no te duermas, Liè! Los ojos se me cierran. Las luces rojas son lo único que me dejan ver la silueta de unos brazos a mi alrededor. Debe ser Rogers... pero no le veo. No le siento.

Ya no hay nada.

***

— Liè.... —escucho a lo lejos. Una voz suave se hace eco en mis sueños— Liè...

Abro los ojos. Lento. ¿Qué pasó?

Me siento rápido, de tirón. La oscuridad invade mis ojos, pero no los cierro. Siento mis dedos sobre el algodón, sábanas de algodón.... no, un cojín de tiritas, eso quiere decir que ya llegamos. Espero a que los puntitos negros se desaparezcan e identifico las facciones de Matilde, mirándome en una mezcla de confusión y tristeza.

— ¡Oh, Matilde! —le abrazo fuerte. Por dios, primera persona que siento de mi círculo cercano— ¿Qué pasó? ¿Qué...?

Busco respuestas con la mirada y reconozco la sala de estar, los muebles y cojines en el suelo. Unas armas en la salida y Rogers parado en la puerta.

— Intentaron sabotearnos, pero no llegó a mayores —me dice en tono grave. Sin sentimientos ni aires de nada—. Se desmayó. Tal vez por los tiros, el impacto o el hecho de no haber desayunado.

Me mira de manera castigadora, me regaña. Me está regañando. ¡¿Me está regañando?!

— Bájeme el tono de voz, por favor.

Suelto, entrecerrando mis ojos. No puedo llevarme por la ira acumulada. No puedo. Tengo que ser razonable. Él solo intenta ayudar, en fastidio, pero lo hace. Es cierto, no desayuné. Pero ahora lo más importante es la mirada dolida de Matilde. La de caderas anchas me mira con pesar en sus párpados, como si no hubiera pegado ojo en años.

Rogers nos da privacidad y Matilde me cuenta todo lo sucedido durante los últimos tres días. Porque le insistí en hacerlo al ver las marcas moradas en sus brazos. Son moretones, con forma de dedos largos. Ella fue violada, me lo dijo en pleno llanto. No puedo decir que imagino su dolor a la perfección, pero soy mujer y me duele lo que le pasó.

Lo que hicieron a Lohei, como murió. No quiso decírmelo, yo tampoco quisiera saberlo con exactitud. Vi los cuerpos de los otros empleados, todos distorsionados, algunos irreconocibles. Klohe fue la menos dañada físicamente mente, pero según Matilde, no es la misma de antes. Tanto Guilbet como Xiao eran personas muy cercanas a ambas, y tuvieron que presenciar su muerte.

Dios, ¿quién puede ser tan frío de corazón? Sin sentimientos, sin tan siquiera compasión por el dolor de otra persona. Y pensar que el causante de todo esto puede ser el que haya cenado con mis hijos muchas noches, demasiadas para contar las veces que les cantó canciones para dormir….

La isla se está recuperando, es impresionante la energía sin gaste de los pueblerinos al reconstruir de a poco las viviendas del pueblo, como le van dando nueva forma. Ellos se han mostrado muy comprensibles. Las restantes ciudades no fueron tan afectadas, literalmente sólo querían el castillo. Pues con él, lo tienen todo.

¿Amor? ¿Recelo? En serio Kong, un hombre de tan alta moral es capaz de hacer todo esto por ¿un simple enamoramiento de hace décadas? Enamoramiento por su parte. Yo siempre fui clara con él y con Keng. Nunca pensé ponerlos en contra, pero si le decía que a veces me sentía incómoda. Pero ya está. No puedo dejar de creer que, si Kong es el culpable, debe haber otras razones para hacerlo. Otras, no puede ser por eso.

— Mientras me... me tocaba con violencia, te llamaba, Liè —me dice Matilde, con temblor en su fina voz. La pobre no ha dejado de llorar desde que empezó. No ha dejado de cerrar sus párpados en negación a lágrimas y encontrar las fuerzas suficientes para decírmelo todo entre hipidos—. Decía que tú tienes que ser de él, que nadie más te podía tocar. Que p-podía darte el mundo si eso querías.




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