One way: ¡no te rebeles! - 2024/25

Capítulo VI: La Familia Paz

Al día siguiente, apenas madrugó todos nos levantamos para pasar con normalidad la mañana. Mientras Demian se encargaba de bañar al caballo y prepararlo para el camino de regreso al pueblo, las mujeres estábamos en la cocina charlando y haciendo recetas dulces.

La señora Margot, ya nos avisó que no le harían daño a ninguno de ellos, a menos de que su turno llegará en el pueblo. Es por eso, que se irán a más tardar, el mediodía.

Siguiendo la receta de doña Margot, preparamos masitas dulces para el desayuno. Con Dalia no solíamos cocinar, ya que cada una era más hábil en algo y mi especialidad era la limpieza además del huerto de la casa.

Nos sentamos en la mesa, ya todo servido para desayunar y tener una mañana “normal”. Aun sin decir una palabra, probé las masitas que encontré super deliciosas.

— Su receta es muy buena. —sonreí, mientras saboreaba la esponjosidad de la masita.

— Gracias, pero no es mía —ella me vio y suspiró, yo la miré incomprendida esta vez no quería otra respuesta—. Cuando hui del castillo —dijo recordándolo—. corrí y corrí en medio de la madrugada, el olor dulce de estas masitas me atrajo hasta esta casa.

— ¿No era su casa? —inquirió Dalia.

— Era la de una joven pareja que no llevaba mucho tiempo en el pueblo, al vernos nos dieron asilo.

— ¿Verlos? ¿No escapó sola? —estaba confundida, ella me vio seria y negó con firmeza.

— Con la edad uno se equivoca en sus palabras ¿Con quién crees que huiría? Si todos allí son monstruos —dejé de mirarla y asentí.

— Lo siento.

— No te disculpes. Ellos me dieron asilo, pero ya pueden imaginarse cuál fue su destino —nosotras asentimos—. sin embargo, esta casa tenía algo ya que no “pertenece” del todo al pueblo.

— ¿Qué significa eso?

— Ninguna casa del pueblo es segura porque todas pertenecen al rey, por ende, a la familia o secuaces. No sé si sabían, pero los vampiros comunes no pueden entrar como se les plazca a las casas y, en especial, aquellos que ni siquiera necesitan alimentarse.

— ¿Quiere decir que esta casa es diferente?

— Si, ellos la construyeron. Esta pareja no era parte del pueblo, ni sus antepasados, estoy segura que ni sabían lo que pasaba si se adentraban al bosque. —ella se entristecía más con cada palabra.

— Es por eso que esta casa es segura.

— Si.

Nos quedamos en silencio, la señora Margot dejó su desayuno y se retiró pidiendo disculpas. con Dalia nos miramos hasta que decidimos hablar entre nosotras.

— Ella sabe más de lo que dice. —me dijo Dalia observandola de reojo.

— Parece haber sufrido mucho y es cierto que está cargando con la culpa, puedo sentirlo.

— Siempre tan intuitiva y empática —ella me sonrió cálidamente—. No estoy segura si ella podrá protegerte, Paz. Aunque le prometí a papá que volvería…

— Dalia, este es mi destino, no el tuyo —sonreí para tranquilizarla—. Ya escuchaste lo que dijo, mientras me quedé aquí estaré segura.

— Te estoy abandonando y dejando a tu suerte —vi como sus ojos se cristalizaba, yo tomé su mano de inmediato y quise llorar.

— No me abandonas, pero si no nos volveremos a ver —dije con pesar, ese era mi momente de despedirme—. Gracias por siempre todo, hace dos noches ni siquiera pensé que tendríamos un desayuno tranquilo, estoy agradecida por eso.

— Yo también —dijo con voz quebrada, se abalanzó hacia mi abrazándome. al sentir en mi cuello sus lágrimas fue inevitable que no llorará—. ¡Yo también te amo mucho, Paz!

Esta era nuestra despedida, luego de tantos años juntas siendo mejores amigas y casi hermanas no podría ni describir cuan grande era lo que sentía por ella. Me costaba entender como el mismo destino que me arrastró y unió con ella en primer lugar, ahora terminaba separándonos.

Con el sol del mediodía a través de la ventana, vi el carruaje alejarse a lo lejos. mi corazón parecía marchitarse entre tanta tristeza, la señora Margot al notarlo puso una de sus manos en mi espalda sobándola.

— Tranquila, ellos estarán bien. Puedo sentir que vivirán por unos años más —yo la vi, sabía que eso era una suposición, pero me daba paz.

— Lo suficiente como para acabar con el reinado del Rey Anthony —le dije, ella sonrió.

— Creé que no es algo improbable. Ahora debes prepararte, necesito contarte toda la verdad.

Me señaló el sofá, incomprendida hice lo que me indicaba y se sentó mirando hacia mí.

— Esa pareja murió por mi culpa, la de esta casa —dijo en seco—. Anthonyt no iba a rendirse más si sabía que continuaba aquí, a metros del castillo —la observé sorprendida por esa revelación—. Pero eso no fue todo lo malo que pasó.

— ¿Qué más paso? —pregunté impaciente.

— ¿Conoces tu apellido, Paz?

— … —estaba inquieta por su tono de voz, percibía que iba a gritarme de desesperación y culpa—. es Paz, mis padres se apellidaban así es por eso que alguien me lo puso.




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