Nunca en mi vida había olido una chaqueta de cuero que oliera tan bien. La combinación de olores era casi orgásmico. Y si estuviese enamorada, juraría que dormiría con ella. E incluso inventaría alguna excusa patética para no devolvérsela.
Pero claramente no era el caso. Como tampoco era el caso de que mañana tenía que levantarme temprano para ir a trabajar.
Lo cierto es que la idea de haber salido a comer con él, me despertó cierta inquietud. El territorio desconocido siempre me generaba esto. Miedo, ansiedad. Y hasta un poco de estrés.
Es por eso que decidí aprovechar este día que tenía libre en el trabajo para dormir hasta tarde y darme un gran y merecido descanso , lejos de ruidos de máquinas, vapor, y relojitos de hornos que indicaban que los cupcakes y sándwiches ya estaban listos.
Después de todo no había ninguna regla explicita que marcara cuando debía volver a ver al chico que me había ofrecido su chaqueta de cuero.
Más si esa persona despertaba sentimientos encontrados en mí.
Una parte quería golpearlo al verlo hablar con esa auto confianza y arrogancia y la otra simplemente amaría saber qué es lo que había visto en mí, porque sinceramente no lo entendía.
Era un completo desastre.
Una persona de 25 años, que a duras penas podía pagar el alquiler de su casa, luego de que su mejor amiga decidiera mudarse.
Alguien que trabajaba en una franquicia de cafés donde básicamente la explotaban y le daban un salario de mierda pero no me quejaba, estaba trabajando de lo que amaba.
Claramente no era una veterinaria, ni una bailarina ni una profesora como había soñado años atrás.
Pero tampoco me quejaba.
Por lo menos podía comer y comprarme cosas. Y en especial podía ahorra para poder cumplir una de mis metas.
Es por eso que decidí hacer esto sola. Y no involucrarlo.
Tal vez era demasiado egoísta.
Tal vez no.
Pero ya estaba hecho y nada me haría cambiar de opinión.
Ni siquiera Will y su sonrisa.
Ni siquiera Will y su chaqueta de cuero con ese perfume tan embriagador.
Ni siquiera Will ni nada relacionado a él.
El reloj marcó las 11 am para cuando el sol me dio derecho en la cara y me despertó, el saber que no tenía nada que hacer hoy me generaba cierto sentimiento de plenitud y satisfacción.
No se equivoquen, amo mi trabajo, pero de vez en cuando todos necesitamos un día para nosotros mismos, para mimarnos.
Y eso fue exactamente lo que hice. Perdí totalmente la noción del tiempo entre el cuarto o quinto waffle y mi baño de espuma, cuando el mensaje de Maddie me sacó de mi estado de ensoñación.
—Alguien me contó que te vieron caminando por ahí con cierto chico en campera de cuero, no te tenía como una de esas.
Me sentía completamente espiada, acosada.
— ¿Quién te lo dijo?
—Un pajarillo.
—Dime.
—No, no.
—Está bien. Ah y gracias por decirle a Will donde trabajo.
—De nada.
—Adiós traidora.
—Adiós linda, luego me cuentas como te fue con la nueva adquisición.
Miré la hora en mi pantalla. Como podía haber sido tan irresponsable. Tenía una hora para ir y firmar, antes de que alguien más se quedara con el lugar.
Tomé lo que tenía a mano y como el clima no parecía colaborar conmigo tampoco hoy agarré la campera de Will.
Gracias a todos los dioses llegué a tiempo y estaba sentada frente a un escritorio por firmar el acuerdo más importante de mi vida.
—Firme aquí y aquí y el lugar será suyo—dijo un hombre de como 60 años que me recordaba a Santa Claus.
La mano me temblaba y aún no sé cómo fui capaz de dejar una firma legible en ese pedazo de papel, pero lo conseguí.
—La felicito. Es ahora la dueña de este espacio que pronto se convertirá en un...
—En un café. En uno grande eso espero.
—Le deseo toda la suerte del mundo.
—Gracias señor.
La emoción que me embargaba cuando salí de esa oficina era igual a la de una niña pequeña en una juguetería llena de Barbies. Tomé mi teléfono y me saqué una selfie con el papel en la mano para enviársela a Will, después de todo, nada de esto hubiese pasado sin su ayuda.
—Gracias a ti, esto ocurrió.Te debo una.
La respuesta no tardó en llegar.
—En hora buena. Pero espera un momento, ¿esa no es mi campera? ¡Ladrona!