¿Cuántas cosas podrían haberme salido mal en esta miserable vida para llevarme a este punto en el que me encontraba parada en este momento?
Sinceramente no lo sabía. No estaba segura si quería saberlo.
Porque no sabía que me generaría más decepción, la respuesta o el motivo que me llevó a hacer esto.
Deben saber que una de las peores características que Olivia Braxton también conocida como la persona que les está hablando tiene, es el orgullo.
Siempre me ha gustado tener las cosas controladas, y sin embargo me quejaba de eso cuando se trataba de Maddie, pero es que esa mujer llevaba las cosas a un nuevo nivel.
Yo era un poco más relajada en ese sentido.
Pero ahora, la situación que se me presentaba frente a mis narices era totalmente distinta.
Y no desaparecería en un abrir y cerrar de ojos. Lamentablemente. Por más que rogara que lo hiciera estaría ahí frente a mí.
Si se tratase de una persona estaba segura de que se trataría de una con una gran cara juzgadora que estaría disfrutando verme sufrir así. Algunas personas le pondrían nombre a aquella personificación.
Le llamarían miedo.
Pero yo no dejaría que me venciera y es por eso que decidí recurrir a William.
William era mi faro en esta eterna oscuridad.
Respiré hondo antes de ver como mi orgullo se hundía lenta y agonizantemente.
—Will te necesito. Después de todo me hará falta tu ayuda para buscar un lugar para alquilar, el día de hoy fue un fracaso rotundo.
—Mañana me contarás mejor. ¿A qué hora te busco?
—A las 7, ¿te parece bien?
—Me parece perfecto.
—Muchas gracias Will, en serio, me has salvado.
—No hay nada que agradecer. Solo estate lista a esa hora.
—Hasta mañana.
—Que descanses. Olí. Hasta mañana.
La alarma al día siguiente sonó religiosamente a las 7 de la mañana y la rutina comenzó nuevamente, tal y como lo venía haciendo desde hacía aproximadamente 5 años ya.
Preparar café, prepárame para el trabajo y si el día anterior las propinas habían sido generosas tomar el primer taxi que pasara frente a casa para irme a mi trabajo.
Por suerte el "Don Juan" a quien le cambiaré el nombre a mi "Salvador" si las cosas salen bien esta tarde, había sido generoso ayer y me permitió pagarme el viaje en taxi, salvándome de una larga espera en la estación del subte.
—Buen día –me saludó Jill— ¿Cómo amanecimos hoy?
Algunos pensarían que escuchar esa pregunta todos los días era realmente cansador pero la verdad es que era bastante lindo que alguien se preocupara por uno.
—Con el pie izquierdo pero rogando que las cosas den un giro de 360 grados.
— ¿Tan mal fue la búsqueda?
—No quiero ni hablar de eso. Pero hoy William vendrá a buscarme luego del trabajo e iremos a ver otros lugares.
— ¿Y William es?
—El "Don Juan".
—Ahhhhh.
—Nada de ahhhh, es estrictamente profesional.
—Bien, bien, ¿fue tu idea o la suya?
—Originalmente suya, pero luego de mi mala jugada del destino de ayer, caí rendida y dejé mi orgullo de lado, pidiéndole ayuda anoche.
—Me parece perfecto.
El día en el trabajo fue normal, dentro de lo posible, gente que entraba y salía, niños jugando y alguno que otro llorando y para cuando la jornada laboral terminó, colgué mi delantal en la percha, tomé mi bolso y salí decidida a afrontar mi destino.
—Suerte con el chico. Y la búsqueda—Jill me guiño un ojo.
—Gracias cariño—le di un abrazo antes de girarme hacia Will que estaba esperándome a unos pasos.
Se veía tan diferente sin el traje. Llevaba un pullover azul claro que resaltaba más sus ojos, una campera de cuero y un jean negro con zapatillas deportivas.
—Casi no te reconozco.
— ¿El look casual no me queda bien?
—No, no es eso. Es que no te había visto nunca así.
—Tomaré eso como un halago.
—Nunca dije eso.
—Shh, muéstrame los lugares que tenías vistos. Y pongámonos en marcha, puedo asegurarte que no son tan malos como parecen.
—No lo sé.
—Dame—dijo quitándome la hoja que le ofrecía de la mano— Bien, comenzaremos por el que está a un par de cuadras. ¿Te parece?
—Tú eres el experto.
—Créeme, te vendrán bien mis consejos. No es por ser engreído.
—No, claro.
— ¿Vamos?—me extendió su brazo para que me colgara de él.
Dude un minuto pero terminé aceptando su invitación. No significaba nada esto. Sin embargo sentí una corriente eléctrica recorrerme el cuerpo cuando nos tocamos.
Hicimos el camino que yo había hecho ayer, conversando sobre cosas totalmente banales. Me contó que en la secundaria él había estado muy alejado del rubro en el que estaba el prometido de Maddie, William era parte del equipo de ajedrez y se pasaba la mayoría del tiempo en el laboratorio.
—Eras un nerd—dije riendo.
—Algo así. Aunque no se lo digas a nadie.
—Si lo cuento, temes que tu reputación de "Playboy" se desmorone, ¿verdad?
—No es tan así.
Cuando dieron las 9 de la noche otra vez, nos encontramos parados en el mismo punto en el que yo estaba ayer.
—No sé tú, pero yo tengo hambre—dijo tocándose el estómago.
—Para que mentirte, ¿no?
—¿Te gustaría ir a comer algo?
Lo miré con los ojos entrecerrados.
—Sin trampas, una cena casual, como ex compañeros. Ex compañeros y pizza.
—Bien, me convenciste con la parte de la pizza. A la vuelta hay una buena pizzería.
—Vamos, ¿qué estamos esperando?
Tenía razón en cuanto a la distancia, pero no contábamos con la cola que había fuera del lugar, lo que supongo que era un buen presagio. Tal vez harían buenas pizzas.
— ¿Tan buenas son?
—Las mejores del lugar. Solo espera y veras.
Y esperamos.30 minutos esperamos fuera. 30 minutos que se tradujeron en una eternidad cuando el cielo se volvió gris y de la nada empezó a soplar un viento helado, poniéndome la piel de gallina.