Su rostro adquirió una expresión entre divertida y confundida que me hizo reír y pude relajarme un poco.
— ¿Ah sí? ¿En qué?
—Ayer no estaba trabajando. Tenía el día libre en el café, por eso lo aproveché para ir a firmar el contrato.
— Bien, no importa, me contarás eso mientras vamos al bar o cuando estemos allí.
—Al final donde iremos. No me dijiste.
— ¿Te gustan los tacos?
—Si.
— ¿Y los nachos?
—Si.
—Y…
—Ay por dios amo toda la comida mexicana y antes de que lo preguntes, soy amante del picante. Y de los avocados. Levanté la manga de mi vestido para mostrar mi tatuaje.
—Una verdadera fan. No te tenía como una chica con tatuajes.
—Pues no eres el único que tiene un as bajo la manga.
— ¿Tienes más?
—3.
— ¿De qué son?
—Un vasito de café y la Torre Eiffel en mis costillas. Tengo planeado hacerme uno en la espalda, un pequeño libro.
— ¿Eres amante de los libros?
—Desde que tengo memoria. Siempre viví metida entre ellos. Y me crie con la idea de planta un árbol, ten un hijo y escribe un libro. Pues pienso hacer dos de esas cosas.
— ¿Escribir un libro y tener un hijo?—aventuró.
Negué divertida con la cabeza.
—Estas muy lejos de eso.
— ¿No quieres hijos?
—Los quería cuando era más joven. Pero luego fui consciente del esfuerzo que eso requiere y desistí de la idea. Para eso tengo a mi sobrino. Pero estoy pensando en adoptar un perrito.
—Te quedaría bien—rió mientras le bajaba a la radio así podíamos conversar más a gusto.
—Lo sé, ¿no?
—Te verías tierna.
—Gracias—tiré mi pelo hacia atrás— ¿Qué hay de ti?
— ¿A qué te refieres? ¿Qué parte? ¿La de los tatuajes, los perros, los hijos, los libros o los árboles?
—En ese orden.
—Veamos. Tatuajes definitivamente no, le tengo pánico a las agujas, hijos no gracias, libros solo si tengo tiempo para leerlos y pienso que los árboles son esenciales para la vida y útiles para echarse a dormir una siesta en verano.
—Me gusta tu forma de pensar.
—Me alegro. Ya llegamos.
El lugar era un típico restaurante mexicano, con los sombreros, los mariachis cantando en el escenario. Era un ambiente bullicioso, lleno de gente compartiendo burritos y bebiendo tequila.
— ¿Mesa para dos?—dijo una chica que tendría nuestra misma edad.
—Así es—dijimos los dos a la misma vez.
—Síganme.
Lo cierto es que no podía quejarme de nada sobre esa noche, la comida, los tragos, la gente, la música, todo era perfecto.
Luego del cuarto o quinto shot de tequila, se acercó más hacia mí y me miro a los ojos.
—Ahora cuéntame porque me mentiste.
—Porque me confundes.
— ¿Te confundo?
—Demasiado. Se lo que sentías por mí en la secundaria.
—Ahh
Pude notar como el ambiente comenzó a ponerse más y más pesado.
—Quiero que sepas que las cosas siguen igual. Nunca dejé de sentir eso por ti. Y el día que te sentaste ante mi escritorio sentí que el destino me había hecho el favor más grande del mundo. Pero no quiero ponerte incómoda ni apresurar las cosas,si es que las hay.
—Las hay—las palabras salieron de mi boca antes de que pudiera detenerlas.
—Bien, te propongo un trato. Veremos cómo van las cosas y dejaremos que fluyan naturalmente. Si tenemos que ser solo amigos lo seremos, y si no, la pasaremos bien. ¿Trato?—extendió su mano hacia mí.
—Trato—la tomé con fuerza creyendo con la misma intensidad en sus palabras.
La gran interrogante en mi cabeza ahora era si podía ignorar aquello que Will me había dicho.
No es como si me hubiese contado que le gusta el color rosa, o que prefería poner nutella en su porción de papas fritas.
Era algo peor.
Sentía cosas por mí. Aun lo hacía.
Después de tanto tiempo, y era algo increíble para mí.
Es por eso que me encontraba en este punto en el que no sabía si podía dejarlo pasar y actuar normalmente alrededor de él.
Nadie se había fijado en mí en mucho tiempo. No desde Nick.
Lo nuestro había sido mágico, espectacular en más de un sentido y es por eso que quedé tan destrozada cuando todo llegó a su fin.
Simplemente no me lo veía venir.
Pero eso había pasado hacía mucho tiempo ya. Debía dar vuelta la página de una buena vez.
Por mi bien y el de mi corazón.
Sobre todo por el de William. No quería herirlo por estar atada al pasado.
Otra pregunta que rondaba en mi mente era si sería capaz de respetar nuestro trato y seguir viéndolo con los mismos ojos luego de esto.