Tenía que encontrar urgente un lugar. El carácter urgente se quedaba lejos la verdad de lo que pensaba sobre esto. De inmediato tenía que encontrar un nuevo lugar para alquilar, para así evitar una visita incómoda con el señor "estas dentro o fuera" del mercado.
Dios, quien le da ese derecho, quien se cree que es? No porque sus ojos sean encantadores, ni porque se vea bien en traje ni sepa usar una buena colonia, yo caería rendida a sus pies. Menos por saber que en algún momento de su triste adolescencia estuvo enamorado de mí.
Siempre había odiado que las personas me definieran quien era, que hacía o que no hacía.
No era para nada de su interés si yo estaba o si no estaba en el mercado, ya sé si estaba dentro o fuera de este.
Si estaba dentro tenía mis motivos, tanto como tenía mis motivos si quería estar fuera del mismo.
Si había algo que había aprendido este tiempo luego de tantos corazones rotos era que confiar en los hombres era sin duda una de las tareas más difíciles y arduas que había tenido que hacer en mi vida.
Y aún estaba trabajando en ello.
No con creces, no con suerte, pero todavía no quería desconfiar para siempre en ellos.
Aún tenía tiempo libre antes de volver a mi rutina.
Sin embargo no sabía si podía confiar en William, es decir hasta hace unos dos días atrás no recordaba su existencia, ni siquiera sabía que había estado presente en algún momento de mi vida.
¿Cómo podría confiar en él?
No caería en esos trucos. Conocía bastante bien a los tipos como William, y una vez que consiguen lo que quieren, se van, y nos dejan con el corazón roto y con poca fuerza para poder recuperar uno a uno los pedazos.
Prendí la cafetera, e inmediatamente encendí la televisión, mientras tomaba mi celular y revisaba las redes sociales. Es casi como un acto reflejo. Mientras el olor del café inunda la sala, comienzo a prepararme para un nuevo lugar en el que, adivinen que, si se respira café a cada rato.
No puedo decir que el delantal de Starbucks me favorece del todo, pero por lo menos resalta mis ojos. Tomo una cinta para el cabello, mi bolso y salgo del departamento, con la intención de volver a este con un local alquilado.
Cuando tomo el primer taxi que cruza por la puerta de mi edificio, apoyo mi cabeza sobre el vidrio y pienso en que Alicia Keys tenía razón cuando decía que esto era una jungla de concreto, pero definitivamente no viviría en ningún otro lugar. New York tiene magia, tiene poder, tiene secretos que esperan ser descubiertos.
Y eso le daba sentido a mi vida.
—Señorita, llegamos a destino. Son 5 dólares.
—Aquí tiene, quédese con el cambio. Y que tenga un buen día.
—Lo mismo para usted—dijo sonriente el hombre.
Bebí el último sorbo de café antes de entrar al trabajo, porque una vez que uno entraba ahí, era un sin parar de tareas, de llevar, traer, levantar, poner, limpiar, barrer, y cerrar caja al final del día. La parte más disfrutable de este era cuando repartíamos las propinas.
—Buenos días hermosa—Jill besó mi mejilla— ¿Cómo amanecimos hoy?
—Con el pie derecho por suerte—dije sonriendo.
Jill tenía esa clase de actitud positiva que la contagiaba a todo el mundo con solo pasar a su lado.
— ¿Algún motivo en particular?
—Ya tengo el crédito aprobado. Esta tarde saldré en busca un lugar para aprobar.
Su cara adquirió una expresión muy graciosa antes de empezar a gritar y saltar en el lugar.
— ¿En serio, en serio, en serio?
—Sí pero solo es el paso inicial, sabes que está muy lejos del día perfecto, de la inauguración.
—No importa bebé, recuerda lo que te digo siempre.
—Baby steps baby, baby steps.
—Así es—dijo chocando su cadera con la mía. —Ahora manos a la obra esos cupcakes y lattes no se venderán solos.
—Nunca escuché algo tan sabio en mi vida.
Y así fue como mi día se pasó volando, entre cupcakes, cafés, lattes, smoothies, y ver cómo la gente entraba y salía del lugar.
Sobre las 4 de la tarde decidí ir al despacho a comer algo ya que las tripas me rugían y clamaban por comida.
Tomé un cupcake y me llené un vaso de Coca—Cola, para poder sentarme en uno de los bancos destinados a nuestros almuerzos. Hoy estaba sola porque Jill me estaba relevando. Siempre tomábamos turnos.
Estaba viendo videos graciosos de gatitos en Instagram, cuando Jill apareció por la puerta con una interrogante dibujada en su cara.
—Te buscan, en la caja.
—Bien –le di el último mordisco a mi cupcake y limpié mis manos en el delantal— Ahí voy.
La verdad es que esperaba ver a otra persona cuando salí de ahí, pero el alma se cayó a mis pies y el corazón empezó a latir fuerte en mi pecho cuando vi a William del otro lado del mostrador sonriéndome como si fuese la cosa más normal del mundo.