One way: ¡no te rebeles! - 2024/25

Capítulo IV: Margot

Capítulo IV: Margot

Tras bajar del carruaje nos encontramos con una casa pequeña que se conectaba directamente con las montañas. No pasó ni un minuto hasta que escuchamos los ladridos, cuando se acercaron pude divisar que se trataban de cachorros de lobo. Los incesantes ladridos nos aturdían, pero nos quedamos sin hacer movimiento alguno, aunque parecían estar domesticados.

Con mi vista en la casa, observé un movimiento en la ventana principal a través de las cortinas, al poco tiempo la puerta se abrió. De allí salió una anciana, su cabello estaba amarrado con unas trenzas, el blanco denotaba su edad y sus ojos, aunque nublados por los años dejaban ver un color miel.

— ¿Quiénes son? —nos preguntó con voz sería e intimidante.

— Mi nombre es Paz —dije calmada, señalé a los demás con mi brazo ligeramente—, ellos son Dalia y Demian. Estamos buscándola a usted, señora Margot.

— ¿A mí? —preguntó extrañada—. No creo que siquiera sean de mi generación, evidentemente, no los conozco.

Dalia tomo el mando de la conversación, mientras observe que sus ojos no estaban posados en ninguno de nosotros, sino en el sol que se escondía en las montañas. Esto parecía inquietarle ya que comenzaba a retroceder a la cabaña apartándose de nosotros, muy disimuladamente.

— Escuchen, este no es ni el lugar ni el horario para que jóvenes del Pueblo Paz estén fuera de casa. Y seguramente lo saben —dijo entrecruzando sus brazos y manteniendo firme su mirada en nosotros.

— Necesitamos su ayuda, sólo información. —Dalia insistió casi rogando.

— Si vienen a interrogarme no estoy humor —a simple vista parecía que no nos diría nada, hasta que diéramos en el clavo.

— Lo vimos —dudé en hablar, ya que si lo hacía rompería la promesa y por ende, la amenaza se haría más real—. Conocimos a la misma persona que usted.

— Ajá, y yo no soy la loca del Pueblo Paz —contestó sarcásticamente, ella detonaba estar acostumbrada a los curiosos del pueblo.

— En serio lo hemos visto, sé su nombre y el de su esclavo. —dije seriamente aún con el temblequeo de mis labios.

Ella me vio sin expresiones esperando a que diga algo, su mano ya estaba en el pomo de la puerta. Si yo no decía lo correcto se encerraría y tendríamos que marcharnos o seguramente algo peor pasaría.

— Diles sus nombres —me susurró Dalia.

— Es imposible que los sepan, no sean ridículos niños. En este horario, no alcanzarán a llegar ni al pueblo, los compadezco.

Si me quedaba callada, tenía que aceptar la regla del pueblo, no rebelarme ante lo sucedido y simplemente aceptarlo. Decidí romper el silencio.

— La secuaz es Nieves y él se llama William.

Su sorpresa era tan grande que se quedó callada por un minuto, sin saber ni que decir o hacer nos miramos entre los tres. Tras el paso de segundos, Demian nos dijo:

— Vámonos, si seguimos aquí sólo seremos un blanco fácil.

— ¡Repite el nombre de él! —me gritó, su voz estruendosa y desesperada, me alertó.

— Wi…William —dije con voz quebrada, Dalia tomo mi brazo tranquilizándome.

— No, otra vez se repitió —dijo en un susurro inalcanzable—. Muchacho —dijo dirigiéndose a Demian—, toma esas monturas y colócala más cerca de la cabaña, ustedes dos no esperen un segundo más y entren.

La anciana dejó la puerta abierta, nos apresuramos a tomar los bolsos del carruaje y a entrar los tres al mismo tiempo.

Por dentro las paredes de madera se fundían con las piedras de las montañas, era muchísimo más espaciosa de lo que imaginaba. En la sala de estar había una chimenea junto a varios sofás. No nos dimos cuenta en qué momento los lobos entraron, estos se encontraban ya acostados los pies de la señora Margot junto a la chimenea.

Deje mi bolso en el suelo junto a la puerta, la observe detenidamente y luego dirigí mi mirada a Dalia. Ambas pensábamos lo mismo, dejar la puerta sin seguro era una sentencia de muerte.

— Disculpe… pero ¿Cómo cerramos la puerta? —dijo Dalia.

— Aquí no deben preocuparse de que vengan y no lo digo por mis guardianes —señaló a los lobos—. Tomen asiento.

Le hicimos caso y nos sentamos, esperándola oír hablar de nuevo.

— Señora Margot ¿verdad? —dijo Demian rompiendo el silencio, ella afirmó—. Escuchamos de una anciana del pueblo que usted fue la única sobreviviente de “su destino”. Ah, así le llamamos ahora cuando es elegido para morir esa noche.

Demian era muy tranquilo y claro para hablar, aunque tendía a sobre explicar y eso no parecía molestarle a la señora Margot.

— No me hace feliz, tampoco es una gran hazaña. Ahora, ¿Cómo huyeron del castillo? —preguntó confundida.

— No huimos. —respondí en seco.

— ¿Qué? Pero vieron al príncipe y escucharon su nombre.

— Eso es una larga historia resulta que…

— Esperen —dijo interrumpiéndome—. quiero que dejemos en claro esto, ustedes viven en un pueblo que es propiedad de monstruos y la familia a cargo de esto, son los Yakatsuki, liderado por el rey Anthonyt y su hijo William —hizo una breve pausa y continuo—. Todas las noches eligen a una persona, la cual matarán y nunca más volverán a ver. Sin excepción esto ocurrió desde el origen del Pueblo Paz.




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