Las palabras de Derek cayeron como una bomba en la atmósfera cargada de tensión. El impacto de su revelación hizo que Leonard se quedara paralizado, con su mano aún suspendida en el aire. El rostro de Leonard pasó de una furia casi inhumana a una expresión de sorpresa y confusión.
Por supuesto, mi reacción fue similar.
Entendía que Derek había inventado tal mentira sobre un embarazo solo para quitarme de encima a su padre. Pero era demasiado.
—¿Qué dijiste? —preguntó Leonard, y ahora su voz era más baja, con un tono incrédulo que denotaba que estaba buscando una confirmación, aunque le costaba creerlo.
—Padre, necesitas calmarte —dijo Derek, rompiendo el tenso silencio que se había apoderado de nosotros. Sus palabras fueron firmes, pero también cargadas de una especie de súplica, como si quisiera que Leonard comprendiera que continuar con su actitud solo empeoraría las cosas—. Eleonor no está en condiciones de soportar esto.
—No estaba al tanto de esto —murmuró Leonard, su tono suavizándose ligeramente mientras daba un paso atrás. No obstante, la tensión en el ambiente no se disipó por completo—. Pero eso no cambia lo que hiciste, Eleonor. Tienes que entender que hay responsabilidades que no puedes ignorar.
Asentí en silencio, todavía procesando la mentira que Derek había creado. La gravedad de la situación seguía pesando sobre mí, pero sabía que en este momento, decir algo podría empeorar las cosas. Cualquier palabra podría hacer que esta falsa narrativa tomara vida propia, algo que no podía permitir.
—Te llevaré a tu habitación —anunció Derek de manera categórica, dándome una salida de esta confrontación antes de que pudiera descontrolarse más. Me tomó suavemente del brazo, guiándome hacia la puerta mientras Leonard se quedaba inmóvil, observando cómo nos alejábamos.
Mientras caminábamos por los pasillos de la mansión, mi mente no paraba de girar. El peso de la mentira recién contada se sentía insoportable, y sabía que no podría mantenerla por mucho tiempo sin que las consecuencias nos alcanzaran. Aunque Derek había intentado protegerme, también me había envuelto en una red aún más enredada de lo que ya estaba.
—No era necesario decir eso, Derek —murmuré finalmente cuando estuvimos lo suficientemente lejos para hablar con libertad.
Sin embargo, él no se inmutó.
—Tengo un plan —confesó.
Sinceramente, a estas alturas, estaba demasiado asustada para sopesar lo que él estaba diciendo. Cualquier cosa me parecía absurda aún sin saberla. Pero él se veía tan decidido que realmente parecía convencido de lo que estaba a punto de decirme.
—Tienes que confiar en mí, Eleonor —dijo con determinación en sus ojos.
Tragué saliva y temblé. Lo que sea que él planeara no me daba buena espina.
—Quiero dormir —dije casi de manera suplicante.
—Duerme, mañana tenemos muchas cosas que hacer.
Él se movió con intención de irse, pero lo tomé de la mano y lo detuve.
—Por favor, Derek —murmuré, apenas capaz de sostener su mirada—. Si realmente te importa lo que pase conmigo, no me ocultes nada. Lo que sea que estés planeando… necesito saberlo. Todo.
—Confía en mí —repitió, y aunque sus palabras eran las mismas de antes, esta vez había un matiz de súplica en su tono—. Todo saldrá bien, Eleonor.
Antes de que pudiera responder, se dio la vuelta y comenzó a alejarse por el pasillo, dejándome sola frente a mi puerta. Observé su figura desaparecer en la penumbra, sintiendo cómo la tensión en mi cuerpo se intensificaba. Estaba atrapada en una red de manipulaciones y mentiras, y aunque Derek parecía tener un plan, no podía evitar preguntarme qué costo me tocaría pagar a mí.
Finalmente, empujé la puerta de mi habitación y entré. La familiaridad del lugar me ofreció un consuelo momentáneo, pero al mismo tiempo, las sombras que se arrastraban en las esquinas parecían reflejar las dudas que inundaban mi mente. Me dejé caer en la cama, pero no pude encontrar la comodidad habitual. Mi mente seguía girando, tratando de desentrañar las intenciones de Derek, pero cada hilo que tiraba solo parecía llevarme a más preguntas.
—¿Cómo podré dormir con todo esto? —murmuré para mí misma mientras miraba el techo.
Los minutos se transformaron en horas, y mis ojos se fueron cerrando lentamente, aunque mi mente seguía corriendo en círculos. Finalmente, el agotamiento pudo más que la preocupación, y me dejé llevar por el sueño, aunque no encontré el descanso que necesitaba.
Esa noche, los sueños fueron una mezcla confusa de imágenes y emociones. Vi a Derek, su rostro iluminado por una extraña luz, sus ojos fijos en algo que no podía ver. Y un grito agobiante se me grabó en el alma.
Luego, la imagen cambió, y me vi a mí misma, sola en un bosque oscuro, con el sonido de hojas crujientes bajo mis pies. Sentí el frío de la noche, el susurro del viento a mi alrededor, y una voz que me llamaba desde la oscuridad, una voz de una mujer que no reconocí, pero que me llenó de miedo.
Estaba acostumbrada a mis sueños, pero estos eran más violentos de lo que normalmente tenía.
Entonces la vi... Una mujer pelinegra estaba escondida en una habitación. Caminaba de un lado a otro con las manos en su vientre plano, como si intentara protegerlo.
Era delgada, pero de buena figura; su fragilidad contrastaba con la fuerza que emanaba de su presencia. Llevaba un vestido sencillo, su respiración era entrecortada, y aunque no podía escuchar los sonidos a mi alrededor, podía sentir su angustia como si fuera la mía propia.
De pronto, la puerta de su habitación se abrió y, de ella, Derek entró, abrazándola y dándole un beso de manera instantánea.
—¿Estás bien, Helen? —le preguntó con preocupación.
Ella asintió en respuesta; sus ojos brillaban con miedo y amor al mismo tiempo.
—Mi padre te está buscando —continuó Derek—. Tengo que moverte de ubicación, de nuevo.
El pánico en los ojos de Helen se intensificó, pero antes de que pudiera decir algo, el sonido de una llamada resonó en la habitación, y me levantó bruscamente de mi sueño.
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Editado: 18.09.2024