Bien, sabía cómo debía actuar. Como una persona de 25 años. Una mujer adulta. Después de todo no es la primera vez que mi mejor amiga me emboscaba de esta manera.
Algunos describirían a este escenario como una traición. Yo lo describiría como una típica movida de Madeleine.
Sentí unos pasos detrás de mí e intenté poner en mi rostro la sonrisa más sincera que pude tener a mano, esperando que para las demás personas que estaban ahí fuera creíble. Si en algo era buena y tenía que admitirlo, era en camuflar mi incomodidad en situaciones como estas.
Pero ahora contaba con un dato que me había descolocado por completo. Él había estado enamorado de mí en la secundaria y eso hacía las cosas un poco, mucho, más complicadas e incómodas.
Tal vez si me levantaba rápido de la silla podía salir corriendo de ahí, pasaría vergüenza, claro que sí, pero nos ahorraría a los tres un mal trago.
La silla que estaba a mi lado se corrió, dando por culminado mi plan b de escape, genial el día no había acabado aún y yo seguía fracasando en mis planes, dos fallidos en un día, eso debía marcar un nuevo récord.
—Buenos días señoritas—saludó William dejando la chaqueta de su traje gris en el respaldo de la silla— ¿Les molesta que me les una?
—No, en absoluto—Maddie tiró su largo pelo rubio para atrás y sonrió— ¿Quién diría que en una ciudad tan grande como esta nos volveríamos a encontrar, no?
—Cosas del destino, le gusta manejar los hilos a su gusto—rió Will
—De eso no hay dudas, aunque no tengo quejas sobre eso, de no haber sido por el destino, ahora no estaría hojeando esto—movió la revista que aún estaba en sus manos—O tal vez sí, pero lo hacía solo por hobbie, ahora lo hago por una razón más importante.
Le tomó solo unos segundos a William captar la idea y una gran sonrisa se dibujó en su rostro, dejando ver dos grandes hoyuelos.
— ¿En serio te vas a casar? Te felicito—dijo inclinándose sobre la mesa para abrazarla, un gesto que tomó por sorpresa a mi amiga pero que no le molestó en absoluto.
Su perfume llenó el pequeño espacio que compartíamos. Olía a madera, mezclado con menta y algo más que no lograba distinguir, pero era un olor tan...tan varonil.
—Muchas gracias, Will— Nos casamos en dos semanas, así que cada minuto que pasa es una locura, estamos con los arreglos finales.
— ¿Y quién es el afortunado, si puedo preguntar?
—Kenton, un compañero de la universidad. Iba con nosotros a la escuela pero unos años más adelante. Dos de hecho.
—Espera—dijo cerrando los ojos, como recalculando algo— ¿Estamos hablando de Kenton , el mismo Kenton que era el mariscal de campo de nuestro equipo?
—Ese mismo—dijo mi amiga con un ligero brillo de orgullo en sus ojos.
—Pues déjame que te felicite de nuevo, ¡ese sí que era difícil de agarrar!
—Ya sabes, nunca subestimes el poder de una chica
—Supongo que los caballeros si las prefieren rubias después de todo.
—Oye que las castañas también sabemos cómo divertirnos—dije indignada
—Hasta que al fin hablas—me miró y pude observar que sus ojos eran de un azul grisáceo bastante, bastante penetrante— ¿Y qué hay de ti?
—Nada, un poco de aquí y un poco de allá. Dos carreras universitarias frustradas porque no eran lo que esperaba, adicción al café, vivo en un pequeño departamento, trabajo a tiempo completo en Starbucks, o casi y sueño con poder abrir mi propia cafetería algún día ,pero eso último ya lo sabes.
—Una vida bastante interesante—sorbió un poco de su café.
—No te das una idea. Madonna envidia mi estilo de vida.
—Lo imagino, tienes lo que cualquier chica querría. Pero yo hablaba de si estás fuera o dentro del mercado.
Mis oídos no daban crédito de lo que escuchaba, ¿en serio tenía tan poca cara para preguntar eso?
—Dentro del mercado—contestó Maddie, antes de que yo pudiera decir nada.
— ¿Puedo hablar lo sabes?
—Lo siento—dijo con ojitos de perrito mojado.
Pero no, no lo sentía.
—Sí, así es, como dice mi amiga metomentodo. Estoy dentro del mercado, por decisión propia. Prefiero enfocarme en mi meta y luego veré lo otro. Es más esta semana debo encontrar un lugar donde instalarme antes de que alquilen los mejores locales.
—Tienes suerte entonces.
— ¿Por qué lo dices?
—Porque yo te puedo ayudar con las dos cosas. Tienes mi número y yo tengo mi día libre en el trabajo pasado mañana. Llámame.
Asentí.
Tenía dos opciones en este horrible y bochornoso momento.
Podía comportarme como una completa perra o simplemente podía ser la niña educada que mi madre y mi padre con tanto tiempo y esfuerzo criaron y dejar las cosas ser.
Simplemente dejar pasar el tema, tal vez las cosas se terminarían más rápido de lo que pensaba si optaba por esta opción.
Después de todo no era la primera vez que me encontraba con un hombre que contara con tanto amor propio para decir cosas como esas.
Eso fue lo que me enamoró de Roman en un primer momento. Claro en un primer momento y solamente por dos cortos meses.
Luego él se fue a vivir a Italia para perseguí su sueño de ser modelo y conseguir la fama. Los afiches que llenaban la calle con su imagen usando unos boxers de Calvin Klein, me confirmaban que por lo menos a él la vida le había jugado una buena pasada.
Por lo menos fue capaz de conseguir su sueño.
Las cosas estaban un poco confusas en mi cabeza en este momento. A veces odiaba que el mundo fuese tan pequeño a veces, porque si no fuese así no habría manera de que William estuviese aquí sentando en la misma mesa que yo estaba ocupando.
En su lugar estaría hablando sobre la luna de miel que disfrutaría mi mejor amiga junto a su pareja.
Pero las cosas no eran así, porque a la ecuación se sumó un ex compañero de mi secundaria. Y no era que la idea me mataba pero debía reconocer que podría haber sido peor. Mucho peor.