One way: ¡no te rebeles! - 2024/25

Capítulo VIII: Xavier

Al abrir mis ojos en mi nueva habitación, observé los lujos que había. Me llamó la atención las cortinas blancas que estaban ondeadas por el viento y el sol que pasaba a través de ellas.

— ¿Por qué todo se ve tan bonito aquí? —me pregunté.

Recordé que la noche anterior, William me dejó sin decirme una palabra tras entrar al castillo.

De pronto alguien tocó mi puerta, ante el sonido me senté en la cama y acomodé el pijama para lucir presentable.

— Voy a pasar, señorita. —dijo una voz femenina.

Entraron dos sirvientas a la habitación. Una de ellas acercó una mesita de luz que estaba cerca de la cama y la otra depositó la bandeja de desayuno allí.

Ninguna me veía a la cara y eso me ponía inquieta. Algo en ella, probablemente el color rosado en su rostro, me generó una pregunta que hice de inmediato:

— ¿Son humanas? —las dos se sobresaltaron, sólo una me miró por un momento con un rostro de desaprobación.

— Si, señorita. Este es su desayuno, lo envía el señor William. —dijo sin verme.

— ¿Por qué están aquí? ¿Eran del pueblo Paz? —quise seguir indagando.

Mis preguntas solo causaron el temor en su rostro. Una de ellas, la que principalmente me vio a los ojos, jaló a la otra para caminar fuera de la habitación. Antes de salir ambas hicieron una reverencia.

Sentí un nudo en mi garganta, estaba molesta conmigo misma.

— Supongo que soy demasiado imprudente —murmuré.

El desayuno en la mesita tenía una taza de té y unos bocadillos dulces; entre ellos unos hotcakes.

El detalle de los hotcakes me hizo recordar a Dalia, nuestras mañanas juntas desayunando en la mesa del patio. Eran los desayunos más largos, ya que sólo los terminamos cuando la charla se apagaba.

Esas memorias causaron que las lágrimas quisieran salir, pero las tragué con unos cuantos pestañeos.

Vi mejor la bandeja dorada de metal, había una pequeña nota que abrí. Con esa acción, sentí un leve cosquilleo frío que me hizo reír.

“Espero que tu habitación sea suficiente, aunque no te acostumbres. Hoy te veré por la tarde, así que disfruta de un poco de tranquilidad antes del caos. Atentamente: tu querido y adorado William.”

Sonreí instantáneamente, pero mi sonrisa se borró al recordar lo de anoche.

Yo sabía que William con sus trucos quería colarse en mi corazón. Es por esa razón que yo debía ser más rápida que él, tenía que trazar un plan para aprovecharme de lo que creía poder hacerlo sentir.

— Bien, vamos por respuestas… —dije motivada, tomé la taza de porcelana blanca y sorbí un poco del té—. Antes desayunaré, es imposible que dejé que se desperdicie todo esto.

Recordé la nota y negué con mi cabeza.

— ¡¿Adorado de quién?! —lancé un pequeño gritó, moví mis manos efusivamente con la taza derramando el té sobre la cama—. Ay…

Me levanté apresurada y corrí las sábanas blancas. Indudablemente estaban manchadas, así que las saqué y las dejé a un costado de la cama.

Miré mi vestimenta y también tuvo la misma suerte. Caminé hacia un armario esperando encontrar ropa, pero estaba vacío.

— Maldición —bufé.

Las telas sucias me inspiraban una tristeza inexplicable.

Escuché que alguien tocó la puerta. Me quedé de pie junto a la cama sin hacer nada.

— Voy a entrar con su permiso, señorita. —observé hacia la puerta, entró un mayordomo.

Era otra persona desconocida. Él caminó hacia la cama y levantó brevemente su mirada ante el desastre que armé en el desayuno.

— En un descuido tiré el té —le comenté apenada—. ¿Cómo puedo ayudar a limpiarlo?

Él negó de inmediato y se quedó frente a mí sin bajar su mirada.

— Estaré a su servicio, señorita Paz —realizó una reverencia frente a mí—. Soy Xavier, su mayordomo y guardián personal.

Cuando chocamos miradas sentí un escalofrío, no era el frío que me provocaba William sino una cierta oscuridad. Eso me confundió ya que la pequeña sonrisa en su rostro demostraba calidez.

Mi rostro no pudo negar mi incertidumbre y él comenzó a agarrar sus manos nervioso.

— Siento que esto sea incómodo para usted, le comentaré que soy un vampiro común —dijo brevemente.

— ¿Un vampiro común? —pregunté aún más confundida.

— Si, existe una cierta categoría en nosotros. Pero puede usted asegurar lo que le digo con el amo William. No tengo un poder en especial, ni puedo causar algo en usted —dijo y volvió a hacer una reverencia, esta vez se quedó en esa posición.

No supe que decir, ya que sus palabras me inspiraban más desconfianza. Sin embargo, no era bueno crearse enemigos que pudieran tener valiosa información.

— Lo siento, esto que estoy viviendo es muy raro —admití, simulé una voz temblorosa—. No sé nada de este mundo y las sirvientas no me hablaron conmigo…

— Oh —él se irguió y me dejó un vestido sobre la cama—. Los humanos aquí son más peligrosos para usted, tenga mucho cuidado.




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