Omega

Capitulo 0 |Cerezos|

Las hojas de los arboles caían indicando que el otoño estaba llegando; una ráfaga de viento golpeó mi cara mientras yo solo cerraba los ojos disfrutando la calma que el ambiente me transmitía.
Me entró frío de repente y acomodé mi suéter hasta combatir el escalofrío de mi cuerpo.

—Nor, nuestro descanso terminó—Llamó una voz femenina a mis espaldas pero yo no volteé.

—Mika, faltan 5 minutos para que termine, déjame respirar el aroma de los árboles, suficiente tengo con el olor a medicinas del hospital.

Escuché que mi amiga soltó una risita y pude oler el humo del cigarro que mi amiga traía en la mano.
Se acercó a la barandilla en la que yo estaba y abrió la cajetilla de cigarros para ofrecerme uno.
Los miré más de lo que me hubiera gustado y resignada, acepté uno mientras esperaba que Mika me ofreciera fuego.
El sabor a tabaco inundó mi boca mientras Mika y yo solo veíamos al frente.

—¿Escuchaste que Isak fue de cacería?—Soltó mi amiga dándole otra bocanada al cigarro.

—Los lobos machos necesitan hacer cosas de machos de vez en cuando para recordarse a si mismos que son poderosos y fuertes—Dije imitando la voz de un hombre lo que provocó que ambas nos rieramos.

—Dicen que la fiesta de otoño se va a adelantar. El Alpha hará oficial frente a otras manadas que su hijo pronto asumirá el cargo. ¿Sabes que significa eso?

Solté el humo del cigarro y me encogí de hombros sin responder a mi amiga, quien solo rodó los ojos y continuó.

—¡Tendremos un baile pronto! Estoy ansiosa por ver a cuantos lobos de otras manadas puedo engatusar.

—Espero que esta estacion encuentres a tu pareja, resulta exasperante verte en celo en cada baile que celebra la manada, Mika.—Vi que mi amiga se cruzó de brazos, sus ojos azules me miraron con un enojo fingido que solo me hizo reír. Conocía a Mika desde que era una niña, así que no podía manipularme con esos gestos.

Miré el reloj en mi muñeca, apagué mi cigarro y lo boté a la basura.

—Venga, loba en celo, tenemos trabajo que hace—El movimiento del hospital no se hizo esperar en cuanto entré. Colegas moviéndose de un lado a otro, personas enfermas, preocupadas, algunos rostros felices, y muchos otros tristes era un ambiente al que estaba acostumbrada.
Me encargué de firmar algunas hojas que contenían el alta de varios pacientes hasta que un grito me hizo levantar la vista

—¡Doctora Brander!— Lo primero que vieron mis ojos fue al Alpha Leonard, él venía corriendo al lado de una camilla con un montón de enfermeras que intentaban ayudar y se encontraban luchando prácticamente con el montón de guardias que resguardaban al Alpha y a la persona de la camilla.

Corrí quitando a uno de los hombres vestidos de negro solo para encontrarme a la Luna de la manada en aquella camilla, estaba inconsciente a primera vista y no podía ver ninguna herida en ella salvo un poco de sangre en la nariz.

—Eleonor, tienes que hacer algo, Beth se desmayó de repente, es mi culpa, se suponía que tenía que guardar el secreto pero el baile esta cerca, ella tenía que saberlo— Dijo el Alpha de manera apresurada—Por favor, devuélveme a mi Luna—Suplicó el hombre que fácilmente podría ser mi papá.

El cúmulo de gente entró conmigo a un cuarto mientras yo luchaba por mantener la calma entre tanta gente.

—¡Quiero a todos fuera del consultorio ahora!—Grité llamando la atención de toda la gente—Solo puede quedarse el Alpha y por favor llamen a la doctora Campbell.

El Alpha lanzó una mirada a sus hombres porque las enfermeras habían acatado mi orden al instante.
Revisé los signos vitales de nuestra Luna bajo la atenta mirada del Alpha.
Mika entró unos minutos después y sin preguntar, tomó medicamentos de un cajón y preparó una jeringa.

—Presión arterial de 180, hemorragia nasal, dificultad para respirar y cambios de ritmo cardiacos.—Dicté a mi compañera mientras colocaba la intravenosa.
Respiré hondo, cerré los ojos y puse mis palmas en el pecho de nuestra Luna.

—Ella estará bien—Dije para tranquilizar al Alpha.
En cuanto puse mis manos y el medicamento empezó a surtir efecto, vi como la respiración de nuestra Luna empezó a estabilizarse. Me relajé, mientras el Alpha me veía como si quisiera matarme.

—No es necesario que me cuente a detalle que la alteró. Ella necesita reposo en cama mínimo un mes, además de la medicina que voy a recetarle, también, estaré visitándola diario para monitorearla.

—No puede ser posible que sea una sanadora—Murmuró el Alpha, yo no agaché la cabeza, más bien, me erguí más.

—Alpha, nuestra Luna despertará en unos 16 minutos, puede permanecer aquí hasta entonces, si sucede algo, puede llamarme con este botón.

El título de Sanador dentro de nuestra manada era algo extremadamente raro. Y aquellas que lo portaban, normalmente eran las Lunas.
Beth no tenía ese don. Pero yo si, desde que tengo uso de memoria e podido sanar y tranquilizar a muchos lobos.
En realidad, eso me ha traído muchos problemas, por eso estudié medicina, quería tener más relación con mi poder, ayudar a más gente. Los lobos se sienten intranquilos al verme sanarlos cuando no soy Luna, les e escuchado decir que doy mala suerte a pesar de que salvo sus vidas.
Salí de la habitación, el montón de guardias que esperaban afuera, yo solo los ignoré y seguí con mi camino.

Revisé el papel en mi mano, tenía que estar segura de escribir todo lo que nuestra Luna necesitaba.
Estaba tan concentrada, que no me di cuenta cuando un hombre de negro se interpuesto en mi camino y me hizo caer en mi propio trasero.
Cerré los ojos asimilando el golpe mientras escuchaba que una voz me pidió disculpas y me tomaba del brazo para ayudarme a estar de pie.

—¿Se encuentra bien?—Dijo el hombre que había provocado mi caída—No la vi en mi camino, discúlpeme.

Abrí los ojos y lo miré. Al instante, mi loba interior gruñó, sentí un tirón en el pecho, como si mi cuerpo me estuviera obligando a acercarme a él.
No podía despegar mi vista de aquel hombre, sus ojos marrones parecieron brillar y lo vi haciendo un gesto. El también se veía confundido de lo que le pasaba.
Pasaron unos minutos hasta que mi cuerpo me respondió y parpadeé.
Me toqué la cabeza, seguro el golpe me había afectado los sentidos.
No era de extrañarse que un hombre tan grande me hubiera provocado una caída fuerte. Podía ver, incluso a través de su traje lo fuerte que era.




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