Odiaba sentirme vulnerable. Cuando era pequeña, mi madre me regañaba porque solía ser demasiado dura conmigo misma; siempre estaba exigiéndome más y escondiendo todo lo que sentía. Con el paso del tiempo, ese patrón se repitió y actualmente es una parte de mí que jamás pude arreglar.
A veces me preguntaba si algún día podría deshacerme de ese escudo, permitirme sentir, aunque solo fuera por un momento, la vulnerabilidad que tanto temía. Pero entonces, el miedo me envolvía de nuevo, y volvía a encerrarme en mi propia coraza, convencida de que ser fuerte era la única manera de sobrevivir en un mundo que no siempre era amable.
Y justo ahora, con Luke, la vulnerabilidad ya no era un enemigo; era una parte válida e incluso esencial de mí.
El baño, aunque privado, comenzaba a sentirse demasiado pequeño. El calor se acumulaba a mi alrededor, sofocándome lentamente, pero aun así, no quería que Luke se apartara de mí. Si pudiera ronronear, estoy segura de que lo estaría haciendo.
Él mantenía sus ojos fijos en los míos, como si temiera que, si los apartaba, todo esto se desvanecería en un instante. La intensidad del beso que acabábamos de compartir todavía flotaba en el aire, y el silencio que se instaló entre nosotros solo parecía acrecentar esa conexión invisible, pero palpable.
—¿A dónde iríamos? —pregunté al fin, rompiendo el silencio con la idea que me había propuesto momentos atrás rondando en mi mente.
Luke me miró, sus ojos oscuros llenos de una intensidad que hacía que mi corazón latiera más rápido. Era como si estuviera buscando algo en mi expresión, alguna pista sobre lo que realmente quería decir con esa pregunta. Su mano, aún cálida sobre mi piel, se movió ligeramente, acariciando mi mejilla con una suavidad que contrastaba con la urgencia del momento anterior.
—Principalmente, a una cama —bromeó, pero el rubor volvió a subir con intensidad a mis mejillas, provocando que el calor fuera más intenso.
Luke, como si pudiera leer mis pensamientos, acercó su frente a la mía, cerrando los ojos por un instante, como si estuviera saboreando la calma antes de lo inevitable.
—Deberíamos salir —murmuró con voz ronca. Sus palabras resonaron en el espacio entre nosotros.
Asentí, aunque no hice ningún movimiento inmediato. Quería quedarme ahí, aunque solo fuera un poco más.
Él tampoco se movió; ambos parecíamos obedecer más a nuestros cuerpos que a nosotros mismos.
El zumbido de mi teléfono en mi pierna nos sacó de nuestros pensamientos, y fue ahí que ambos nos movimos por fin y yo atendí la llamada.
—¿En dónde estás? —la voz masculina al otro lado de la línea era inconfundible, y mi cuerpo se tensó al instante. Derek. Su tono no dejaba lugar a dudas: estaba molesto, y con cada palabra que decía, sentía cómo la calma que había logrado alcanzar con Luke se desmoronaba.
—¿Estás en un bar? ¿Por qué no me avisaste nada? —insistió, su voz llena de una mezcla de preocupación y rabia contenida.
Sentí cómo una ola de nerviosismo se apoderaba de mí. Sabía que Derek no reaccionaría bien si supiera la verdad, si supiera que estaba en un bar, sí, pero no sola. Estaba con Luke. Mis pensamientos se aceleraron, buscando una excusa, cualquier cosa que pudiera calmar la situación sin revelar demasiado.
—Derek, lo siento —empecé a decir, mi voz temblando ligeramente—. Es que… necesitaba despejarme un poco, salir a tomar aire. Una amiga me invitó y tenía tiempo que no salía, solo... no quería preocuparte.
Hubo un momento de silencio en la línea, y pude imaginar a Derek tratando de decidir si aceptaba mi explicación o no. Podía sentir la tensión en el aire, la presión de su expectación al otro lado, esperando que dijera algo más que lo convenciera.
—Voy por ti —dijo sin más, y antes de que pudiera responder, colgó la llamada.
Me quedé con el teléfono aún en la mano, sintiendo cómo la culpa y el pánico se entrelazaban en mi interior. De algún modo, siempre me hacían sentir atrapada. Sabía que su impulso de venir por mí no era solo por preocupación; era también una forma de asegurarse de que todo estuviera bajo control, de que yo estuviera bajo su control. Solté un suspiro pesado, bajando el teléfono lentamente, mientras la realidad de la situación me golpeaba con fuerza.
Luke, que había estado observando mi conversación en silencio, se acercó a mí, su mirada llena de una preocupación que hacía que mi corazón se encogiera aún más. No necesitaba decir nada para que él supiera lo que estaba pasando; la expresión en mi rostro era suficiente para contarle la historia completa.
—¿Viene por ti? —preguntó en un tono bajo, aunque sabía que ya conocía la respuesta.
Asentí, sintiendo un nudo formarse en mi garganta. La idea de enfrentar a Derek después de lo que había pasado entre Luke y yo en ese baño hacía que todo mi cuerpo se tensara.
—Debo irme —dije finalmente, mi voz apenas un susurro.
Sabía que tenía que salir de ahí antes de que Derek llegara. No podía permitir que él viera a Luke, no en esas circunstancias. El riesgo era demasiado grande, no solo para mí, sino también para Luke. Me moví, decidida a irme de una vez, pero en ese momento, sentí un tirón suave en mi mano.
Luke había vuelto a tomarme de la mano, su agarre firme pero no opresivo. Miré nuestras manos entrelazadas y luego levanté la vista hacia él, con una mezcla de confusión y preocupación. No entendía por qué me estaba reteniendo cuando ambos sabíamos lo que estaba en juego.
—Lo siento —murmuró Luke, aflojando el agarre poco a poco, pero sin soltarme por completo—. Fue un impulso. Mi lobo... —hizo una pausa, como si estuviera buscando las palabras adecuadas para explicar lo que sentía—. Mi lobo se siente demasiado intranquilo porque te estoy dejando ir sin marcarte.
Mi corazón dio un vuelco al escuchar esas palabras. No era solo lo que decía, sino el tono en su voz, cargado de un deseo profundo y una lucha interna que podía sentir resonando en mí. Había una parte de Luke que no quería dejarme ir, que no podía soportar la idea de separarse de mí sin asegurar de alguna manera que seguiríamos conectados, que de algún modo yo seguiría siendo suya.
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Editado: 18.09.2024