Cuando salimos del local, el cielo se había despejado y nos regalaba la vista de una hermosa luna llena alumbrando la ciudad.
—Por más que esta luna nos deje ver que la noche aún es joven, debemos irnos—dijo Kent—Mañana debemos hacer muchas cosas.
—Vamos cariño. ¿Los vemos la semana que viene para el ensayo?
—Claro, ahí estaremos.
—5 días— grité antes de subirme al auto.
—No me lo recuerdes. Adiós—Maddie saludó sacando una mano por la ventanilla.
Subimos al auto y baje la ventanilla para que el aire golpeara en mi pelo. Pero algo no iba bien. Había demasiado silencio ahí dentro. Tanto que me hacía sentir incómoda. Abroché mi cinturón y tiré para abajo mi vestido, disimulando mi nerviosismo.
— ¿Tan mal te pegó ese vodka?
William seguía con la vista pegada en la ruta.
Nada. Ni un movimiento, ni un rastro de emoción en su rostro.
—Will, ¿qué pasa?—tomé su mano—Sabes que puedes contarme lo que quieras.
—Ese es el problema. No se cómo comenzar.
—Qué tal si empiezas por el principio.
—Bien, te elegí porque sabía que tú no me juzgarías.
—Y prometo no hacerlo. Palabra de scout.
—Fuiste niña scout?
—Por una época, pero no nos desviemos del tema principal.
—Okay, supongo que no puedo seguir escapándole a esto.
—No, no puedes.
Tomó una gran respiración y ahí me di cuenta de que esto sería un tema delicado y de que alguna manera me golpearía a mí indirectamente.
—Hace unos dos años atrás, yo conocí a una chica increíble, se llama Marissa, íbamos juntos a la universidad. Nos presentaron unos amigos en común. Comenzamos a coincidir en fiestas de fraternidades, y formamos un vínculo. A medida que el tiempo fue pasando, las cosas se fueron intensificando y complicando un poco, pero cuando me di cuenta de que no podía vivir sin ella fue que decidí dar el siguiente paso y le propuse casamiento—hizo una pausa.
Asentí prestándole atención, dejándole ver que podía confiar en mí, que lo que contara no saldría de aquí.
—Las cosas estaban listas, nos casaríamos el 4 de julio. Teníamos todo organizado, pero unas horas antes la realidad me golpeó de la peor manera posible. No quería esto, no podía hacerla feliz. Lo que teníamos no duraría una vida eterna, ella no podría ofrecerme lo que quiero y viceversa.
—Así que la dejaste plantada en el altar.
Asintió avergonzado.
—Es por eso que dejé atrás California y me mudé aquí.
—Tal vez es lo que tenía que pasar—dije mientras aparcábamos frente a casa.
—Quizás, pero no es lo que ella se merecía.
Lo miré y sentí que tenía que hacer lo posible para poder sacar esa expresión de su cara.
— ¿Quieres subir? Tengo café.
La sonrisa que tanto amaba reapareció.
—Sabes que no puedo decirle que no. Vamos.
Mientras subíamos las escaleras hasta a mi apartamento, me debatí internamente por contarle o no mi sueño.
Tenía miedo de como se lo podría tomar.
Lo último que quería era que saliera corriendo porque una loca a la que recién estaba comenzando a conocer, le contara que había soñado que se había casado con él.
No podía fiarme de las palabras de Will ni de mis sentimientos hacia él, no es que no confiara en él, no creía que fuera una mala persona y no se veía como alguien que buscaba lastimarme.
Alguien que me sugeriría que sería un impedimento para realizar sus sueños.
Pero lo que tenía para contarle era demasiado.
Sacudí mi cabeza para eliminar aquellos pensamientos, y me predispuse a disfrutar aquella noche.