N o podía escapar más al interrogatorio al que estaban exponiendo mis queridísimas amigas es por eso que organicé una noche de películas y pizza en casa. Una auténtica noche de chicas.
Sabía que no sería fácil, mis amigas tenían fama de hacer preguntas bastante profundas hasta llegar al fondo del asunto.
Y en este caso el mismo eran los sentimientos que tenía hacia Will.
No era que no supiera que era lo sentía, lo tenía bastante claro.
El problema aquí era poner esos pensamientos en palabras.
Nunca había sido demasiado buena con ellas y sabía que si hablaba de más eso podría ser usado en mi contra.
Una palabra de más.
Una palabra de menos.
Y todo eso sería usado en mi contra.
Las palabras que salieran de mi boca a partir de ahora, tendrían que ser pensadas cautelosamente si no quería que ellas tuvieran la impresión equivocada.
Sé que lo que más quieren en el mundo es que su amiga con el corazón partido volviera a jugársela en el amor y ser feliz de nuevo.
Es por eso que antes de que llegaran, ensayé lo que iba a decir y lo que no. Dejándome a algunos detalles para mí. Sabía que sería mejor así.
Jill fue la primera en llegar. Cansada del trabajo, maldecía la suerte que yo tenía a la hora de conseguir los mejores turnos.
—Te juro que a la noche todo se vuelve un infierno.
—He estado ahí, te lo recuerdo—sonrió al escuchar sus quejas.
—Por poco tiempo.
Sabía que no dejaría de quejarse hasta que yo reconociera que de verdad tenía suerte.
—Está bien, tengo suerte.
La puerta se abrió de golpe. A veces olvidaba que Maddie todavía guardaba una llave del departamento.
—Buenas noches señoritas.
—Hola Mads, la comida ya casi está, si quieres puedes ir poniendo la mesa.
—Claro, claro estabas esperándome porque sabes que odio hacer esto.
—Tal vez—ahogué una carcajada.
Desde que nos mudamos juntas, todos los días era una tortura, era increíble como una tarea tan simple como poner un mantel, cubiertos, dos vasos y un par de platos, se tornara una batalla campal.
— ¿De qué son las pizzas, niñas?
—De pepperoni y avocado.
—Justo lo que estaba necesitando luego de tanto dulce.
— ¿Cómo te fue?—pregunté mientras nos sentábamos a comer.
—Bastante bien. Yo les aconsejaría que empiecen a hacer dieta una semana antes porque el banquete se ve prometedor.
— ¿Habrá barra libre?—se podía escuchar la preocupación en la voz de Jill.
— ¿Qué clase de amiga sería si no pongo una barra libre?
—Una pésima amiga.
Me había lucido verdaderamente con las pizzas.
—Eres una chef no reconocida, Liv.
—Gracias, gracias –me saqué un sombrero invisible.
—Me pregunto cuántos secretos guardará la chef debajo de ese sombrero. Vale, habla, cuéntanos de tu situación con Will.
Sabía que el momento llegaría, solo que no sabía cómo encararlo. Así que fui detallando punto por punto lo que había pasado. Para terminar diciendo:
—Y es por eso que todo esto me tiene desorientada, mareada.
Las dos compartieron una mirada complice y Mads me tomó de la mano al igual que él lo había hecho ayer en el cine.
—Cariño, no estás desorientada ni confundida. Te estás empezando a enamorar. Y hablo por las dos cuando digo que nos pone muy felices escuchar eso.